El Director Lancer suspiró antes de mirarme a los ojos. —Lo siento mucho, Sasha. Sé cómo te sientes, pero me temo que no puedo autorizar esta misión. Esto pone en riesgo a toda la agencia en caso de ser falso —aseguró—. ¡Ni siquiera tenemos la información necesaria para saber que tu hermana puede estar ahí! Me temo que una corazonada tuya no es suficiente para que te dé permiso, Sasha. Necesito algo más que eso para poder enviarte a un cuchitril lleno de señoritas dedicadas a la danza y a exponer sus cuerpos estilizados por unos tíos que no saben lo que quieren. —Pero... —comencé la frase, el Director me interrumpió impasible. —He dicho que no. No hay más que hablar —contestó, tajante. Apreté el labio, impidiendo soltar un improperio. No estaba siendo justo. Sabía lo importante que