Capítulo 15

1904 Words
Todos los hombres se arrodillaron y dejaron de apuntar sus armas a Kevin. Era la oportunidad perfecta para que Kevin pudiese rescatar a la doctora. Pero antes de que Kevin llegara a donde ella estaba, sintió un fuerte ardor en su garganta, parecía que estaba suspendido en el aire por una mano invisible. —Señor Kobok —dijo el hombre e Rogers en el suelo, sin atreverse a levantar el rostro. Una silueta se fue dibujando creando una mano que sujetaba a Kevin, hasta el suelo, lo último en formarse fue su rostro, cuando estuvo completo, Kevin se dio cuenta porque los hombres sentían el temor: pues era una criatura perversa; la primera impresión era de un animal licántropo, sus largos dientes salían de su mandíbula como dos grandes colmillos, tenía unas cejas muy pobladas, las cuales se unían con la maraña de pelo de su cabeza; el cual era grasiento y sucio. El tamaño de este hombre bestia, era del tamaño de un hombre y medio. Sus hombros eran muy abultados igual que la mayoría de su cuerpo, las venas le brotaban de sus grandes brazos peludos. Kevin en la mano de Kobok, solo parecía un simple reptil. —Así que eres tú. Hueles bien humano —dijo Kobok, sacando la lengua, la cual era como la de un dragón de cómodo. Kevin tenía el rostro arrugado, y estaba algo rojo, parecía que estaba a punto de morir. La doctora se encontraba sollozando en el suelo, parecía que todas las esperanzas se habían marchado en ese momento. —Señor Kobok… me ordenaron que hay que entregarlo vivo —dijo el líder de los hombres de Rogers. —¿Quién te lo ordenó? Seguramente fue el tonto de Rogers —la voz de Kobok sonaba como él un motor encendido. Lo cual generaba más temor. —Puedes decirle a ese inepto que yo me comí a este Hurone. —Pero… —¿Pero? Ja, ja, ja. —Lo siento señor. Kevin cayó en el suelo en ese momento, el cual se encontraba semi consciente. Veía a la doctora Tamara, que estaba en el suelo de lado, y las lagrimas se habían escurrido de sus ojos lo suficiente. Kevin empezó a toser como si el aire acabara de llegar de nuevo a su cuerpo de una gran bocanada. —No es tu culpa, las enseñanzas las dan los padres, veo que tu fuiste falta de un padre que te enseñara valores, y estás aquí detrás de un hombre como un perro faldero, el cual solo juega contigo- Kobok levantó la cabeza del hombre, halándolo por su cabello largo, haciendo mirar hacia arriba. —Mírame. —No, por favor, solo máteme. —Ah, ya veo, ya sabes… el tonto de Rogers no puede quedarse callado, todo lo anda divulgando. —No fue él, yo lo vi. —Hasta en tu lecho de muerte, aún te atreves a defenderlo, ya veo. —Si tiene razón el señor Rogers, fue como un padre para mí. Y estaré con él hasta la muerte. —No seas iluso, ya a partir de hoy no estarás con nadie, solo serás parte de mi excremento. Abre los ojos. —¡NOO! —dijo el momento que sacó su arma y empezó a dispararla como si no hubiese un mañana. Descargó completamente el arma hacía Kobok. Kobok tenía doce agujeros en su cuerpo y caminaba hacia atrás tambaleándose. Parecía que los días del hombre bestia, estaban a punto de terminar por completo. Pero comenzó a reir. —Ja, Ja, Ja ¿de verdad Rogers te dijo que eso me haría daño? Ja, ja, ja, no sabe que eso no me hace daño, para nada, ni puta gracia me hace. Te ganaste uno minutos más de vida, jugaré contigo al rato, déjame comerme a esta alimaña. Kevin ya no estaba en el suelo cuando Kobok volteó, se encontraba parado en el techo, como si le hubiesen dado la vuelta a la habitación, sus manos se encontraban cruzadas. Sus ojos cerrados al igual que sus puños. —¡Vaya! Te estas poniendo más delicioso cada vez más —dijo Kobok levantando la vista al techo. —¿Debería dejarlo escapar o comerlo? El sabor luego será mejor —Kobok sacaba la lengua una y otra vez saboreando al pequeño muchacho —Baja de allí pequeño Hurone —dijo Kobok dirigiéndose a Kevin. —¿Horone? ¿Qué rayos es un Horone? —preguntó Kevin como si estuviese en medio de una conversación casual con un amigo. Kobok torció los brazos al igual que Kevin, cerró los ojos y volvió a reír a carcajadas. —Eres especial comida, nunca antes le he hablado a mi comida antes de engullirla, pero tienes carácter y eso me gusta, no veo nada de miedo en ti. No te preocupes puedes abrir los ojos, no te atacaré mientras te explico. Kevin abrió los ojos y vio a la indomable bestia y un leve escalofrío se extendió sobre toda su piel. Kobok pareció notarlo, pero no mencionó nada. —Hace muchos años, antes que tus abuelos pensaran en fornicar, había un hombre llamado Dubiló. Cuando otros estaban inventando las bombillas y haciendo ecos en el mundo, Dubiló se encargó de tener su gran descubrimiento en secreto. Fue capaz de sintetizar la sangre para llevar el cerebro al cien por ciento de su capacidad, creando super humanos, con habilidades únicas, su primera creación Dabora, le arrancó la cabeza, quedando a cargo del proyecto; alimentándose de su conocimiento, de su sabor, fue capaz de entender lo que Dubiló quería. Siguiendo con su plan de exploración del cerebro, fue poco a poco llegando más allá que cualquiera, sin embargo, su sed de conocimiento no quedaba