Capítulo cuatro: No te escaparas de mí

1542 Words
Aiden ya llevaba varios días viviendo en la mansión, queriendo acaparar a Flora… y además con Gwen siempre rondando a su alrededor. Parecían toda una familia feliz, saliendo juntos con la niña, con él enseñándole jueguitos y demás cosas mientras Gwen horneaba pastelillos, jugando en el jardín, desayunando, almorzando y cenando juntos. Aiden era guapísimo y Gwen súper hermosa, como la modelo que era, y con Flora tan adorable y linda parecían una familia de revista. La familia perfecta, claro que sí. La familia que le robaron a Nora. Flora intentaba pasar más tiempo con Nora, y aún le decía mamá (por suerte nadie sospechaba de eso, atribuyendo que era solo la inocencia de la niña). Flora en su inocencia quería llevarla con Aiden y Gwen para que formara parte de su recuadro de familia perfecta, y, con todo el dolor de su alma por no poder complacer a su hija, Nora tenía que decirle que no y marcharse. Hacía eso en parte porque no quería arriesgarse a que Aiden la descubriera, pero también en parte porque le daba nauseas verlos actuar como la familia perfecta justo bajo sus narices, como si no le hubieran arruinado toda la vida, como si no le hubieran robado a su hija de una forma tan horrible. Y no dejaba de preguntarse, ¿fue solo cosa de Gwen o Aiden también sabía que Flora era tanto una Kepler como una Santoro? ¿Él participó en arruinar su vida todavía más después de todas las mentiras que le dijo? ¿Los dos juntos le robaron a su hija o solo Gwen? En realidad, no le sorprendería que hubiera sido cómplice. Lo creía capaz de todo, sabía que ella se enamoró solo de una simple farsa. Pero una parte de ella estaba aterrada… porque, en realidad, nunca había visto la parte de Aiden que era una completa basura, y eso hacía que sus recuerdos con él no estuvieran tan empañados de dolor. Sin embargo, si descubría que aparte de todas sus mentiras él participó en robarle a su hija… entonces probablemente una parte de ella querría matarlo. Matarlo en serio, con sus propias malditas manos… o bien morirse ella misma. Pero no podía permitirse morir ahora que tenía a su niña… tenía que cuidarla, protegerla y sobre todo alejarla de esos miserables que osaron robársela. Sin embargo, quería tener algo de dinero para irse, y resultaba que algo bueno había salido de que Aiden estuviera allí, ya que él pidió que le aumentaran el sueldo. Como tenía comida, techo y todo lo que necesitaba ya en la mansión, podía ahorrar todo su sueldo, que ya no era el mínimo, por lo que solo ahorrando tres meses podría comprar un vuelo lejísimos de allí y rentar un apartamento para cuidar a su hija cómodamente en lo que conseguía un trabajo. “Tres meses”, pensó decidida mientras veía a través de una ventana a Aiden contándole un cuento a Flora mientras Gwen se abrazaba a su brazo. “En tres meses les voy a quitar lo que ustedes me robaron. Arruinare sus vidas, como ustedes arruinaron la mía”. En tres meses iba a encontrar algo para destruirlos, y luego se marcharía con su hijita en sus brazos. Esta vez sería ella la que iba a sonreír mientras veía a aquellos que destruyeron su vida hundirse en la más absoluta miseria. ... Gwen debería sentirse feliz… Aiden estaba pasando más tiempo con ella, y a su vez podían pasar más tiempo con Flora y se veían como una familia, pero… no se sentía realmente parte de eso. Flora no dejaba de preguntar por su nueva niñera favorita, e incluso la llamaba “mamá” a ella en vez de a Gwen, ¡que era su verdadera madre! Adoptiva, pero seguía siendo verdadera. Eso le preocupaba, porque la hacía tener temor de que Aiden alguna vez descubriera que Flora no era realmente hija biológica de ambos… solo de él… pero mejor no pensar en eso, era parte del pasado. Ya consideraba a Flora su hija, debía olvidarse de quien era su verdadera madre… Ya tenía a la niña y a su hombre soñado, y Nora no tenía nada, eso era lo importante. Aiden, por otro lado, por más que estuviera pasando más tiempo en la mansión y con ella y la niña, la verdad es que le prestaba muy poca atención, sus ojos siempre estaban o en la niña o en la lejanía, y Gwen no podía evitar preguntarse si es que acaso todavía no había olvidado a la tal Nora. Eso la deprimía muchísimo… y lo peor era que Aiden le había anunciado que