Capítulo 5

817 Words
En ese momento Kevin salió al pasillo y sonó la campana y tal cual como el lo había visto, todo el pasillo se inundó de estudiantes. Pero Kevin solo salió de allí, hasta la salida, dando un gran suspiro de alivio. Algo estaba ocurriendo con él, nunca en su vida le había pasado algo similar —¿Qué te ocurre hijo? —preguntó la señora Martha al ver a su hijo alterado. —Nada mamá —respondió, pero su voz salió de lo más profundo de él. La señora Martha se quedó viendo a su hijo un poco preocupada, pero no quería meterse en la vida de él, ella siempre le dio su espacio, y pensó que quizás se trababa de un problema de mujeres. Kevin se dispuso a ordenar las frutas, dejando su mochila a un lado. —Aprovecharé que estás aquí, para realizar otro pedido. —Está bien mamá. Kevin estaba viendo a la nada, ya todo estaba ordenado, su madre se había marchado hacía unos treinta minutos. —¿Tienes peras amarillas? —dijo un hombre vestido con un traje n***o, muy sofocante para el cálido verano.  —¿Ah? ¡Lo siento señor! ¿Podría repetirme? Estaba… —¡Claro! —dijo el hombre con una amable sonrisa. —Quisiera por favor unas peras amarillas. Kevin arrugó los ojos y mostró su dentadura con una mueca extraña de su boca —solo me quedan verdes señor, pero le prometo que están muy buenas. —No me sirven así —dijo el hombre levantando su rostro para oler algo en el ambiente —pero gracias —dijo oliendo algo agradable. —¿Qué es ese olor? —¿Cuál? —preguntó Kevin con algo de curiosidad. —¿Eres tú? —masculló el hombre. —No se de que esta hablando, pero mi madre viene en unos minutos con una nueva mercancía, y quizás allí venga peras amarillas —bramó Kevin algo temeroso. —Umm, ya no estoy interesado en comer peras amarillas —dijo el hombre —quiero entender, porque desprendes un olor tan fascinante —dijo el misterioso hombre cerrando los ojos, como si no pudiese contenerse. Kevin se sentía algo asustado, por lo que el hombre le estaba diciendo. —¡Señor Terrent! —vociferó Kevin. —¿Dime Kevin? —preguntó el señor Terrent, mirando al hombre que estaba allí. —¿Podrias ayudarme con el cliente? No entiendo cual es la fruta que buscas —dijo Kevin cuidando cada una de las palabras que decía. —No te preocupes —respondió el señor Terrent entendiendo todo lo que estaba diciendo Kevin. —¿Qué necesita señor? —le dijo al hombre misterioso de forma no agradable subiendo un poco la cabeza. Kevin sabía que el señor Terrent lo defendería como si fuese un hijo: siempre estuvo enamorado de su madre la señora Martha, y Kevin no era tonto para no darse cuenta; simplemente la señora Martha se había olvidado del amor mucho antes de su nacimiento. —Solo quería hablar algo con su… no su hijo no es —aseguró el sujeto. —Ese no es su problema, ¿Qué le pasa? El hombre sonrió de forma siniestra. —Me llamo Rogers y seguramente nos veremos luego —dijo dándose la vuelta. —Qué hombre más siniestro —masculló el señor Terrent mostrándole a Kevin su piel de gallina. —Me pregunto ¿Qué quería decir? —dijo Kevin tomando una pera en su mano y mordiéndola.   —Llegue hijo —anunció la señora Martha —aquí hay peras amarillas, que no quedaban ¿Qué están viendo? —dijo ella mirando en dirección donde Kevin y el señor Terrent veían. —Nada —respondieron al unisonó. —Los dos son unos extraños, parecen padre e hijo. —Bueno yo veo a Kevin como un hijo —dijo el señor Terrent colocando una mano sobre el hombre del muchacho. Kevin miró como la mano del señor Terrent se quedó sobre su hombro ensuciándolo de tierra. —No empiezas Tom —dijo la señora Martha, mirando al hombre con algo de desinterés. —Llegará el momento, que voltees a mirarme —recitó antes de marcharse. —¡Tom! ¡respeta! ¿No ves que Kevin está aquí? —Por mí no se contengan —dijo Kevin zafándose de la responsabilidad. —Ves Kevin lo aprueba ¿verdad? —dijo el señor Terrent devolviéndose. —¡No! A mi no me metan en sus asuntos. —Cuando venga Drácula de nuevo por ti dejaré que te chupe la sangre —le susurró el señor Terrent al oído a Kevin. —¡Oye! ¿Así quieres ser mi papa? —¿Qué ocurre? ¿los estas amenazando? —bramó la señora Martha dándole golpes al señor Terrent con una caja de cartón. Los tres comenzaron a reír, como si fueran una gran familia.    
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