Capítulo 12

1824 Words
—¡Tranquilízate niño! No soy tu enemigo —dijo el hombre moviendo las manos —vengo hacerte una propuesta. —¿Qué clase de propuesta? —preguntó Kevin mirando a los lados. —¡Quiero que trabajes para mí! —respondió el hombre metiendo la mano en su traje oscuro. Kevin retrocedió un par de pasos en forma de reflejo. —No pienses mal —su mano aún se encontraba dentro del traje. Los ojos del elegante señor eran penetrantes como si vieran a través de ti. —Señor, le pido que se aleje —bramó Kevin viendo a los lados. —No es necesario que eches a correr —dijo el caballero como si hubiese leído los pensamientos del muchacho. Kevin estaba sudando, no sabía porque, pero el hombre desprendía una desagradable aura. —¿Qué tipo de trabajo? —preguntó Kevin, sus hombros reposaron un poco. —Ahora sí, estamos en sincronía. Solo quiero invitarte a que formes parte de un proyecto que estoy realizando, hay muchas personas iguales a ti. —¿Iguales a mí? —Si. Tienes un gran nivel de conocimiento, tu mente puede resolver problemas que otras no, aquí donde estamos hablando, ya hiciste un análisis para ver si estoy mintiendo, o estoy diciendo la verdad ¿no es cierto? —¿Cuál es su nombre? —Puedes llamarme Rogers. —Muy Bien señor Rogers, no me ha dicho de que se trata el empleo, ¿es un tipo de becas? —Si, algo así. —¿Dónde queda ubicado? Para ir a visitar las instalaciones. —Lo siento, todo eso es confidencial, pero si quieres ser parte del proyecto, solo usa esto —el señor Rogers estiraba su mano, para entregarle a Kevin un aro dorado. Kevin sostuvo el aro en la mano y se quedo impactado con el brillo, cuando volvió a fijar la mirada el hombre no estaba allí. Kevin buscó con la mirada, pero no había nadie, las personas a su alrededor estaban tranquilas, pese a una anciana rara que vendía hierbas al otro lado de la cera, que lo estaba mirando fijamente. La anciana tenía muchos años allí en ese lugar, parecía una serpiente arrugada, sus ojos parecían hechos de fuego. Luego que la madre de Kevin llegará, el chico caminó hacía la casa de Bárbara, el eco de la voz del hombre tenebroso aún resonaba a través de sus tímpanos, el anillo dorado se encontraba en su bolsillo. «trabajar, no era algo desacabellado, el trabajaba con su madre, pero nunca había tenido una entrada solida de dinero, con la cual pudiese labrar su futuro». Todos los pensamientos fueron interrumpidos por la llegada imprevista a la casa de los Thomson del padre de Bárbara. Kevin se escondió detrás de unos arbustos, estuvo muy cerca de haber sido visto por el padre de la chica. —No se suponía que tendríamos nuestra cita solo nosotros —dijo Kevin en un mensaje. De inmediato la respuesta. —No sé que pasó, vino mi padre con Jeremy. —¿Y eso? Es como extraño. —Si, no lo sé. Kevin se asomó por la ventana, y Jeremy se encontraba de rodillas frente a Bárbara, la cual se encontraba algo sorprendida del reciente evento. Jeremy sostenía en su mano una diminuta cajita negra pequeña. —¿Que está pasando? —Kevin le escribió a Bárbara, pero la respuesta nunca llegó. Kevin se sentó en el césped del lugar «el dinero es él único que puede comprar todo en la vida» pensó Kevin, sacando de su bolsillo aquel anillo dorado girandolo entre sus dedos. El padre de Bárbara ciertamente quería que su hija se casara con un joven con aspiraciones, y Kevin no estaba en esa lista; Jeremy era la persona correcta para esto, para ella «ciertamente, el padre de la chica veía a Jeremy como el mejor partido para ella. Kevin colocó el anillo dorado sobre su dedo, y empezó a calentarse, tanto hasta quemarse, el anillo estaba rojo, y empezó a derretirse como cuando se funde el oro, cayendo varias gotas en el suelo. Kevin ahogó los gritos, para no advertir al señor Thomson de su presencia. Cerró los ojos, mientras unas lágrimas internas cayeron. Cuando el dolor desapareció, en el lugar donde debía estar el anillo, solo había una marca negra alrededor del dedo de Kevin, formado milimétricamente perfecto, no había ninguna señal que antes el aro estaba en el lugar. El señor Thomson abrió la puerta de su casa, mirando en dirección donde estaba Kevin sentado, pero no parecía verlo por alguna razón, solo pasó la vista por encima de la cebeza de Kevin, volviendo a entrar a la casa. Kevin se levantó del suelo, y se sentía diferente, podía ver la sangre correr a través de sus manos, sus pupilas eran diferentes. Un humo n***o salió de su mano, esparciéndose con el viento, hasta que la marca desapareció por completo. Kevin se encontraba algo aturdido, mirando aún su mano con algo de interés. Kevin se dio la vuelta para irse del lugar cuando su teléfono sonó. —No te preocupes amor, no es nada, luego te explico —era un mensaje de Bárbara. —Está bien, hablamos luego. Los pensamientos de Kevin en ese momento, eran algo confusos, ya no sentía esa desilusión que hasta hace poco sentía. Había cosas más interesantes en el ambiente. Los árboles, sus hojas, la tierra, Kevin veían fluir todo de una manera muy diferente. Sus pasos iban en automáticos, parecía que su cerebro autorizaba a donde ir de manera independiente. Antes de darse cuenta Kevin