Aiden se sirvió una copa de vino mientras observaba el nuevo mail que acababa de llegarle hacía solo unas horas, un mail de su abogado diciéndole que tenían problemas con uno de sus departamentos…
Pero no era cualquier departamento, era el departamento en el que por varios meses vivió con ella… con Nora…
Al pensar en ella, rápidamente se bebió la copa de vino de golpe y luego decidió pasar a beberse directamente la botella.
Odiaba recordar a esa mujer… que dolor de cabeza…
Decidió volver al mail de su abogado, pero la verdad estaba de mal humor para concentrarse en todos los términos jurídicos que estaba usando, así que decidió directamente llamarlo.
—¿Señor Santoro? —Por supuesto, el abogado le contestó de inmediato, sonando sorprendido de que lo llamara siendo que a estas horas de la noche normalmente estaba demasiado borracho para hacer nada que no fuera beber más o dormir.
—Julien, explícame tu maldito mail. ¿Qué quieres decir que alguien invadió ese departamento? Envió alguien a limpiar cada semana, ¿cómo es posible que sean tan inútiles en mantener un maldito lugar que me pertenece? —gruñó de mal humor.
—Mil disculpas, Sr. Santoro, pero difícilmente la señora Marcy que tiene más de cincuenta años iba a ser capaz de mantener segura la casa yendo solo una hora por semana…
—¿Me estás desafiando, Julien? ¿Quieres desafiarme, es eso?
—Señor… ¿está borracho ahora?
—Tal vez. —Bufó, frotando sus sienes—. Como sea, explícame mejor qué pasa con el departamento. Si alguien lo está invadiendo, ¿no es cuestión de llamar a la policía? ¿Son adolescentes queriendo fumar dentro o qué demonios es lo que pasa con ese lugar?
—Es algo más complicado que eso, señor…
—¿Qué pasa? Ve al grano de una maldita vez, Julien…
—Se metió una mujer, señor… una mujer con un niño pequeño…
Aiden se quedó sin aliento por un momento.
—¿Cómo… cómo era ella? ¿Pudiste ver como era la mujer?
—Así es, señor, lleva ahí dos días… No nos hemos acercado a hablar con ella aún, queríamos saber sus ordenes primero, señor.
—Descríbela —pidió con la voz temblando, los dedos temblando, su mano apretando con fuerza su celular—. ¿Cómo es?... ¿Es castaña, pero parece rubia a la luz del sol? ¿Mide un metro sesenta? ¿Tiene ojos grandes y labios rojos?...
El abogado se quedó en silencio un momento, como si estuviera sorprendido.
—Así es, señor… M-me sorprende que haya adivinado cómo es… ¿Acaso la conoce? ¿Es una conocida suya?
—No dejes que se vaya. —Se paró bruscamente de su mini bar, tambaleándose y casi cayéndose, pero logrando mantenerse firme—. Voy para allá, iré en mi avión privado, no dejes que abandone esa casa, llegaré en una hora.
—Pero señor…
—¡No dejes que se vaya, Julien, es una orden, haz lo que debas hacer!
Aiden salió a toda prisa de la mansión de su esposa, chocando su hombro con varias sirvientas, incluida esa niñera que siempre estaba cargando a su hijita Flora.
Se detuvo luego de chocar con la niñera, con la visión de su hijita dormida devolviéndole algo de cordura.
—Lo siento, no fue mi intención chocar con ustedes —dijo con voz sinceramente arrepentida, volteando a ver a la niñera, que como siempre evitaba mirarlo directo a los ojos.
Era una niñera rara, pero al menos hacía un buen trabajo cuidando a Flora.
Ella no dijo nada, la verdad nunca hablaba mucho, aunque ahora por lo menos no mantenía la cabeza gacha todo el tiempo, aunque el maquillaje excesivo le daba apariencia de ser una mala influencia para niños, pero seguía cuidando bien a Flora, por lo menos.
—Voy a salir —decidió informar de eso al menos a la niñera—. Dile a Gwen luego, no sé cuándo volveré, sigue cuidando bien de Flora, por favor.
La niñera asintió y Aiden de inmediato volvió a correr, haciendo una rápida llamada para que prepararan su avión privado para volar a lo que una vez fue su hogar, el único lugar donde fue feliz…
Y es que… parecía ser que quizás… quizás Nora había regresado…
La descripción encajaba, ¡tenía que ser ella!
Y tenía muchas preguntas que hacerle a esa mujer…
Pero también le llamaba la atención otra cosa, y eso era que su abogado le dijo que Nora estaba con un niño pequeño… ¿acaso era… el hijo de Nora? ¿Había tenido un hijo con otro hombre?
