Capítulo 1 Parte 1
Derecha. Izquierda. Derecha. Izquierda.
El ritmo de mis puñetazos era constante, como el latido de un corazón. Golpeaba el saco de arena con fuerza, sin dejar que nada me distrajera.
—¿Todavía sigues entrenando? —escuché una voz burlona a mis espaldas.
No le hice caso y seguí con lo mío.
El sudor me caía por la frente, mis músculos ardían por el esfuerzo, pero no me rendí. Él me observó con detenimiento a unos metros detrás de mí. Le divertía verme así.
—Quiero la revancha —continuó, desafiante.
Sin pensarlo dos veces, lancé un cuchillo que se encontraba en mi mano derecha en su dirección. El arma silbó por el aire y rozó su mejilla, impactando en la diana que acaba de aparecer en su espalda.
Él se encogió de hombros, sin inmutarse por el cuchillo que le había lanzado. Estaba acostumbrado a este tipo de cosas.
Comenzaba a ser irritante…
—No es justo —protestó, mirando el arma y luego a mí—. Te sabes de memoria este circuito. Necesitas un reto… —dijo pensativo, con una media sonrisa—. Lucha contra mí.
Aparté mi pelo con un movimiento rápido de mi cabeza para mirar así al chico rubio de ojos grises que me observaba con detenimiento y con una sonrisa en la cara.
—Tú no supones un reto para mí —repuse, jadeando por el esfuerzo.
—Creo que me subestimas, Sasha.
—No te subestimo, Gabriel —repliqué, acercándome a él para recuperar el cuchillo que seguía clavado en el blanco humano.
—Entonces, ¿por qué no te enfrentas a mí? ¿Qué tienes que perder? —insistió, siguiéndome hasta la diana donde estaba el cuchillo.
Lo esquivé con indiferencia. No entendía por qué se empeñaba en hablar conmigo, simplemente… quería que se alejara de mí. Él trató de agarrarme del brazo, pero lo inmovilicé haciéndole una llave y le puse el cuchillo en su cuello.
—¡Basta ya, Gabriel! —exclamé, furiosa—. Eres un gran espía y eres el único que puede igualarme. Manejas las armas blancas, las de fuego, el combate cuerpo a cuerpo… Tienes muchas cualidades —relajé mi agarre, sin embargo, el cuchillo seguía en su cuello—. Pero la modestia y la humildad no son una de ellas —sentencié.
Solté el cuchillo y me encontré con su mirada… ¿Arrepentida? No. Seguro que era una ilusión.
—Lo siento… —se disculpó, pasándose la mano por el pelo y clavando sus ojos grises en los míos—. Siento que seas tan blanda —dijo en tono de burla unido a una sonrisa.
—Eres tan infantil —le lancé una mirada enojada antes de comenzar a andar hacia la salida.
—¡Conseguiré esa pelea, Sasha! —gritó a mi espalda mientras yo me guardaba el cuchillo en la funda de mi pierna y cogía el rifle que había sobre la mesa.
Yo seguí mi camino, ignorándolo. Ese chico, mis queridos amigos, era Gabriel. Un compañero espía de la RNC (República de Nueva California), que llevaba dos años más que yo en la agencia, y no soportaba que fuera no uno sino dos niveles superior a él.
Siempre buscándome las cosquillas, y por más que le decía que no, él seguía insistiendo. Traté de borrar al idiota de mi cabeza y me dirigí a la cúpula. Allí, seguí caminando hacia la puerta y esta se abrió de manera automática, dejando ver a un chico de unos veintiséis años. Tenía el pelo castaño y liso, ojos marrones y gafas, vestía una camisa a cuadros roja, vaqueros y unas converse rojas desgastadas. Cuando me vio, sonrió con entusiasmo.
—¿Cómo está mi espía favorita? —me saludó dándome un abrazo.
Me quedé quieta. Era un encanto de chico, pero me había prometido no entablar ninguna amistad con ningún chico aun si este fuera un partidazo.
—Hola, Thomas —sonreí débilmente.
—Como siempre... tan efusiva —bromeó y se dirigió a unas de las mesas.
—Lo siento —me disculpé mientras siguiéndolo con la mirada—. Ya sabes como soy…
—Lo sé —apoyó las manos sobre la mesa y me sonrió—. ¿Cómo te ha ido el entrenamiento? ¿Te han servido las nuevas dagas que te conseguí?
Asentí con entusiasmo.
—Este tipo de cuchillos me gustan más, me dan más movilidad y rapidez…
—¿Y con el rifle? —me interrumpió.
—No está nada mal, aunque pesa demasiado y tiene mucha potencia. Cuando he llegado al cuarto disparo, el gatillo se atascó. Puede ser un problema.
Asintió, pensativo. Debía de estar pensando en alguna forma de hacerla más eficiente.
—Por eso me gustas tanto —dijo en un tono tan bajo que casi no lo oí.
Dejé el rifle y uno de los cuchillos en su mesa, el otro lo llevaba en mi cinturón junto a mi M9.
—Tengo que irme ya a la cama y tú deberías de hacer lo mismo —dije, dándome la vuelta para salir—. Llámame cuando quieras que pruebe algo más.
—Espera —me llamó. Me giré despacio y le miré—. Que duermas bien, Sasha.
—Buenas noches, Thomas.
Después de despedirme, me fui a mi habitación pensando en Thomas.
Eran las diez, quería levantarme temprano para entrenar, por lo que decidí acostarme pronto. Introduje el código en la puerta, 1808. Tragué duro y la puerta se abrió de golpe. Entré y dejé el cuchillo y el M9 en el escritorio. Me acerqué al espejo del baño y me miré.
¡Estaba hecha un desastre!
Me quité la ropa para darme un baño rápidamente. Al salir, me sequé para luego ponerme el pijama. Por último, puse el despertador y me acosté, no sin antes poner debajo de mi almohada el M9.
¿Qué pasa?
Todo podía pasar.
Cerré los ojos lentamente, no sin antes soltar un suspiro lleno de cansancio y dejándome arrastrar al mundo de los sueños hasta quedar profundamente dormida.
Estaba soñando.
Miré a mi alrededor, buscando de algún indicio que me indicara dónde me encontraba, pero solo había oscuridad y más oscuridad.
Estaba sola.
—¿Dónde diablos estoy?
—Sasha... Sasha... —me quedé petrificada. Era una voz siniestra y burlona, que me producía escalofríos—. Ven aquí. ¿Quieres jugar? —continuó la voz—. Si no vienes, tendré que jugar con Natasha.
—¡Ayúdame, Sasha! —lloró una voz.
Me levanté sobresaltada del suelo poniéndome en posición de defensa mientras los buscaba con la mirada.
—¡A ella no la metas en esto! —grité, saltando de la cama con la M9 en la mano.
Estaba empapada de sudor. Mi respiración era entrecortada. Me fijé más en mi alrededor, no había nadie más que yo. Relajé mi brazo dejándolo caer sobre mi regazo. Estaba cansada de tantas pesadillas…