VII Esa misma noche habíamos quedado para cenar, invitados por Luisa, que había querido corresponder a la comida de Pascua: la novia de Vittorio quería estar siempre a la par del hombre y rehusaba, entre otras cosas, la costumbre por la que debía ser siempre el hombre el que invitaba: pretendía que se pagara por turnos, así que evidentemente me tocaría a mí invitar a la próxima. Al principio no había entendido demasiado bien a esa mujer, habiendo notado, justo cuando nos conocimos, un momento de fragilidad25 que me había ocultado su enorme fuerza de voluntad y muchos otros méritos, pero al irla conociendo posteriormente junto a mi amigo, llegué a comprender su extraordinaria personalidad. Luisa no nos invitó a cenar en nuestro restaurante habitual, sino en un simpático y pequeño restaura