Capítulo 10

1051 Words
Los últimos meses, el señor Thomson llevaba a la casa a Jeremy con la intención de que Bárbara se fijara en el chico, pero ella solo tenía ojos para Kevin; una parte era para llevarle la contraría a su padre y otra porque de verdad Jeremy era insoportable. Las conversaciones eran siempre egocéntricas, a diferencia de Kevin, el cual era dulce y atento con ella, además de estudiar juntos, tenían toda las de ganar. Ya los dos chicos habían cumplido los dieciocho años de edad, y estaban terminando sus estudios antes de entrar al verano, donde ambos sabían que sería el último juntos, antes de que Bárbara se fuese a la universidad estatal; sin embargo, Kevin, no tenía esos recursos, su madre no había podido reunir para que el chico presentara. Los últimos años tuvo un bajo rendimiento académico, por lo cual sería difícil para él conseguir una beca. El señor Thomson sentía mucha emoción al saber que los novios por fin se separarían, solo contaba las horas para que todo acabara, pero mientras tanto usaba a Jeremy como arma de destrucción de relaciones, y futuro estudiante de la universidad estatal. —¡Si claro que lo conozco! —respondió Kevin, estirando la mano para dársela a Jeremy, ocasionando una clara tensión en el lugar. —Bueno… ¿pasamos a la mesa? —preguntó la señora Thomson, viendo la negativa del muchacho en dar la mano. —Si, por nosotros está bien —respondió Bárbara. Jeremy guiño un ojo a Bárbara no dándole importancia la mano de Kevin. Bárbara metió la mano por debajo del brazo de Kevin entrelazando sus manos para ir al comedor. —¿Por qué no te sientas a mi lado Kevin? —dijo el señor Thomson abriendo la silla que estaba a su lado. Quizás en otra ocasión habría sido un gran honor para el chico, pero matemáticamente si se sentaba iba a dejar a la chica a lado de Jeremy. —¡No! El se va a sentar aquí a mi lado —dijo Barbara mirando a su padre con sus ojos sin parpadear. Ambos tenían el mismo carácter, y su padre para no entrar en contienda y armar un espectáculo en el recinto, cedió un poco. —Esta bien, solo quería hablar con el chico —dijo el desinteresadamente. —Por mí no hay problemas —dijo Kevin. —¡Que no! —dijo ella. —Ya vemos quien domina la relación —dijo el señor Thomson con algo de malicia en su rostro. —No, yo no lo dominó, solo lo defiendo —bramó ella. —¿Lo defiendes de qué? O ¿de quién? ¿acaso soy su enemigo? —preguntó el señor Thomson señalando su pecho con los ojos abiertos. —Sabes muy bien a lo que me refiero, por favor deja el drama. —De verdad no lo pudo creer, que pienses de mí de esa forma, que va a decir Kevin. Bárbara meneó la cabeza, pues su padre ya había empezado hacer drama, ella solo meneo la mano encima de su cabeza, y sujetó la mano de Kevin. —Por favor ¿puedes sentarte conmigo? —¡Claro! Para mí es todo un honor —digo él con una sonrisa sincera. —¡Muy bien tortolos a comer! —dijo la señora Thomson. Jeremy se sentó a lado del señor Thomson. —Sabe que la materia prima se está perdiendo —masculló mientras engullía un trozo de pan de la mesa. El señor Thomson movía la cabeza, asintiendo a lo que Jeremy le decía, pero echaba miradas furtivas a la pareja, para ver si cometían una de las seis faltas. El señor Thomson había creado una regla en su casa. Nada de besos más de dos segundos, nada de abrazos sin sentido; solo se podía abrazar al llegar, al despedirse, por un cumpleaños, por un aniversario, o la entrega de algún premio, nada de manoseos ni juegos vulgares, no se permitían las miradas por más de diez segundos, no se permitían secretos cuando estaban en compañía, nada de encerrarse solos en un cuarto, y por último nada de ver películas románticas: alguna falta a estas reglas, hacía una suspensión inmediata de las visitas programadas, y se perdía el derecho a dos salidas consecutivas. —¡Brad! ¡Brad! Te estoy hablando —le dijo la señora Thomson a su esposo. —¿Qué ocurre mi cielo? —dijo el señor Brad dirigiéndose a su mujer. —Que por favor demos las gracias —le dijo ella. —Ah pues claro, pero es mejor que este año las de Kevin ¿No te parece muchacho? —¡Qué bien! —dijo Bárbara. Pero Kevin no pensaba de la misma forma, las manos le habían empezado a sudar, por la reciente decisión. —Prefiero que sea usted —dijo con voz suave Kevin. —¿No crees en Dios? ¿O quieres que lo haga Jeremy? —dijo el señor Thomson. Jeremy que aún masticaba pan, miró al señor Thomson algo contrariado. —No, esta bien, yo lo hago —dijo Kevin, que no permitiría que Jeremy le robara la idea. Todos se agarraron las manos, y aunque Kevin estiró la suya, Jeremy solo la puso cerca, pero no se atrevió a tocarle. —Señor… empezó Kevin, pues así siempre se empezaba o eso era lo que el recordaba —…tú que permitiste la sobreabundancia en este hogar, gracias al trabajo arduo y fructífero, donde entregaste la sabiduría al señor Thomson para sostener a esta hermosa familia, gracias por todo, y por favor entrega hoy el pan en cada mesa… amen. —¡Vaya! —dijo la señora Thomson —que bonito, la cual estaba algo sorprendida. El señor Thomson a diferencia estaba algo molesto, pues esperaba que las gracias se convirtieran en un bochorno para el muchacho. Bárbara se abalanzó a darle un abrazo a Kevin y el rostro del señor Kevin y el señor Thomson cambió su reacción, pero antes de tocarse los jóvenes, frenaron inmediatamente, recordando. El señor Thomson golpeó la mesa con su puño, tumbando una copa. —¡Por favor Brad! ¿Qué haces? —dijo la señora Thomson que sonó más como regaño que como pregunta. —¡Lo siento… lo siento! —repitió él.
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