Son las 23:40 del miércoles 12 de febrero, estamos en Turín: un m*****o importante del partido que hasta ahora ha tenido la mayoría tanto en el país como, por lo general, localmente, la Democracia Cristiana, un empresario muy rico de ideas conservadoras, consejero y asesor regional y candidato en las elecciones piamontesas de junio, al volver a casa andando de una reunión en la sede vecina del Consejo Regional, es asesinado delante del portal con dos disparos de pistola. Las investigaciones del homicidio las dirige el subjefe Vittorio D’Aiazzo. El 12 de febrero del año siguiente, se perpetra inesperadamente otro asesinato, también de una personalidad política. Un tercero el 12 de febrero de 1977. Finalmente un cuarto, algunos años después, también el 12 de febrero. Todos estos homicidios presentan las mismas peculiaridades. Es finalmente gracias al cuarto delito como D’Aiazzo encuentra la solución, llevando ante la justicia el sorprendente asesino en serie.Estamos a principios de febrero de 1975, año de elecciones regionales y municipales que se llevarán a cabo entre el domingo 15 y el lunes 16 de junio. Los electores de centro derecha están nerviosos: previsiblemente, en la mayor parte de las regiones y los ayuntamientos el Partido Comunista Italiano está a punto de recoger los frutos de su siembra de promesas de una sociedad mejor y, sobre todo, más justa, ya que, después de más de ocho años de manifestaciones en la calle a menudo violentas y de un aún más alarmante terrorismo fascista con bombas y extremismo comunista revolucionario pistolero, está aumentando sus electores a gran ritmo. Son las 23:40 del miércoles 12 de febrero, estamos en Turín: un m*****o importante del partido que hasta ahora ha tenido la mayoría tanto en el país como, por lo general, localmente, la Democracia Cristiana, un empresario muy rico de ideas conservadoras, consejero y asesor regional y candidato en las elecciones piamontesas de junio, al volver a casa andando de una reunión en la sede vecina del Consejo Regional, es asesinado delante del portal con dos disparos de pistola. Las investigaciones del homicidio las dirige el subjefe Vittorio D’Aiazzo. El funcionario piensa en uno de tantos atentados contra políticos y magistrados perpetrados en el mismo período por las Brigadas Rojas, pero la ausencia de reivindicación, contrariamente a la costumbre de esa organización subversiva, siempre lista para lanzar un comunicado sobre el delito cometido, le hace reconsiderarlo: le resulta más verosímil que el móvil sea privado o bien tenga un trasfondo político, pero ligado a algún interés personal. Las investigaciones se centran, como es habitual, sobre todo en el entorno familiar del muerto y luego entre las amistades y el entorno de trabajo; se buscan posibles amantes y sus correspondientes cónyuges celosos, tanto de la esposa, cardiocirujano de fama internacional, como de la propia víctima. Entretanto se analiza el carácter del político difunto, quien parece haber sido, tanto en la vida privada como en su trabajo como empresario, violento hasta el sadismo. ¿Una venganza de alguna víctima? Las investigaciones continúan durante mucho tiempo sin éxito y el 12 de febrero del año siguiente, se perpetra inesperadamente otro asesinato, también de una personalidad política. 1976 es también año de elecciones y el peligro es mucho mayor para el centro derecha que en el año precedente: se trata de la renovación de los miembros de la Cámara y el Senado y los comunistas parecen aún más próximos a la victoria: ¿se hará realidad la amenaza que, desde la posguerra, los democristianos han agitado ante los electores moderados citando una antigua profecía, el peligro de que los cosacos hagan abrevar a sus caballos en las fuentes de Roma? ¿La Unión Soviética se convertirá de hecho en la dueña de Italia? El comunismo no gana en las elecciones del 76, pero pisa los talones a los demás partidos y se prepara para expandirse y gobernar. En 1977 se perpetra otro delito, esta