Nora tragó saliva pesadamente.
—¿Qué piensa que oculto, señor Santoro? —Sonrió tensamente, luchando para que el nerviosismo no hiciera que titubeara con su voz falsa.
—Desde el primer día en el que nos conocimos, me evitabas —dijo con sequedad, comenzando a apilar bloques para hacer otra torre para el castillo que estaba construyendo Flora—. Pero lo más raro me parecía que nunca querías mirarme a los ojos… por lo que solo pude llegar a una conclusión.
—¿Y cuál sería esa conclusión, señor? —preguntó intentando acallar sus nervios.
—La obvia, no intentes negarlo. —La miró muy seriamente—. Es obvio que yo no te agrado.
Ella se congeló, mirándolo con los ojos muy abiertos.
¡¿Solo eso había pensado y por eso la había hecho ponerse tan nerviosa?!
Bufó, llevándose una mano al pecho y suspirando profundamente.
Bien, por suerte no era algo tan grave… así que tenía que pensar en una excusa para quedar bien parada con él ahora.
—Entiendo que haya pensado eso, señor Santoro… —dijo con voz falsamente amable—. Y la verdad es que… sí, yo sentía… cierto desagrado hacia usted. —Decidió también tomar unos bloques y unirse al juego de Flora de armar más torres con bloquecitos de colores.
—¿Lo confiesas? Me sorprendes. —Rio divertido, pero la miraba con cierto recelo—. ¿Y puedo preguntar por qué? Gwen habla maravillas de ti por cuidar tan bien de Flora, y sé que también haces una buena labor de limpieza y te llevas bien con tus compañeras, pero por alguna razón a mí y solo a mí me odiabas y no parecías dispuesta ni a tener una pequeña conversación conmigo cuando quise hablarte de cosas de Flora. ¿Por qué? —La miró fijamente.
Ella tragó saliva, pensando a toda velocidad en qué decir mientras acomodaba los bloques junto a Flora que ahora también quería hacer casitas alrededor del castillo.
—Bueno, es que… e-estoy embarazada, ¿recuerda? —Se llevó una mano a su estómago que claro que estaba plano porque no había ningún bebé ahí, pero por suerte se suponía que seguía en los primeros meses así que aún no era sospechoso que no estuviera gordita—. Y la verdad es que usted… usted me recuerda a mi exnovio. —Sonrió forzadamente y él alzó ambas cejas—. Fue un hombre que me hizo mucho daño, uno al que tuve que abandonar por todas las mentiras que me dijo… —Lo miró con rabia.
Él ladeó la cabeza con extrañeza.
—¿Y se supone que tu ex se parece a mí? ¿Es por eso que estuviste evitándome todo el tiempo? ¿Si te das cuenta de lo ridículo que es eso?
Ella lo miró con rabia por su tono tan despectivo hacia ella, pero rápidamente se controló para poner una cara más amable y continuar con la mentira.
—Lo lamento mucho, pero… especialmente cuando llegue aquí estaba muy sensible por todo lo que había pasado en mi vida, tener que ser echada por mis padres y romper mi relación… fue muy difícil, y fue como si la vida me diera una cruel ironía terminando aquí trabajando para un hombre que se parece un poco a mi exnovio bastardo. Y también por las hormonas del embarazo. —Carraspeo, esperando que le creyera sus mentiras descaradas y poco pensadas.
—¿Y eso es todo? —preguntó él, luciendo todavía suspicaz.
—Pues sí… ¿acaso pensaba que había algo más? —Lo miró temerosa de que sospechara.
—Tal vez. —Carraspeo—. Yo… pensé que tal vez… tendrías mala opinión de mí porque muchas veces no estoy en casa y no estoy tan presente para cuidar de Flora… y sé que… —cambió su voz a un susurro muy bajo— no le digas a Gwen, pero sé que ella tampoco es la madre más dedicada… y pensé que, como tú quieres tanto a Flora, probablemente tenías mala opinión de nosotros por no ser padres lo suficientemente buenos para ella…
Nora lo miró boquiabierta, viéndolo bajar la cabeza con vergüenza.
Pero… ¿Por qué de repente parecía que tenía consciencia? ¡Si él tenía un hijo al que ni siquiera veía nunca con otra de sus muchas amantes! ¿Y ahora resulta que le preocupaba ser un buen padre?
Ja, sin duda ese hombre era un completo descarado, no le creía nada su supuesta angustia.
Aun así, lo mejor era fingir que le creía su acto de padre preocupado, porque aún quería seguir con su plan de intentar seducirlo.
—Entiendo su preocupación, señor Santoro… —dijo con voz falsamente amable—, pero no se preocupe… a mí no me corresponde evaluar qué tipo de padres son ustedes. —Pero si pudiera evaluarlos, diría que eran terribles, los peores que pudieran existir, ratas ladronas de hijas que nunca iba a perdonar—. Yo entiendo que ustedes son personas ocupadas, y me gusta mucho cuidar de Flora. —Volteó a ver con ternura a la pequeña que seguía jugando tranquila a construir casitas y torres con sus bloquecitos de colores.
—Dices que no eres quién para juzgarnos, pero estoy seguro de que tienes una opinión sobre nuestra forma de criar a Flora… tú eres la que más la cuida ahora, eres la persona más cercana a mi hija, incluso más que su propia madre… No creas que no sé que Gwen siempre les deja todo el trabajo a las sirvientas, por más que intente ocultarme todo… yo lo noto. Y quisiera la opinión de alguien que en verdad cuida a mi hija.
Nora pestañeo lentamente.
—¿Quieres mi opinión? ¿Sobre qué?
—Quiero saber qué piensas de mi desempeño como padre y… cómo crees que puedo acercarme mejor a ella, ser un mejor padre para mí niña… quiero ser mejor por ella.
Nora lo miro boquiabierta. ¿Cómo podía ser tan descarado de querer fingir ser el gran padre para Flora cuando quién sabe cuántos hijos tenía regados por ahí a los que ignoraba por completo?
Era un descarado, un miserable, él no merecía ser el padre de Flora, ¡debería quitársela ese mismo día y llevársela lejos para que no tuviera que crecer rodeada de personas tan horribles ni un solo minuto más!
—Oye… ¿Estás bien? -pregunto Aiden al ver su mirada fija y su boca colgando por la indignación, pero ella rápidamente se recompuso y bajo la mirada, carraspeando.
—Lo siento es que… no me esperaba que usted quisiera la opinión de una simple niñera como yo, señor…
—No te menosprecies, somos personas iguales más allá de nuestros empleos.
Nora se contuvo de rodar los ojos.
¿Esperaba que le creyera ese acto de humildad después de ver cómo trataba a las sirvientas? Era un miserable con todas las letras.
—Usted es muy amable, señor Santoro —dijo con una sonrisa que disimulaba sus dientes fuertemente apretados y llenos de rabia.
—¿Y bien? ¿Qué piensas de mi paternidad? Quiero que seas sincera, olvida que soy tu jefe y dime tu opinión sincera.
Nora lo miró en silencio un momento.
—¿Quiere mi opinión sincera?
—Sí, olvidemos nuestra relación jefe-empleada y dime la verdad.
—La verdad es… —Lo miró con pura frialdad y desprecio—. La verdad es que me pareces un padre terrible y creo que Flora se merece a alguien mucho mejor que tú.