¿Acaso Nora ya tenía su vida hecha con otro hombre? ¿Se casó, se olvidó de él? Pero si eso era tan así ¿por qué había regresado al departamento que compartieron por meses hace casi cinco años?
Sea como sea, tenía que ir rápido para hacerle todas las preguntas que necesitaba.
Aiden se apresuró a salir de su mansión, subió a su automóvil y pisó el acelerador con impaciencia. Con cada segundo que pasaba, la ansiedad lo consumía más. Necesitaba respuestas, y las necesitaba ahora.
Estaba algo borracho, pero era capaz de conducir normalmente, solo agradecía mucho que no hubiera controles de alcoholemia en las carreteras o ahí sí habría estado acabado.
Al llegar al lugar donde se preparaba su avión privado, fue recibido por un equipo de personas que se movían con eficiencia y precisión, el único tipo de empleados que él aceptaba siempre quería solo a gente bien capacitada. Sin embargo, su semblante serio y su tono áspero disipaban cualquier atisbo de cortesía o de estar a gusto con ese personal, cosa que visiblemente ponía nervioso al personal, pero la verdad le daba igual ahora mismo.
—¿Está listo el avión? —gruñó mientras avanzaba hacia el hangar, con su mente llena de pensamientos de Nora.
—Sí, señor Santoro. Estamos terminando los preparativos. Estará listo para despegar en unos minutos —respondió uno de los miembros del personal, tratando de mantener la calma ante el evidente mal humor de Aiden.
—Que sea rápido —espetó Aiden con dureza, sin detenerse a mirar a la persona que le hablaba. Su mente estaba obsesionada con llegar lo más pronto posible al departamento invadido por quien muy seguramente era Nora.
Nora… su Nora…
Mientras esperaba, una aeromoza se acercó a él con una bandeja de bebidas, ofreciéndole cortésmente una selección de refrescos y aperitivos. Aiden frunció el ceño ante la interrupción.
—No tengo tiempo para tonterías. Solo quiero que esta basura despegue de una vez —gruñó, rechazando bruscamente la oferta y dando un manotazo a la bandeja.
La aeromoza retrocedió, visiblemente sorprendida por la brusquedad de su respuesta. Sin embargo, antes de que pudiera alejarse completamente, Aiden de repente se congelo, dándose cuenta de lo brusco que fue, entonces suspiró, sintiendo un leve remordimiento por su reacción.
—Espera. —Detuvo a la azafata—. Lo siento —murmuró, su tono más suavizado esta vez—. Estoy bajo mucha presión en este momento. Gracias, pero no necesito nada.
La aeromoza asintió con comprensión, ofreciéndole una pequeña sonrisa de disculpa.
—No hay problema, señor Santoro. Estamos aquí para servirle en lo que necesite cuando usted lo necesite.
Aiden asintió brevemente, reconociendo la amabilidad en sus palabras.
Se sentía mal por haber sido tan brusco, especialmente con alguien que estaba simplemente cumpliendo con su trabajo.
—Manténganme informado sobre el estado del avión —agregó, tratando de compensar su abrupta actitud con un tono más amable.
Con un gesto de agradecimiento, la aeromoza se retiró para ocuparse de sus deberes.
Aiden se recostó en uno de los asientos cercanos, tratando de calmarse mientras esperaba. Sabía que necesitaba mantener la compostura si quería enfrentar lo que le esperaba en ese departamento que hace tanto no se atrevía a ir…
Finalmente, el avión despegó y Aiden esperó impacientemente la hora de vuelo hasta que por fin llegaron.
Un auto con chofer ya lo esperaba para llevarlo al departamento, y Aiden prácticamente corrió hacia la puerta, solo para congelarse al tener la mano en el picaporte.
¿Realmente… iba a ver a Nora después de tantos años?
Tragó saliva, antes de llenarse de determinación y finalmente abrir la puerta bruscamente, sobresaltando a la mujer que estaba sentada en la sala.
—Tú… —La miró con confusión—. Tú no eres Nora…
La mujer lo miró con miedo y extrañeza.
—No, soy Julia…
—Te pareces a Nora, son casi idénticas, pero… —De repente abrió mucho los ojos, recordando que varias veces Nora le habló de Julia—. Eres su hermana…
—Sí, ¿eres el dueño de este lugar? Lamento haber invadido, pero estaba buscando a mi hermana y me tope con varias de sus cosas aquí y estoy con mi hijo así que nos quedamos a descansar y… —De repente, Julia se congeló, mirándolo con horror—. Oh, Dios, tú debes ser…
—Aiden Santoro, sí. —La miró con furia y decepción—. El hombre al que tu hermana abandonó sin dar explicaciones.