Capítulo 4. Lo siento Sir. Artur, no pude llegar a tiempo.
Mi cabeza dejó de pensar mientras mi cuerpo agradecía cada segundo de placer, pasaron segundos, minutos y horas hasta que mi corazón volvió a latir con normalidad, ya no había necesidad de seguir con esto, los efectos de la droga habían pasado, pero este hombre continuaba sobre mí, parecía como si el chofer hubiera sido drogado igual que yo,
-- Señor deténgase, ya estoy bien – susurre casi sin aliento, mis palabras eran opacadas por los gemidos que salían de nuestros labios, pero él no se detuvo, el sonido palmoteando del sexo seguía escuchándose por toda la habitación, y mis orgasmos hacían temblar mi cuerpo cada vez más seguido.
-- Estará bien señorita – susurraba sobre mis oídos, mientras seguía en su bai ben de lujuria,
-- la compensaré por todo – continuó diciendo, lo podía escuchar ahora repitiendo las mismas palabras que yo le había dicho antes, pero no tenía fuerzas para responder, las utilice todas cuando intente inmovilizarlo.
Cuando todo terminó y el silencio se apodero de él, yo estaba tan cansada y adolorida que pensé que no podría mover un músculo de mi cuerpo por un tiempo, sin embargo, no iba a dejar que él se diera cuenta. Esperé paciente a que se durmiera para salir de ahí, no iba a quedarme para compensarlo por nada, faltaba más.
Él la pasó tan bien como yo, y aunque debo reconocer que fui yo quien comenzó toda esta locura, no voy a negar que este hombre fue mi salvador, así que busqué en mi vestido roto, había guardado en él unos billetes y los puse sobre la cama, mi bolso debe estar en el auto y debo buscarlo para recuperar todo el dinero que hay en él.
No llego a ver bien, pero quiero dejarle un mensaje, también quiero ponerme algo de ropa, di un paso y tropecé con algo, parecía un lápiz labial, me imaginé que podría ser de la mujer que debía vivir en esta habitación, como no tengo una hoja donde escribir mi disculpa, sáquela tapa del labial y escribí sobre su pecho,
** ¡Deuda saldada! **
Luego volví a coger los billetes y los coloque sobre él, estoy completamente desnuda y hace un poco de frio, caminó en silencio tratando de buscar algo con que cubrirme, siento como si me hubiera pasado un tranvía por encima, pero debo salir de este lugar, pronto amanecerá por completo y no tendré cara para mirar a este pobre hombre, así que buscó algo de la supuesta mujer a quien se supone iba a suplantar esa mañana, imaginando que habrían más cosas de ella en la habitación, revisé rápido y encontré una puerta extraña, al abrirla quede impresionada de la cantidad de ropa de mujer que había en aquel lugar, la luz se encendió apenas abrí la puerta, cogí lo que estaba más cerca de mí y sin pensarlo mucho me vestí rápido, salí huyendo del ahí, solo espero no volver a cruzarme con este chofer y mucho menos con su patrón, menudo lio en el que estará cuando lo encuentren en la habitación de su jefa y se den cuenta de lo que paso ahí.
Bajo las escaleras en silencio, no tengo idea de donde está la salida, pero al menos la luz del alba me ayuda un poco, cuando por fin logré salir, me doy cuenta de donde estoy, y es precisamente como lo pensé, estoy en medio de la nada.
-- ¡Santo dios! – susurro mientras camino hasta el auto, mi bolso esta adentro y para suerte mia la puerta está abierta, eso solo significa que nadie ha llegado a este lugar desde la hora en que nosotros llegamos anoche, saco mi bolsa y veo los billetes que tengo. Ahora de día me doy cuenta de que es más de lo que pensaba, decido caminar en sentido contrario al que tomamos para llegar acá, no pienso volver para que Alejandro pueda aprovecharse de mí de nuevo.
Tengo el dinero que tomé de la apuesta y con él pienso comenzar una nueva vida en la ciudad vecina, sé que al orfanato no puedo volver, no quiero saber lo que dirá después de lo que me hizo anoche, pero de algo estoy segura, volveré, ahora solo necesito tener suerte y llegar a algún lugar con bien, solo eso.
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Sir Artur
Despierto por la mañana con un gran dolor de cabeza, anoche fue una noche de locos, mi prima nuevamente pretendió tenderme una trampa, está vez llegó Abimael a tiempo, si no en estos momentos estaría perdido, pero la droga que me puso no solo me debilitó como había pensado mi empleado, al parecer también tuvo efectos afrodisiacos, solo que estos llegaron bastante retardados. Estiro mi brazo para tocar el otro lado de la cama, ahora debo hacerme responsable por la mujer a la que ayude anoche, aunque según los hombres a los que les pague una considerable suma de dinero, esa mujer es una gran estafadora que les robo su dinero, sin embargo, no parecía ser así, solo por la ropa que llevaba puesta, pero ¿Quién soy yo para juzgar a alguien por la ropa que lleva?, cuando yo mismo vestía el traje de mi chofer anoche.
Toco al costado y me extraña encontrar la sabana tan fría, intento abrir un ojo, aunque me late la cien para ver el otro lado de la cama, e intento reincorpórame en ella,
-- ¡Oh! Carajo – susurro mientras caigo sobre una almohada, estoy mareado y mi cabeza todavía me da vueltas, Ana realmente me las pagará.
Puedo escuchar pasos acercarse, debe ser la mujer, seguro quiere algún tipo de compensación, no tiene idea de quién soy y mucho menos de lo que pienso proponerle ahora que la he hecho mi mujer, la puerta se abre y en lugar de que esa hermosa dama entre a la habitación es Abimael quien lo hace,
-- Lo siento Sir. Artur, no pude llegar a tiempo anoche, la señorita Ana estaba incontrolable. Su padre se siente ofendido luego que usted la dejara sola en aquel lugar. No sabía que se quedó en la habitación destinada para su – de pronto lo veo callar y mirar mi cuerpo con los ojos asombrados, intento levantarme, pero mi cabeza me duele demasiado.
-- ¡Ah! – me quejo, mi cabeza se siente fatal,
-- maldita Ana – susurro, ella deberá pagar por lo que me hizo anoche. Y encima su padre piensa que yo debería haber salido con ella después de todo, esa familia está loca.
-- Lo siento señor, pero usted – de pronto Abimael señala mi cuerpo, no estoy seguro de nada, observo la habitación, y noto el vestido destrozado de la muchacha, estoy en la habitación que ha sido preparada para mi prometida, bajo mis pies y algo llama mi atención, de pronto unos billetes arrugados caen sobre el piso, acaso eso era lo que señalaba Abimael, me pregunto, pero mi empleado continúa viendo mi pecho,
-- ¿Qué carajo es esto? – me pregunto y me levanto con dificultad,
-- Sir Artur – se acerca Abimael, siento que pronto reventará mi cabeza y mi cerebro saldrá disparado por todas partes, estoy sentado sobre la cama, mi chofer, asistente y mayordomo de confianza me ayuda a levantarme, camino hasta el baño y abro la puerta, de pronto me quedo observando mi cuerpo frente al espejo, y puedo ver claramente lo que Abimael miraba desde que ingreso a la habitación…