allí, el necesitaba saciar esa sed, y fue buscando mentes nuevas, devorándolas, pero su sabor no era igual al de Dubiló. Buscó la manera de usar el suero en todos estos jóvenes, pero al parecer ninguno lo soportaba. Dubiló guardó algo dentro de él, que solo el sabía, y por más que Dabora lo intentó, nunca pudo encontrar ese secreto, cuando estaba a punto de morir como cualquier mortal, descubrió una sangre única, capaz de soportar el suero. Y así nací yo, el primer hurone; siempre sentí que no estaba completo, así que le pedí a mi padre, que siguiera, yo debía a llegar al siguiente nivel; Dabora temía que yo muriera y así perdería la fuente de su vida. pero no fue así, pase a un siguiente nivel, convirtiendo mi cuerpo en un compuesto organismo unicelular, capaz de curar todas las heridas; tengo la fuerza necesaria para destruir a un tanque con mis propias manos. Y cumpliremos la voluntad de Dubiló: el cual quería encontrar paz en este mundo. —A causa de que otros mueran —dijo Kevin mirando a su alrededor. —Unos tienen que morir… —Claro el bien mayor y todo eso —interrumpió Kevin. —Veo que lo tienes claro; y parte de ti también así lo creé. —Si, es verdad, que todos queremos la paz, pero no se puede lograr derramando sangre. —Eres un iluso, la vida entera está llena de historia, donde no fueron unos litros. Fue un mar completo derramado en sangre. ¿Qué hacemos nosotros? ¿No es lo mismo? comparado con esto. —¿Y donde está ese tal Dabora? —¿Interesado en mi padre? —¡Quizas! —Mi padre, no se deja ver de un simple Hurone, para eso estoy yo —dijo Kobok. —Oye te daré la oportunidad de huir y, te perdonaré la vida —dijo Kevin en untono calmado. Kobok se quedó viendo los ojos de Kevin y empezó a reir más que antes como si lo que le dijo Kevin fuera el mejor de los chistes. —Ja, Ja, ja —papá dice que no juegue con la comida, pero esto es único. Ya basta de tanta palabrería, igual vivirás en mí, serás parte de mí. No temas, aún aquí hay sitio para todos. —¿Cuántas personas viven allí? —solo hacer la pregunta atemorizaba a Kevin. —Muchas, se acabó la tregua —dijo Kobok, y sus ojos se volvieron verde esmeralda. Parecía que Kevin estaba perdido, lo había agarrado sorprendido, pero unos impactos de bala sonaron golpeando la espalda de Kobok. —¡Idiota! —dijo Kobok volteándose. —Primero acabaré con ustedes. Kobok se abalanzó en contra de los hombres de Rogers, pero antes de llegar Kevin les cerró el paso, con sus manos estiradas; como si invitara a Kobok a darle un abrazo. —¡Quítate inmundo Hurone! —Primero conmigo. Kobok lanzó su primer golpe, y Kevin con su mano abierta paró el puño en el aire como su la fuerza de Kobok se redujera a un simple niño mortal. —¿Qué? ¿Qué está pasando aquí? Kobok se llenó de furia y se lanzó a Kevin, las balas que tenía dentro de su cuerpo salieron cayendo al piso, como si su cuerpo las repudiara. Los golpes veían a Kevin, como si una avalancha fuera hacia él. Solo tenía la oportunidad de cubrir. Sin embargo, el rostro de Kobok estaba algo crispado, con cada bloqueo por parte del muchacho. Las manos de Kevin parecían moverse solas, atajando cada uno de los golpes, parecía estar fuera de su cuerpo. La doctora Tamara miró al joven con algo de desconcierto, jamás había visto eso en su vida. no podía imaginar como había obtenido ese poder aún siendo un simple Hurone, parecía que Kevin tenía todas las de ganar, pues apenas su cuerpo se estaba acoplando para la batalla. Kevin luchaba con sus ojos cerrados, solo había destellos dentro de él, lo cual le indicaba, cuando y como debía moverse. En un repentino movimiento Kevin improvisó parando y golpeando al mismo instante, dándole un fuerte golpe a Kobok, el cual salió disparado hacía la pared creando una onda en el aire. Al golpear la pared, hubo como una explosión, y una alarma sonó en todo el complejo de investigación. La doctora Tamara sabía que ahora todo estaba perdido, esto seguramente había llamado la atención del señor Rogers y el resto del grupo. —Es momento de que te vayas, ya viene la compañía —dijo la doctora Tamara desde su mente, impregnándose en la mente de Kevin. —Aún puedo soportarlo, no te preocupes por mí. —¿Cómo haces eso? —dijo la doctora en el suelo. —Desde pequeño he sufrido algunos cambios, ahora no me distraigas. La doctora se quedó viendo a Kevin con sus ojos muy fijos, no parecía parpadear, sentía que de una manera u otra lo admiraba. Kevin repelía la lluvia de golpes de Kobok, como si un niño de ocho años lo estuviese golpeando, parecía estar controlando toda la ira que tenía adentro, y cuanto más pasaba el tiempo, más rápida era su defensa. La doctora Tamara vio que kevin se estaba conteniendo de atacar. —Termínalo de una vez, tienes toda la ventaja ¿acaso no quieres ver a tu novicita? Un golpe llegó al rostro de Kevin, lanzándolo contra la pared. Parecía que el nombrar a Bárbara lo había desconcentrado. Una gota de sangre bajaba desde su mejilla; Kevin pasó la mano sobre su rostro quitando la sangre y un pequeño humo pareció, sellando la herida, no dejando evidencia que antes allí había algún daño.
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