Capítulo 5. He dicho que debo encontrar a esa mujer Abimael.
-- ¿Qué demonios es esto? – rujo al ver mi pecho con manchas rojas sobre él,
-- Es solo lápiz labial Sir Artur – me dice Abimael restándole importancia, y vaya, que gran consuelo pienso yo. De inmediato me percató que tengo algo escrito en él, paso mi dedo por ahí y noto que las letras han sido escritas con algo cremoso, miro a mi empleado para preguntarle que carajo tengo en el cuerpo cuando lo veo coger algo que había sobre la mesa, al parecer es el lápiz labial que utilizo la loca para dejar su mensaje.
Puedo leer lo que está escrito en mi pecho y solo puedo pensar en cómo hacerle pagar a esa jodida mujer su descaro,
-- ¿Señor que fue lo que ocurrió anoche? – me pregunta Abimael y puedo notar su rostro enrojecido al verme, todavía estoy desnudo y sé que eso no lo puede poner así, no sería la primera vez que me vea como mi madre me trajo al mundo, es aquella maldita frase que esa mujer ha escrito en mi pecho lo que lo hace sentir avergonzado,
-- ¡Deuda Saldada! – la leo en voz alta, y veo como su dedo apunta mi pecho, y luego los billetes que han caído al piso, puedo entender muy bien a que se deben esos billetes y siento rechazo por todo esto, ¿Quién piensa que soy yo para pagarme con unos billetes por lo que hicimos anoche?
Pero no puedo entender que mi hombre de confianza piense que pueda recibir dinero de una desconocida por una noche de pasión…
-- ¡maldita mujer! – rujo de rabia mientras regreso a la habitación, ahora quiero desaparecer todo lo que me recuerde a ella, y lanzo una patada sobre el vestido destrozado que esta en el suelo, solo verlo me recuerda lo débil que fui con ella. Maldita Ana, me las va a pagar, no sé qué fue lo que puso en esa bebida, pero debilito mi fuerza mientras esa mujer logró doblegarme, y ver esos billetes en el suelo solo me recuerdan las palabras de los hombres que se acercaron anoche, cuando me advirtieron sobre ella, debí entregárselas como querían y no estaría en esta situación, pero así es, ella no era lo que parecía, o mejor dicho si lo era y fui yo el idiota que cayó en su trampa.
Lo peor de todo es que ahora debo encontrar a esa mujer, no use protección cuando me acosté con ella, y para decir verdad estuvimos toda la noche descargando nuestro potencial, ella podría quedar embarazada del primogénito de los Berinson, y si fuera así, no puedo permitir que un hijo mío se crie lejos de mi vista, y menos con alguien que está muy lejos de llamarse dama, pues ese bebé siempre será un Berinson y mi responsabilidad.
-- ¿Abimael no viste a una ninguna mujer cuando llegaste? – le pregunto y lo veo negar, ella no ha podido ir muy lejos, vivo en medio de la nada precisamente para que nadie me moleste desde que me mude a este país. Pero, así como nadie puede llegar acá, así quisiera, tampoco podría alejarse sola, esa mujer nunca podrá llegar a algún lugar.
-- ¿Señor usted se siente bien? – me pregunta y no estoy seguro porque me hace esa pregunta, camino nuevamente hasta el baño y no puedo creer cuando miro mi cuerpo y veo la cantidad de arañazos que tengo en él, mi chofer debe estar pensado que me acosté con una gata en celo o algo peor,
-- ¡Maldición! – vuelvo a maldecir, si mi padre me viera en este momento, seguro se saldría de la tumba solo para darme una escarmiento,
-- Prepara todo, voy a darme un baño y apenas salga iremos a buscarla – le digo, ella no tiene la menor idea de los peligros en los que podría estar,
-- Señor no creo que deba hacerlo, se trata de – comienza a decir Abimael, pero mi mirada no deja que continúe,
-- He dicho que debo encontrar a esa mujer Abimael, sabes muy bien que no podrá llegar muy lejos sin un auto – le digo y tuve que repetir mi orden por segunda vez y él sabe muy bien que no me gusta repetir las cosas,
-- No tiene de que preocuparse señor, con el dinero recibido la joven ya no debe estar cerca. Además, usted le pagó muy bien, tanto que sintió que usted le pagó de más, incluso le dejó esos billetes como – me dice señalando los billetes en el suelo, y ahora bufo por mi mala suerte. Esa mujer fue la que me p**o unos billetes por la noche de se xo que le di.
