Capítulo 6

1092 Words
Kevin se encontraba en su habitación dibujando encima de una desgastada mesa de madera, mientras Boo y Flaf disfrutaban alegres unos trozos de sándwich en un rincón, la luna esa noche había decidido colocarse frente a su ventana lo cual le daba excelente claridad. Un par de cosas pasaron por su mente en ese momento, mientras dibujaba el rostro de Bárbara, la cual parecía haberle robado más de un suspiro en los últimos minutos, el sin darse cuenta estaba empezando a sentir cosas dentro de él. En la cabeza de Kevin solo estaba plasmado su primer encuentro con Bárbara. Pasó la mano suavemente arrastrándola sobre la hoja, dejando mostrar un rostro muy artístico: los ojos de Bárbara se encontraban sonrientes; abiertos de par en par, en su mejilla izquierda había aparecido un hoyuelo. Kevin levanto la hoja y la luz de luna atravesó el dibujo quedando la figura artística dentro de la circunferencia lunar. —Deberías descansar hijo —dijo la señora Martha entrando a la habitación de Kevin. Kevin de inmediato bajó su dibujo volteándolo encima de la mesa para ocultarlo. —¡Qué bonita! ¿Quién es? —peguntó la señora Martha sorprendida. —No es nadie —respondió Kevin colocándose como un tomate. —¿Por qué le das comida a los ratones?, ¿acaso piensas que son mascotas? —¡Déjalos, son mis amigos! —gritó Kevin, pero muy tarde, ya la señora Martha estaba pisoteando el suelo. —¡Deberías salir más! Y tener amigos reales —bramó ella, marchándose de la habitación. Luego que la señora Martha quedó fuera de la vista, los roedores volvieron al festín, mirando a la puerta de vez en cuando con cara de desdén. Kevin colocó la mejilla sobre la mano, viendo por la ventana, cuando unos ojos aparecieron en la luna. Kevin se resbaló de inmediato, su cabeza resbalo de su mano y cayó sobre la mesa creando un gran ruido, golpeándose la nariz. Boo y Flaf corrieron nuevamente a resguardarse por el estrepitoso sonido. Kevin levanto el rostro agarrándose la nariz, que por alguna razón no le dolía y tampoco había sangre de por medio. —¿Qué ocurre? —entró su madre a la habitación. —Nada, solo resbalo, pero estoy bien —respondió sorprendido de que de verdad lo estuviese. —Bueno, ya deja de jugar, es hora de acostarse señorito, que mañana hay que levantarse temprano. —Está bien —masculló Kevin, levantándose y lanzándose encima de su cama; que estaba hundida en el medio. Kevin se encontraba viendo el techo, que, por la humedad, había creado algunas formas, ese su entretenimiento nocturno imaginar diferentes figuras y como luchaban entre ellos. Los sueños de Kevin esa noche fueron confusos, había una especie de dragón que lo perseguí por el puesto de frutas echando fuego por todos lados; su madre se encontraba paralizada en el lugar y Kevin y el dragón se dirigían allí. Kevin gritaba con todas sus fuerzas, pero las palabras no parecían tener sonido. Kevin comenzó a elevarse en el aire mientras veía como el dragón atacaba a su madre y luego la bestia colocó la vista al cielo, parecía incapaz de volar. Kevin se levantó sudando de la cama, estaba envuelto entre las mantas, al parecer había tenido mucho movimiento esa noche, su corazón aún se encontraba sobresaltado y su garganta se encontraba completamente seca: era como si hubiese corrido un gran maratón. La luz se metía debajo de su puerta, su madre ya se había levantado. Kevin se dirigió a lavarse los dientes y sus manos estaban temblando, parecía que había vivido algo real, aunque el sabía que era un sueño. De vez en cuando Kevin lanzaba miradas furtivas a la puerta, esperando que algo entrara y lo atacara, los niveles de ansiedad y pánico se encontraban en sus límites. —¿Vas a desayunar aquí? —preguntó la señora Martha. Kevin dio un sobresalto dando un grito de terror —¡aaaaaaaargg! La madre de Kevin también gritó —¡aaaaargg! ¿Qué te pasa te volviste loco? Pero Kevin aún parecía asustado, su pecho bajaba y subía en repetidas ocasiones. La señora Martha se dio cuenta por la palidez de su rostro que Kevin estaba muy asustado de verdad. —¿Qué te ocurre mi cielo? Amor, dime algo que me estas asustando. —Nada mamá discúlpame tú. La señora Martha se quedó viendo a Kevin con ojos de recelo, como si cuestionara el comportamiento de su hijo. La mañana ocurrió con normalidad, Kevin trató de ocupar su mente en otra cosa, contando las frutas que había en total en toda la tienda. —Vete a estudiar —le dijo su madre empujándole nuevamente. —No, aun es temprano. —¡Que no! Y no llegues temprano hoy, anda al cine, o a pintar con spray, metete en problemas. —¡Vaya! Ojalá mi mamá me hubiese hablado así —dijo el señor Terrent colocándose a lado de la señora Martha —recuerdo que una vez que me arrestaron, no fue para nada un buen día —tragó saliva amargamente. —Deja quieto que el muchacho viva sus experiencias —golpeó la señora Martha por las costillas al señor Terrent, el cual se torció de inmediato por la cintura. Kevin meneó la cabeza, pensando en porque su madre no le terminaba de dar la oportunidad al señor Terrent si se veía que eran más que parejas. Cuando llegó a la escuela en la entrada se encontraba Bárbara con una bonita falta blanca, llevaba los cuadernos sostenidos contra su pecho, y miraba en varias direcciones. Kevin se ocultó detrás de un árbol esperando que se apartara del lugar, pues no tenía las fuerzas necesarias para pasar delante de ella. Su corazón estaba muy acelerado. —¡Mira a quien tenemos aquí! ¿de quien te escondes rata? —dijo una voz que le provocó una desilusión en ese momento, el corazón se había detenido y no era por Bárbara, si no por temor. A Kevin vino de inmediato el sueño que había tenido del dragón que echaba fuego, y vio en el medio a Barbaba. Igual que en el sueño, si Kevin corría, Bárbara podía terminar lastimada, o el quedaría en ridículo frente a la escuela, por alguna caída. —Voltea rata quiero verte a los ojos —bramó Billy. Cuando Kevin volteó un gran puño del tamaño de su rostro venía hacía él. —¡Hola de nuevo! ¿te gusta estar en la enfermería verdad? —exclamó la señorita.
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