Cuando llegué a la cúpula, mi corazón estaba en un puño. No sabía si tocar o directamente entrar como si nada. ¿Y si no estaba? ¿Y si no quería verme? Thomas era un buen amigo y me dolería perderlo. Decidí tocar a la puerta un par de veces. Esperé unos segundos y la puerta se abrió dejando ver a Thomas con sus gafas en la punta de la nariz. —¿Sasha? —preguntó un poco sorprendido—. ¿Desde cuándo pegas en la puerta? Thomas se echó a un lado para dejarme pasar. —Desde que soy persona non grata —respondí mirando ligeramente hacia abajo mientras entraba en la cúpula. No dijo nada, pero pude oír cómo cerraba la puerta. Supongo que aún había esperanza. —¿A qué has venido? —Pues a hablar contigo —me giré hacia él—. Ahora que estamos solos es el momento, ¿no? Me miró con recelo y cam