se encontraba dentro de un sinuoso bosque, se inclinó sobre sus rodillas, viendo una línea de hormigas; los sentidos de Kevin en ese momento se encontraban más desarrollados que de costumbres: podía ampliar su campo de visión e incluso ver más lejos, como si fuese el zoom de una cámara. La visión poco a poco se fue perdiendo, y Kevin cayó sobre el suelo, haciendo un gran estruendo. Los ojos de Kevin se abrieron y se encontraba semi desnudo dentro de una capsula inundada de un líquido amarillento, unas mangueras llegaban a su boca alimentándolo de oxígeno, sus manos se encontraban atadas de lado a lado, al igual que sus pies. Por donde él mirase había muchos chicos, unos dormían, otros estaban despiertos, luchando para librarse de las ataduras de pies y manos. Los colores del agua, variaban desde lo cristalino hasta un purpura oscuro. Kevin volteó el rostro para visualizar lo que le daba el ángulo de su cabeza y detrás de él también había capsulas con personas, entre hombres y mujeres. —¡Aquí está! Daniel, Kevin Borns, si es él desconéctalo —dijo un hombre de baja estatura, vestido de blanco, con sus dientes delanteros sobresaliendo, lo que daba la impresión de parecer una vieja rata; llevaba un foco en la frente, tenía cabello poco poblado y canoso. de sus orejas le sobresalían el cabello restante de su cabeza. En su mano sostenía una tabla con varias hojas. —¡Si señor Ratmons! —respondió la voz diminuta de un hombre corpulento, había mucha diferencia entre su tono de voz y sus músculos. Daniel se quedó un rato pensando en lo que le acababan de ordenar, como si estuviese procesando la información, agarró una gigante palanca, y sus tríceps se hincharon brotándole unas fuertes venas de sus músculos. Eso daba a entender el porque un hombre de su falta de conocimiento se encontraba en esa especie de laboratorio: necesitaban fuerza bruta. El líquido comenzó a bajar rápidamente, perdiendo la presión, cuando llegó a la altura de su cuello, sus extremidades se soltaron automáticamente, liberando a Kevin por completo; las mangueras que daban oxigeno también se desprendieron como si fueran serpientes, fueron retrocediendo. Kevin sentía en su boca un sabor fresco, como si fuera menta, su lengua se encontraba algo dormida: la mordió varias veces, pero no pudo sentirla, y de igual forma no podía moverla mucho. Levantó las manos para percatarse y se dio cuenta que no sentía nada en su rostro. Antes que pudiera hacer algo más, el suelo se abrió desde una trampilla, dejándolo caer en el suelo, envuelto en un material viscoso; Kevin salió del lugar, y daba la impresión de que acabara de nacer, había salido por la parte posterior de la capsula que se asemejaba a un vientre materno. El líquido que contenían las capsulas, se asemejaba a líquido amniótico, sus piernas se encontraban tambaleantes, lo cual indicaba que en el momento le iba a resultar difícil caminar. Una silla apareció de la nada, moviéndose sola, sin que nadie la transportara, parecía un prototipo de silla voladora, no hacía nada de ruido, solo estaba en el aire como levitando. —Daniel —dijo el Ratmons haciendo un gesto con el rostro, viendo a Kevin y luego a la silla. —Si, si claro —respondió él. Daniel se agachó para levantarlo: Kevin era un joven de unas ciento veinte libras y, un metro ochenta y seis de altura, parecía un costal de hueso, en la desnudez de su cuerpo, se notaban la profundidad de sus costillas. Las manos y los pies caían al suelo, por su falta de la rigidez del cuerpo del muchacho. Kevin estaba observando con cabeza fría todo el lugar, aunque sentía algo de temor, sus ojos se movían de aquí para allá, tratando de analizarlo todo. —Veamos… no es todo por hoy —dijo Ratmons —vete —haciendo un gesto con su mano. Kevin empezó a moverse muy rápido, que las luces parecían simples reflejos en el techo. La silla iba más rápido que el tren subterráneo. Sus dedos se aferraban con fuerza sobre la posa brazos, de una forma u otra se encontraba como adherido a la silla, quizás era por el impulso, pero Kevin temía que en el momento que la silla se detuviera, saldría impulsado hacía delante con mucha fuerza. Pero de la silla salieron unas pulseras, aferrando sus muñecas, sintió que los pies también fueron asegurados, y un cinturón de seguridad se colocó a través de su cintura, en el milisegundo correcto cuando la silla se detuvo bruscamente. Kevin sintió como si una parte de él hubiese salido desprendida hacía delante, por el rápido frenado. —Bienvenido —dijo una voz computarizada y una pantalla gigante se encendió frente a Kevin. Las manos cintura y pies fueron liberados. Kevin ya podía tener completa movilidad de su cuerpo, y se levantó por primera vez sobre sus pies. —Puedes tomar una prenda —dijo la voz, y una luz se encendió al final de la habitación, mostrando una variedad de prendas de vestir. Kevin se apresuró al ver las prendas y tomó un pantalón y se lo colocó encima de sus calzoncillos, el frio se estaba haciendo presente quizás era porque su cuerpo comenzaba a tener reacción o la habitación tenía una baja temperatura.
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