Después de aquella mentira de que no volvería a fallarle y de que se iba a divorciar, Aiden empezó con sus excusas de por qué su esposa no aceptaba el divorcio, y Nora como toda una tonta le creyó todo.
Aiden le contó que él trabajaba en crear una cura para una variedad de cáncer, y que estaba bastante cerca de en unos años lograr un medicamento efectivo para aliviar al menos las etapas tempranas de uno de los tipos de cáncer más costosos de tratar, pero que todo era financiado por su suegro, el padre de su esposa, y que, en cuanto se divorciaran, lo iba a despedir, así que tendría que encontrar financiamiento en otra parte.
Nora le preguntó si de verdad estaba dispuesto y Aiden le aseguró que sí, que iba a encontrar financiamiento en otra parte, aunque sea con la competencia, y ella le creyó.
Aiden la llevó a ver a su familia, ¡a conocer a sus padres! Ellos sabían que estaba casado, pero le aseguraron que era un matrimonio basado únicamente en los negocios y querían que Aiden encontrara a alguien que en verdad lo hiciera feliz. Eso hizo que Nora se hundiera más en las mentiras…
Creyó tanto en Aiden que hasta le contó la mayor tragedia de su vida, que fue el ser separada de su hermana mayor, Julia, en el orfanato, y él hasta le sugirió la idea de buscarla, pero claro que nunca lo hizo, el mentiroso…
Cuando regresaron a la casa después de las minivacaciones para conocer a la familia de Aiden, encontraron la casa semi destrozada, para horror de ambos.
—¿Intentaron robarnos? —se preguntó Nora, mirando a todas partes—. No parece que falte nada…
—Tengo una idea de qué puede estar pasando aquí —masculló Aiden, mortalmente serio—. Mañana arreglaremos la ventana, y el lunes de la próxima semana me iré a Nueva York. —Eso era en cuatro días—. Acabaré con esto.
—¿Crees que tu esposa tiene algo que ver con esto? —preguntó, espantada de que esa mujer pudiera ser capaz de dañarlos.
—No creo que ella, no es tan mala persona… quizás su padre. Lo averiguaré cuando vaya a Nueva York. Cuando la vea a la cara, ella no será capaz de mentirme.
Nora hizo una mueca, evitando mirarlo. ¿Por qué tenía la sensación de que Aiden estaba intentando defender a su esposa? ¿Acaso sí sentía algo por ella?
—Voy a dormir en mi habitación hoy… —le dijo, marchándose a su antigua habitación y no a la habitación de él, donde habían estado durmiendo juntos desde hace semanas.
—¿Qué? Nora… —Él intentó ir tras ella, pero le cerró la puerta en la cara.
No quería verlo, no ahora que no estaba segura de si iba a volver o no cuando fuera a ver a su esposa a la que tanto defendía.
¿Y si todo era mentira? ¿Y si en verdad amaba a su esposa y solo jugaba con ella?
No supo qué pensar… al menos no en ese momento, pero si hubiera sido más inteligente, se hubiera ido de inmediato.
Pero no lo hizo… y no lo hubiera hecho, de no ser por el ángel que en ese momento llegó a su vida…
Su actual mejor amiga, Madeline… aunque en un principio, Nora la creyó una enemiga, más porque Aiden tenía un gran poder de convencimiento para hacerla creer que en verdad la veía como a algo más que un juguete.
Y ella como una tonta siempre caía.
Esa misma noche luego de enfadarse porque Aiden defendiera a su esposa, a Nora le dio hambre y bajó a buscar un bocadillo rápido. Cuando volvió a entrar a su habitación y se recostó en la cama, no se dio cuenta de que olvidó ponerle el seguro a la puerta.
Un largo rato después, cuando ya estaba casi totalmente dormida otra vez, Aiden entró a la habitación y se escabulló hasta su cama, metiéndose debajo de las sábanas y abrazándola por la cintura.
Ella abrió los ojos pesadamente.
No estaba molesta… solo estaba asustada.
¿Qué pasaría cuando fuera a Nueva York? ¿Regresaría divorciado y podrían estar juntos sin nada en medio como le prometió hace semanas? ¿O nunca volvería, descubriría que todo fue mentira y acabaría destrozada?
Tenía demasiado miedo… y no podía olvidar como él le afirmó que conocía tan bien a la esposa que supuestamente nunca tocó y que ella no sería capaz de mentirle.
Si era cierto que apenas convivieron y que no la amaba de ninguna forma, ¿por qué la trataba como a una santa?
—Sé qué es lo que estás pensando… —susurró él contra su oído—. Pero no sé qué hacer para convencerte… si es necesario que te lo diga de nuevo, te lo diré: te amo. Solo a ti… ese matrimonio es una farsa, y cuando vuelva la farsa se habrá acabado. Todo estará bien, Nora. Solo te amo a ti… nunca supe lo que era amar sino hasta que te conocí.
Ella se dio vuelta, enfrentando su mirada con la suya con la escasa luz que se veía por las farolas fuera de su ventana.
—También te amo, Aiden… —Posó una mano en su mejilla, sintiendo todas sus dudas evaporarse casi como por arte de magia.
Solo con una mirada, él la volvía completamente indefensa, ciega a sus palabras, totalmente embelesada por el amor que le tenía.
Él era todo su mundo, por eso le daba tanto miedo perderlo. No tenía a nadie más, ni tampoco tenía nada más… solo lo tenía a él, a él y a todo el amor que le tenía.
