Nora comenzó a vivir su nueva vida sola sin muchas ganas. Se sentía destrozada por su separación con Aiden, estaba mentalmente mal, y físicamente tampoco estaba en su mejor forma.
Su tristeza era tanta que ni siquiera tenía ganas de hacer ejercicio como siempre acostumbró. Ahora vivía en un complejo de departamentos barato y trabajaba como lavaplatos en un restaurante de comida rápida y también limpiando un centro comercial.
Trabajar era lo único que hacía, todo lo demás era comer y dormir. A veces lloraba, pero cada vez menos.
Justo cuando pensó que estaba empezando a sentirse menos miserable, vomitó en todos los platos que estaba lavando en el restaurante de comida rápida, ganándose que su jefa la despidiera en un ataque de ira y disgusto y que una compañera le recomendara ir al hospital.
Cuando el médico le dijo que lo más probable era que estuviera embarazada, no supo cómo sentirse.
Después de confirmar el embarazo, el médico le dio una lista de todos los cuidados necesarios y un discurso sobre varias cosas que le dieron bastante miedo.
Al llegar a casa, se lanzó a su cama, aterrada y sintiéndose más sola que nunca antes…
Pero… no estaba sola.
No realmente.
Dudosa, llevó una mano a su vientre.
Era increíble, pero… había un ser vivo allí dentro… creciendo…
Iba a ser madre.
Esa fue otra noche donde no pudo controlar el llanto, pero no todo fue por el miedo y la angustia, también hubo unas cuantas lágrimas de alegría.
Pasó un mes y su vientre comenzó a notarse, ya tenía más de cuatro meses.
Solo tenía un trabajo en el que no le pagaban mucho, no quiso buscar otro para no sobre esforzarse, pero ese fue un gran error.
Cuando su vientre empezó a notarse, su jefe la llamó y la interrogó al respecto. Nora no vio problema en decir que estaba embarazada, era la verdad, pero su jefe si vio un problema.
Le dijo que no trabajaban con embarazadas y la despidió.
Nora no podía creer esa injusticia, estaba tan indignada que estrelló un puñetazo en la nariz de su exjefe idiota, cosa que le ganó que no le diera ningún tipo de compensación.
Pasó otro mes y no pudo encontrar trabajo. Empezó a desesperarse.
Nadie parecía querer contratar a una mujer embarazada. Y no ayudaba que no tuviera ninguna clase de estudios y estuviera totalmente sola.
Los ahorros se le acababan, todavía le quedaba algo de dinero que le dio Madeline, pero no duraría mucho.
Pasaron las semanas y el dinero ya estaba casi en nada. Y fue entonces que recordó que Madeline le dio su número.
Aunque fue tan cruel al decirle la verdad, el dinero que le dio la ayudó muchísimo. Y probablemente le dio su número por si necesitaba más dinero, quizás estuviera dispuesta a darle más.
Nora se dio cuenta de que estaba reducida a dos opciones.
Llamar a Madeline… O llamar a Aiden.
En ese momento no confiaba del todo en Madeline, aunque fue la que le abrió los ojos, pero solo necesitaba dinero, no es que quisiera volverse su amiga, o eso fue lo que en ese momento pensó, por que en verdad que Madeline acabó volviéndose su ángel guardián.
No sabía cómo reaccionaría Aiden si alguna vez se enteraba. Ni siquiera quiso hacerse cargo de su primer hijo. Y la verdad, tampoco quería verlo, así que eligió a Madeline.
Decidió primero llamar a Madeline. Si ella no la ayudaba, entonces no le quedaría de otra y llamaría a Aiden.
Fue a una cabina telefónica y marcó el número de la mujer.
—Madeline al habla, asistente de la familia Santoro-Wright.
Tragó saliva.
—Soy… Nora….
Hubo silencio por un momento.
—Me sorprendes, querida… —Finalmente, volvió a hablar, con tono muy amable—. Veo que guardaste mi número, me alegra. ¿En qué puedo ayudarte?
—Yo… E-estoy embarazada y…
—De Aiden, imagino.
—Sí. —Frunció el ceño—. Tengo seis meses y no tengo trabajo y casi no tengo dinero. Yo… Si pudieras… P-pienso pagarte apenas pueda, pero realmente necesito…
—No digas más. —La cortó—. Dame tu dirección, mañana iré allí y me asegurare de que tengas todo lo que necesites.
—Oh. —Pestañeó, confundida—. Está bien… —Le dio su dirección.
—No te preocupes por nada. —Su tono ahora era increíblemente dulce y, por primera vez, le inspiró algo de confianza—. Sé que debiste pasar por mucho, pero yo cuidaré de ti. Mereces a alguien que te ayude.
Nora no supo qué decir, y Madeline se despidió y colgó.
Volvió a casa acariciando su vientre con dos manos.
De verdad esperaba haber hecho lo correcto.
Y sí, lo hizo, porque Madeline llegó y la ayudó con todo.
Le consiguió un mejor departamento, un mejor trabajo, le dio dinero para comidas, vitaminas y proteínas, la ayudó a preparar el cuarto de su bebé y le contó además más cosas de su pasado y de lo horrible que Aiden fue realmente, ya que por un momento la tuvo como su amante, pero ella logró recapacitar y alejarse de él, que era un hombre que solo buscaba dañar a las mujeres por su propio ego.
—Sé que las dos lo amamos… —le dijo Madeline con tristeza mientras la veía acariciar su vientre de ocho meses ya—, pero alejarse de él fue lo correcto. Aiden solo sabe hacer sufrir a las mujeres, pero ahora yo no dejaré que él te haga sufrir, te voy a ayudar en todo.
Nora y Madeline se convirtieron en mejores amigas, unidas por su corazón roto gracias a la horrible persona que era realmente Aiden Santoro, sin embargo…
Madeline no pudo salvar a Nora de lo que le pasó después…
Cuando Nora finalmente entró en trabajo de parto, Madeline estuvo a su lado, la ayudó contratando una clínica privada, para que tuviera todas las comodidades, pero aun así…
Gwen Wright la esposa de Aiden, y su padre, el Sr. Wright, le robaron a su bebé…
Ese día, cuando dio a luz, le dijeron que su bebé había nacido muerto y ni siquiera la dejaron verla, ver a su pequeña Flora… Nora solo la había visto cuando la recibieron, recién salida de su útero, pero no la dejaron ver el cuerpo…
Quizás debió sospechar desde el principio que en verdad los Wright se la robaron, pero el dolor fue tanto que no pudo darse cuenta…
O al menos… no se dio cuenta sino hasta años después.