-- ¡Carajo! – lo interrumpo, no quiero volver a tocar el tema del dinero y tampoco de lo que pasó en esta habitación. Entro al baño y cierro la puerta debo ducharme detrás de mí, todavía puedo sentir el olor de su perfume sobre mi cuerpo, y se siente demasiado desagradable cierro mis puños mientras abro el grifo y me meto debajo del agua, refriego mi cuerpo para quitar ese olor que no logro identificar pero que no me agrada para nada, salir en busca de esa insensata no estaba en mis planes, debo presentar a mi prometida esta mañana y ahora por culpa de la señorita Mary Grant no tengo a quien.
-- ¡Carajo! – susurro mientras pienso a donde diablos pudo ir. No sabe que no hay nada a kilómetros a la redonda, nunca pensé que esa mujer quisiera huir como lo hizo, ahora mismo podría estar siendo devorada por algún animal salvaje o peor aún podrían estar tomándola de rehén esos grupos de desalmados que rodean estas tierras, debí prestar más atención a mis amigos y comprar esta propiedad…
Decido salir rápido del agua, me puse una toalla alrededor de mi cintura y salí del baño, iba a dejar la habitación cuando noto una mancha roja en el colchón, eso llama mi atención, se supone que todo en esta habitación debería ser nuevo, me acerco para ver mejor, podría ser el mismo labial con el que escribió ese mensaje en mi pecho, pero no fue así, al ver el color pude notar que era… sangre.
-- ¿Virgen?, ¿Esa mujer era virgen? ¡No puede ser¡, Anoche no parecía ser así – Exclamo asombrado,
-- ¡Carajo! -- grito de frustración y veo subir a Abimael alterado,
-- ¿Qué pasa señor? – me pregunta y camina hacia mí, él también nota la mancha y se cubre la boca al notar lo que significaba, pero necesito corroborarlo con las sábanas, quisiera saber dónde están, solo así sabre si esa mancha es de anoche o es algo que estaba ahí y yo no lo sabía. Miro a mi empleado y puedo notarlo alterado,
-- ¿Dónde están? – le pregunto señalando la cama,
-- ¿Dónde están esas malditas sábanas Abimael? – le preguntó y camino unos pasos hacia él, Abimael ha sido un hombre muy leal desde que llegué a este país, no creo que ahora quiera comenzar a ser mi enemigo, porque no tiene idea de lo que soy capaz cuando considero a alguien un enemigo,
-- Acá esta señor – me dice y lo veo abrir un cajón para sacar la sábana usada. La estiro sobre la cama y puedo ver claramente la mancha de sangre en ella, frunzo en ceño mientras continúo observando la tela cuando Abimael me dice,
-- Lo siento señor la tuve que esconder por que la señorita Mary acaba de llegar – esas palabras me tomaron por sorpresa, miro la cama y veo la sábana manchada sobre el colchón, de pronto los pasos de mi prometida los escucho por la escalera, miro a mi asistente sintiendo que estoy perdido, soy un hombre demasiado comprometido, debo hacerme responsable por esa mujer, pero también debo ser responsable por Mary, es la prometida que mi padre escogió para mí, y aunque no me interese para nada, le prometí antes de morir que cumpliría su voluntad…
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-- Sir Artur, ¿estás ahí? – se escucha cada vez más cerca, mientras el asistente, mayordomo y hombre de confianza de Sir Artur sale de la habitación para darle el encuentro a su señorita prometida.
-- Señorita Grant, Sir Artur todavía está preparándose para la presentación. Él me pidió que por favor le diga que lo espere en el salón – el hombre de confianza de Sir Artur logra sacar a la señorita Grant de la escalera, él baja con ella hasta el primer piso y la lleva al salón, mientras que Sir Artur haciendo uso de su fuerza cambia de lugar el colchón volteándolo por completo, no podía permitir que su prometida se encuentre con esa mancha, él toma el juego de sábanas completo y junto con el lápiz labial se lo lleva a su propia habitación.