Capítulo uno: Niñera de mi propia hija
¿Qué harías tú si descubrieras que la hija que creías muerta no solo estaba viva, sino que estaba bajo el cuidado de las personas que arruinaron tu vida?
Esa era la pregunta que Nora Kepler se hacía ahora, observando con ojos repletos de odio la mansión de la familia Santoro.
En esa enorme y lujosa mansión debía estar Aiden Santoro, el hombre que la traicionó de la peor forma posible después de jurarle amor eterno.
Y él no estaba solo, sino que estaba con su querida esposa, Gwen Wright.
Y estaba también con su hija de apenas tres años… Flora Santoro… Pero ese apellido era más bien un insulto, un desperfecto que debía ser corregido.
Flora no era una Santoro, Aiden perdió el derecho a ponerle su apellido a su hija en el momento en el que ella se enteró de todos sus trapos sucios. Ella nació como Flora Kepler, y Nora quería que volviera a usar solo su apellido, que volviera a ser solo su hija.
Era lo correcto, aunque no hubiera tenido la oportunidad de cargarla en sus brazos nunca… pero eso fue porque ellos se la robaron… y Nora se juró en ese momento que, de una forma u otra, iba a hacerlos pagar.
Sin embargo… no tenía idea de cómo iba a lograrlo, ya que ella era solo una mujer pobre, y Aiden y su esposa eran de familias ricas y poderosas.
Gruñendo, no le quedó de otra más que alejarse de la mansión… pero no mucho, simplemente se fue a un par de calles donde había bastantes tiendas y un centro comercial.
Como era de madrugada aún, durmió solo un par de horas en el hueco de un gran árbol donde pudo ocultarse bien y salió horas después del amanecer.
Fue al centro comercial, al área de comprar víveres, para buscar algo de comer y así tener fuerzas para allanar esa mansión si era necesario y llevarse a su hija a la fuerza, aunque la verdad que ese probablemente era un pésimo plan, pero quería tanto ver a su hijita…
Tan solo el día anterior había descubierto su existencia, por culpa de la imbécil esposa de Aiden que fue tan descarada que aparte de robarle a su hija le dejó el mismo nombre y subió fotos de ella a todas sus r************* .
Era una descarada, ella y el maldito de Aiden eran unos miserables ladrones de niños, ¡y Nora juraba por lo más sagrado que, de una forma u otra, se iba a vengar!
Estaba tomando un par de manzanas, ya que las vendían baratas y no tenía mucho dinero, cuando un par de mujeres mayores con vestidos de sirvientas y bonitos cestos de compra se acercaron a tomar frutas y vegetales, conversando alegremente entre ellas. Nora tomó una última naranja para algo de variedad y estaba a punto de seguir su camino cuando oyó algo que llamó su atención.
—Y a la pequeña Flora le gusta mucho la papilla de manzana, así que aprovecha que aquí están baratas y lleva muchas, podemos guardar el cambio —dijo una de las sirvientas.
Tuvo que dar todo de sí para no girarse, tomarlas de los hombros y sacudirlas para exigirle a gritos llevarla con su hija, y en cambio, con su mano temblando, tomo otra naranja y fingió examinarla mientras escuchaba.
—Ah, da lo mismo, nunca come el plato completo, esa niña está demasiado delgada, ya te digo. —Sus palabras llenaron de miedo el corazón de Nora—. Petra dijo que la doctora dijo que en general está bien, pero si puede comer un poco más, mejor, lo que se traduce a que está mal alimentada. A mi hijo yo lo tenía cachetón y muy sano.
—Sí, es increíble que con tanto dinero su madre no la pueda cuidar bien. —La otra bufó—. Más la cuidamos nosotras que ella. Llena a la pobre de sirvientas y luego llora porque la niña ni quiere llamarla mamá.
—Agh, es cierto, y hasta piensa contratar más para cuidarla porque la niña últimamente está incontrolable ahora que tiene tres y le encanta correr y jugar por todas partes. Y la verdad es muy rápida, Petra no puede controlarla, solo su esposo Jasper, pero como él tiene su propio trabajo no está mucho en la casa, ya sabes, y nadie la controla, nadie ni lo intenta, la mayoría ya estamos demasiado viejas.
—Sí, debería contratar mujeres más jóvenes, si es que ella misma no va a ni siquiera intenta controlar a su hija.
—Disculpen… —Por puro impulso, Nora se les acercó sin pensar, acomodando un poco la capucha de su sudadera para no verse como una ladrona o algo—. Yo… Yo no pude evitar escucharlas y… quiero… quisiera… L-la verdad buscó trabajo —inventó con nerviosismo, aunque era técnicamente cierto—. Mi… mi familia me echó de la casa porque… ¡porque estoy embarazada! —dijo la primera mentira que se le ocurrió—. E-estoy desesperada, ¿creen que podrían a-ayudarme?
Maldita sea, siempre le dijeron que era una terrible mentirosa, pero esta vez dio su mejor esfuerzo, ¿le creerían?
Por suerte, las mujeres mayores la miraron con ternura y comprensión.
—Ay, querida, a mí también me pasó, los padres a veces pueden ser tan crueles… —La más anciana la miró con comprensión.
