V Estaba próxima la festividad de la Pascua, que aquel año caía el domingo 30 de marzo. Mi católico amigo celebraba las principales fiestas religiosas no solo en la iglesia, sino, desde hacía años, invitándome a comer, siempre en el mismo restaurante de corso Palestro, casi esquina con via Garibaldi, un local que enarbolaba en su letrero un apellido singular que despertaba el apetito y naturalmente, desde que se habían conocido, Vittorio también invitaba a su amada Luisa. Sorprendentemente, fue precisamente por ella, durante aquella invitación pascual, por quien obtuvo informaciones relativas a la investigación del homicidio de Beltramotti. —Fuimos compañeras de clase —comentó la novia de Vittorio en tono neutro, sin mostrar ningún interés por la afirmación, después de que mi amigo y yo