6. No debe confiar en nadie

1404 Words
Capítulo 6. No debe confiar en nadie por acá, no todos somos personas decentes. Sir Artur mete todo en la cesta de la ropa sucia, luego busca algo que ponerse, esa tarde debía presentarse junto a su prometida ante la sociedad de este país, por fin le quedaría claro a su prima Ana que no tenía ninguna posibilidad con él, pensó el hombre mientras bajaba las escaleras para conocer a quien será su futura esposa. Mary Grant una mujer de veinticinco años, egocéntrica e irrespetuosa, hija de una de las familias acomodadas de la ciudad, mimada por su padre y acostumbrada a que todo el mundo haga lo que ella quiere y quien piensa que Sir. Artur la puede esperar toda una vida, porque fue el padre de él, quien la eligió para ser su esposa antes de morir debió llegar a la casa de Sir Artur ayer por la tarde, y gracias a su falta de compromiso Ana fue quien se aprovechó de su ausencia, citando a su primo a ese lugar para intentar una vez más meterlo en su cama. Ana le envió un mensaje al señor Abimael diciéndole que sería la señorita Grant quien estaría en aquel lugar, y como todos han escuchado lo comprometido que es el hombre de la realeza sabia muy bien que acudiría en búsqueda de su prometida, y no se equivocó. El problema ahora es que Sir Artur está molesto con la señorita Grant, además de querer cumplir con la mujer a la piensa desvirgo la noche anterior… Una hora antes Adaia había caminado por horas, estaba cansada sin mencionar que le dolía todo el cuerpo, su primera vez fue a los quince años con un compañero de escuela en un campamento escolar, los dos se escaparon del grupo y terminaron teniendo relaciones en un matorral, Adaia sintió dolor y sangró muy poco, el muchacho luego de conseguir lo que quiso no continuo la relación con ella, nunca llegaría a nada serio con una huérfana se había dicho y la dejó luego de volver del paseo. Después de eso Adaia no volvió a tener relaciones, cuando un chico se acercaba, ella aceptaba la relación, pero cuando la situación comenzaba a ponerse caliente ella huía del lugar, dejando al chico con los huevos duros, su m*****o erecto y el humor fatal, luego de un tiempo ningún chico se le acercaba, ya que era conocida como “la huérfana calienta huevos” Alejandro su amigo del orfanato se alejó para estudiar y volvió luego de un tiempo, él se interesó en ella, Adaia estaba mucho más hermosa y Alejo pensó que con él las cosas serían diferentes, además que ella ya no era la niñita inmadura de quince años que iba a la escuela y huía de los enamorados. Ellos se hicieron novios, pero las cosas con él fueron igual, por más que Alejandro a sus 23 años intentaba por todos los medios de llevarse a la cama a su noviecita, Adaia de 18 como siempre huía de la situación, refugiándose en las cuatro paredes del cuartito que el orfanato todavía le ofrecía, escuchando los consejos de sus hermanas de corazón, chicas menores que le aconsejaban que se aleje de él, porque lo habían visto con otras chicas y porque simplemente no les daba buena espina. Sin poder gozarla ni ganar nada a cambio, Alejandro recibió un día una gran oferta. Él acostumbraba a apostar y siempre ganar, algunas veces iba acompañado de Adaia, otras incluso la ponía de prenda como carnada, solo para conseguir más incautos interesados en su belleza, a quienes al final les quitaba todo su dinero, pero esa vez la propuesta fue demasiado tentadora y un apostador empedernido como él, no pudo decir que ¡no! Por eso Alejandro perdió la apuesta, y fue por eso que la drogó… Ahora después de la noche tormentosa, muerta de sed y adolorida la jovencita camina sola a mitad de la nada, huyendo nuevamente, sin saber a dónde llegará. Ella escucha un sonido extraño y se detiene, se da cuenta que no viene de donde ella había salido, sino que viene en sentido contrario, observa con detenimiento y puede notar varios vehículos acercándose, Adaia se hace a un lado para dejarlos pasar, pero ellos se detienen frente a ella, -- Buenos días señorita, ¿necesita que la ayudemos? – le pregunta el conductor del primer vehículo, Adaia desconfiada niega, después de lo que le hizo Alejandro anoche ella no volverá a confiar en nadie, -- No necesito nada señor, gracias de todas maneras – le dice y quiere seguir su camino cuando el viento abre la chaqueta del traje que llevaba mostrando un escucho en ella, la mujer que estaba sentada en el asiento de atrás reconoció al instante el escudo, es el mismo que su padre le mostró en el mensaje enviado por el padre de Sir Artur antes de fallecer, ella miró a Adaia y pudo notar las marcas en su piel y los chupones en su cuello, -- Peter ¿dime que hay más adelante? – le pregunta la mujer de veinticinco años, el chofer mira por el espejo a su joven ama sin comprender, -- No la entiendo señorita, ¿Qué desea saber? – -- Quiero saber que hay en medio de esta nada desde acá hasta la casa de Sir Artur – le pregunta y su chofer asiente comprendiendo ahora, -- No hay nada señorita Grant – Mary mira por la ventana oscura a Adaia, la ropa que lleva es muy fina y parece nueva, sin embargo, los zapatos parecían demasiado corrientes a su lado, el bolso no hacia juego con lo que llevaba, además, parecía estar sucio. Pero la joven era hermosa y eso no lo podía negar, además de que parecía haber pasado una noche apasionada. Mary Grant no tenía que ser muy inteligente para saber con quién debió pasar la noche esa mujer, si ella misma no llegó a la casa de su prometido la tarde de ayer, ella cerro los puños al pensar que Sir Artur no parecía ser el hombre respetuoso y de principios que ella pensaba, y bajo la ventana para mirar de frente a Adaia, -- ¿Cómo está señorita?, noto que ha caminado mucho usted. Sabe que más adelante no hay nada más que tierra y carretera, que le parece si le ofrezco un auto para que la lleve a la ciudad, desde ahí usted puede continuar su camino hacia donde quiera que vaya – le dice mientras la mira de arriba abajo, Adaia la escucha y no puede creerlo, le acaban de salvar la vida, además que no era un hombre quien le estaba ofreciendo ayuda, sino una mujer que parecía ser decente. -- Yo se lo agradecería mucho, vengo horas caminando sin llegar a ningún lugar – le confiesa Adaia y Mary asiente, -- Me imagino, es una lástima que no haya encontrado la casa de mi prometido. Es lo más próximo a este lugar, pero es mejor así, Artur es un hombre peligroso, quizás la hubiera matado si usted le viera el rostro – le dice y antes de que chofer diga algo, ella se baja del auto y camina orgullosa hasta el auto de atrás, mira al conductor y le ordena, -- Te das la vuelta y llevas a la señorita a la ciudad, no quiero que regreses hasta que no la hayas dejado en la estación del tren – luego mira a Adaia, -- No debe confiar en nadie por acá, no todos somos personas decentes como yo – luego saca de su bolso una tarjeta y se la entrega, -- Tenga esto, utilícela para comprar un pasaje y busque una mejor vida. Yo en su lugar haría lo mismo – le dice y Adaia la mira asombrada, luego observa el dedo de la mujer que señala su cuello, Adaia se mira a través de la ventana del auto y logró ver una mancha de color, ella se avergüenza por el morado, mira a la mujer, pero Mary ya había girado y estaba regresando a su auto. -- Señorita suba por favor – le dice el conductor, Adaia no piensa más, ella sube al auto y agradece su buena suerte, le apena que esa mujer la haya visto así, pero no piensa volver a esta parte del país, y tampoco piensa usar la tarjeta que esa mujer le entregó.
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