—Y déjame adivinar, el malnacido de tu novio no quiso hacerse cargo, ¿verdad?
Pensar en el malnacido de Aiden hizo que Nora fingiera una buena expresión de tristeza y rencor mientras negaba con la cabeza.
—Típico de los hombres, el padre de mi primer hijo me hizo lo mismo, menos mal luego encontré a mi esposo, que es un sol. En fin, cariño, tú no te preocupes, la señora Gwen es un poco mimada, pero es un amor, seguro te dará el trabajo y también un cuarto si es que no tienes donde quedarte. ¡Además por tu acento eres latina igual que su esposo y que Petra, seguro que le caes mejor!
—La pequeña Flora también habla más latina que estadounidense gracias a Petra —exclamó la otra—. Debes ser perfecta para el trabajo de cuidar a la pequeña, seguro que te contrata.
Nora las miró esperanzada.
—¿E… en verdad lo creen? —Su voz se volvió llorosa al pensar en poder ver a su hija todos los días, incluso si debía hacerlo mientras fingía ser una sirvienta.
Las mujeres solo se conmovieron más al ver sus lágrimas.
—Pero claro, querida. Ven con nosotras, ¿sí? Te llevaremos a la mansión y te pondremos un uniforme adecuado para que conozcas a la jefa.
—¡Gracias! Yo… —Se interrumpió al darse cuenta de algo.
¿Qué tal si Gwen ya sabía quién era ella? Si la espió para quitarle a su hija, seguro que la vio en fotos… pero de eso ya había pasado tiempo… quizás no la recordara, pero… igual sería mejor tomar algún tipo de precaución.
—Yo… Emm… De… De verdad quiero ir al baño ahora. Ya saben, el e-embarazo es así —recordó por la época en la que en serio estuvo embarazada.
—¡Ay, sí, pobre de ti! ¡Ve, ve, te esperamos aquí! —Las dos le creyeron.
Nora corrió hacia los baños, y luego fuera del super dentro del centro comercial, hacia el área de peluquería, donde rápidamente compró una peluca de cabello n***o, ya que no había tiempo de teñirse.
Se la colocó con mucho cuidado y volvió corriendo con las sirvientas, agradecida de haber estado usando la capucha todo el tiempo.
La llevaron a la mansión, le dieron un uniforme, y luego la llevaron con Gwen Wright, la esposa del padre de su hija… la ladrona que le quitó a su bebé y le hizo creer que murió el día de su nacimiento.
Nora tuvo que contener su mirada de odio, sus ganas de gritarle y hasta de golpearla por atreverse a robarle a su hija, tuvo que controlarse, porque esta era su oportunidad perfecta para estar cerca de su niña.
Gwen escuchó a las dos sirvientas hablar de su cruel historia de cómo fue echada de su casa por estar embarazada, ¡las sirvientas hasta exageraron peor la historia para conmoverla! Mentían mejor que Nora, honestamente, y Gwen se conmovió hasta las lágrimas.
—¡Quedas contratada! —exclamó con facilidad que casi la hace desmayarse—. ¿Y cómo te llamas? —La miró con una sonrisa amable.
—Eh… soy… ¡Mora! ¡Mora Campbell! —exclamó finalmente, sudando frío.
¡Dios, de verdad era una pésima mentirosa!
Sin embargo, Gwen ni la cuestionó.
—Ay, que lindo, se te nota mucho el acento latino, igual que mi esposo, ¡me agradan tanto los latinos! Y también eres perfecta para hablarle a mi hija en los dos idiomas, ella ya se está volviendo bilingüe, pero prefiere el español. Ven, te la voy a presentar.
Gwen siguió parloteando mientras Nora la seguía ansiosa, ignorando sus ganas de matarla por llamar su hija a SU hija, pero se controló de hacer algo estúpido, ya que todo le estaba saliendo bien y quizás, si lograba pasar la noche allí, podría escabullirse y llevarse a su hija mientras todos dormían.
Sin embargo, al ver a su hija… su preciosa, pequeña y hermosa Flora… jugando a lo lejos con unos bloques… su corazón se paralizó por completo, antes de latir con un estallido de emoción y amor que la hizo incapaz de seguirse controlando.
Corrió hasta esa pequeña, hacia su pequeña, y la cargó en sus brazos de inmediato, abrazándola mientras las lágrimas caían incontrolables por sus mejillas.
—Mi hija… mi bebé… —susurró con voz muy baja, sin querer que la escuchen, pero sin poder contenerse, besando amorosamente su cabecita.
Flora estaba muy confundida, al igual que todos los que presenciaban la escena.
Por un momento, la pequeña niña pareció querer romper a llorar al ser tratada de este modo por una desconocida, pero… no lo hizo…
Su hijita enterró su carita en su cuello y cerró los ojos… casi como si la reconociera…
Y eso fue más que suficiente para que Nora decidiera que, no importa cuánto le costase, iba a llevarse a su hija con ella… incluso si le tomaba toda su vida.
Pero no podía simplemente llevársela y desaparecer… No, eso no sería suficiente.
Tenía que tomar venganza por aquellos que se la quitaron… y juraba por Dios que lo iba a lograr, costara lo que costara.