No perdió tiempo en besarlo con toda su pasión, con toda su entrega, y fue correspondida en la misma medida, con intensidad, con ternura, a veces lento, a veces de forma desenfrenada, despojándose de sus ropas y llevando sus manos a explorar el cuerpo del otro de pies a cabeza, desviando sus besos a zonas muy lejanas a los labios, ahogando sus gritos con mordidas y besos demandantes, fundiendo sus cuerpos sin reparo, toda la noche, hasta finalmente caer dormidos.
Pocos días después, Aiden se fue dejándola completamente enamorada… y tuvo que venir Madeline a abrirle los ojos.
Nora volvió a casa en taxi después de acompañar a Aiden al aeropuerto, comenzando a preparar todo para volver a la tarea de buscar trabajo.
Se tomó un té con una tostada y guardó todo lo que necesitaba en un bolso, dispuesta a salir, pero, apenas abrió la puerta, se sorprendió al ver un auto estacionado frente a su casa. Al verla salir, la mujer que estaba en el auto salió, acercándose a ella sin quitarle la mirada de encima, con ojos absolutamente decididos.
Nora se congeló, sintiendo un mal presentimiento.
—Así que… —Al estar a solo unos pasos de distancia, la mujer la miró de arriba a abajo— tú eres la nueva amante, ¿eh?
Nora sintió esa pregunta como una bofetada.
—¿Eres… eres la esposa de…? —Ni siquiera pudo terminar de decirlo.
—¿La esposa de Aiden Santoro? —Rio secamente—. No. No lo soy.
—¿No?
—Veo que no te ha dicho nada. —Entró a la casa sin ser invitada y se sentó en el sofá—. Su esposa es una famosa modelo. El nombre de la señora Santoro es Gwen Wright de Santoro. —Esas palabras la hicieron sentir enferma del estómago, y solo atinó a cerrar la puerta y acercarse a la mujer extraña—. Yo soy la asistente de la familia Wright-Santoro, soy Madeline Martens, y velo por sus mejores intereses.
—No entiendo… ¿Qué haces aquí?
—Vengo a salvar a una familia, y a salvarte a ti del ridículo, querida. —Cruzó una pierna sobre la otra—. Déjame adivinar, te ha dicho que tú eres la "primera mujer que lo hizo conocer el amor", ¿o me equivocó? —La miró con burla y condescendencia. Nora apretó los puños, permaneciendo completamente inmóvil—. Ay, querida… El Sr. Aiden ha tenido varias amantes. Eres la número cuatro, felicidades.
—¿Qué?... —Sintió su boca secarse.
—Compruébalo tú misma. —Arrojó varias fotografías en la mesita de la sala.
Nora permaneció quieta un largo rato, antes de acercarse a paso lento a la mesita y sentarse en el cojín frente al sofá en el que Madeline se había sentado.
Tomó una fotografía, palideciendo al ver a Aiden abrazando por los hombros a una chica morena con una mirada tranquila y una sonrisa dulce.
—La segunda amante, Yazmin Gonzales —dijo Madeline, helándole la sangre—. Hasta tuvo un hijo con ella, pero no lo reconoció, por supuesto, solo le da dinero para que no lo molesten. —Le señaló otra foto.
Nora tomó con mano temblorosa la fotografía de Aiden parado junto a la misma mujer morena, sosteniendo en brazos a un bebé idéntico a la tal Yazmin. Él miraba al bebé con cierto cariño, una sonrisa suave en sus labios.
Sintió un nudo en su garganta.
No… no podía ser verdad…
—La tercera amante es la famosa periodista Adele Baker. —Señaló a la foto de Aiden en un evento con una hermosa mujer despampanante parada a su lado—. Fue mucho más discreto con ella, pero no tanto. —Le mostró fotos donde se veía a Aiden en un restaurante junto a Adele, en un evento de boxeo, sentado junto a ella, y a Adele chocando copas con él.
—Estuvo con ella al mismo tiempo que con Yazmin, por eso terminó con las dos, ya que Adele, como la buena periodista que es, lo descubrió. Y a las dos las hizo sentir que eran las únicas… les dijo que las amaba, que se divorciaría por ellas. —Juntó las fotos, mirándola con una sonrisa dolorosa—. ¿Te suena familiar, querida?
—No… esto no es posible. —Frunció el ceño duramente, intentando negar el hecho de que tenía los ojos llenos de lágrimas—. ¿Por qué debería creerte? ¿Cómo sé que esas no son solo… solo sus amigas? —Bueno, él no le había hablado nunca de amigas, solo de la esposa de su mejor amigo, un tal Tomas, pero no recordaba bien su nombre.
—Querida, lo estás viendo con su hijo, ¿y todavía le crees todas sus mentiras? —Volvió a mostrarle la foto con ese bebé, pero la apartó de su vista con rapidez—. ¿Y quieres saber por qué deberías creerme? Porque la primera amante… soy yo. —Le enseñó una foto de ella… de Madeline y Aiden dormidos juntos en una cama, cubiertos solo por unas mantas.
Solo le enseñó la foto durante un segundo y la apartó rápidamente de su vista, pero fue suficiente para romperle el corazón por completo.
La imagen había quedado grabada a fuego en su memoria…
¿Aiden… siempre le mintió? ¿Siempre fue un mujeriego que solo la engatusaba como había hecho con tantas otras?
¿El hombre que amaba era solo una farsa?
Fue en ese momento que se dio cuenta de la mentira que la destruyó.