solo se quedaría una semana más antes de regresar a Canadá por varios meses para trabajar en un importante proyecto. Una noche, intentó quedarse en la habitación mientras Aiden le leía cuentos a Flora, pero era terriblemente aburrido y ninguno le estaba prestando atención cuando quería formar parte del momento que compartían, por lo que al cabo de unos minutos se rindió y se fue de la habitación, y claro que ellos ni se dieron cuenta. Se fue no solo de la habitación, sino también de la casa. Tomó su auto y condujo a un exclusivo y lujoso bar, dispuesta a ahogar las penas en alcohol como acostumbraba a hacer de vez en cuando. Estar casada con Aiden era una tarea agotadora, querer su atención era imposible, de verdad parecía que incluso con una hija él aun así no quería ni mirarla… ¿Por qué su vida tenía que ser tan triste? Y todo era culpa de Nora… Siguió bebiendo y bebiendo, hasta que sus ojos se posaron en un hombre bastante guapo, no tan guapo como Aiden, pero lo suficientemente guapo para que le invitara una copa y lo mirara con ojos coquetos, para luego jalarlo de la muñeca y llevárselo a un hotel. Al diablo, Aiden también la había engañado y con su queridísima Nora… se merecía esto… Y ella se merecía algo de felicidad también, ¿no? Aiden no tenía por qué enterarse nunca. ... Después de dormir a Flora, Gwen se fue probablemente a un bar y Aiden, que no era muy diferente a su esposita ladrona de niños, se fue a embriagarse pero al bar de la mansión. Nora lo observó desde la distancia, mirándolo con puro desprecio. Era peligroso acercarse a él, pero estaba más confiada desde que había tomado más medidas como teñirse el cabello de verdad en vez de usar peluca, pasando de su tono castaño claro casi rubio a un cabello totalmente n***o, y también usar lentes de contacto simulando un color azul para cubrir sus ojos grises. Sus compañeras le preguntaron por el cambio de color de los ojos, a lo que Nora dijo que simplemente le pareció divertido probar algo nuevo y por suerte no hicieron más preguntas. Había dejado crecer más su cabello, incluso el flequillo, que ahora le cubría parcialmente los ojos, y también usaba maquillaje para intentar disfrazar más sus rasgos, ya que notaba que a veces ese imbécil mentiroso intentaba acercarse a ella para hablarle de Flora, queriendo pedir consejos para llevarse mejor con su niña. Ja, en verdad que era un asco de persona. Le robó a su hija y ni siquiera la cuidaba bien. Él y Gwen eran tan para cual, ambos totalmente despreciables. No se merecía estar tan tranquilo ahí… bebiendo como si nada, tan malditamente atractivo como siempre, como si no fuera una persona horrible que no le importaba hacerle daño a los demás. Verlo borracho le traía recuerdos, de hecho… recuerdos de la primera vez que se entregó a él, la primera vez que estuvieron juntos, cuando ella le demostró su amor en una noche de pasión, mientras que él simplemente la utilizó para divertirse, para satisfacer una asquerosa necesidad de engañar a su esposa… Por que sí, incluso en esa época ya estaba casado con Gwen… y se lo ocultó tanto como pudo, como el maldito bastardo que era. La enamoró para divertirse con ella, y hubiera seguido jugando con su corazón y mintiéndole hasta el último minuto de no ser por que ella se dio cuenta de todo y logró encontrar las fuerzas para abandonarlo. Debió ver las señales desde el principio, pero no… Madeline tuvo que llegar a abrirle los ojos… al menos estaba feliz de tenerla… pero… por desgracia, ni siquiera Madeline pudo protegerla de cuando la miserable de Gwen Wright y su poderoso padre empresario le robaron a su bebé el mismo día de su nacimiento. Suspiró y quiso irse para ya no tener que soportar el ver a ese bastardo insensible bebiendo como si nada, pero su codo chocó contra la puerta de forma bastante ruidosa. —Auch. —Comenzó a frotarlo, pero se congeló al escuchar pasos de pronto. Pasos rápidos y fuertes, pasos que reconocía a la perfección. —Ah, eres tú, niñera. —Sintió la mano de Aiden posarse sobre su hombro y pudo sentir el fuerte aroma a alcohol y escuchar la voz lenta que demostraba lo profundamente borracho que estaba, aparte de sentir su aliento en su nuca—. Por fin puedo hablarte… y esta vez no te escaparas de mí.
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