Escuché su risa a mis espaldas y eso, de alguna forma, me molestaba. ¿Se estaba burlando de mí?
—Claro —dijo mientras dejaba el saco junto a la pared y se volvía hacia mí—. ¿En qué quieres que te ayude?
Dejé caer las manos a ambos lados de mi cuerpo. Mi corazón seguía latiendo muy deprisa. ¿Qué me estaba ocurriendo?
—Yo —cogí aire—. Quería entrenar la elasticidad. Aguántame la pierna…
—Elasticidad… —se rió—. Eso no va a servirte mucho en un combate de verdad, Sasha.
Fruncí el ceño, ofendida. ¿Ahora se estaba riendo de mí? Yo estaba intentando ser amable y ¿él se estaba riendo de mí?
—¿Quieres ver como sí? —le desafié arqueando una ceja.
Gabriel sonrió entrecerrando sus ojos grises. Que ojos tenía… ¡Sasha! ¡Concéntrate!
—Apostemos algo —propuso mientras se acercaba a mí—. Un combate. El perdedor tendrá que hacer lo que quiera el ganador.
Sonreí. Este chico tenía mucha gracia.
—¿Olvidas que soy nivel 24 y que hemos combatido unas setenta veces a lo largo de todo el tiempo que nos conocemos y que tú no has ganado ni una de ellas?
—Esta vez será diferente —extendió su mano hacía mí para cerrar el trato mientras sonreía de lado—. ¿Aceptas? Prometo ser bueno.
—Vas a perder —estreché su mano con la mía.
Tras decir eso, dio un salto hacia atrás y se colocó en posición de combate, yo hice lo mismo.
—Ya lo veremos —me provocó con un gesto de la mano—. Ven aquí.
Me lancé hacia él y giré sobre mí misma. Le di una patada con la izquierda y otra con la derecha, pero las bloqueó y me empujó hacia atrás. Aproveché el impulso y di una voltereta con tirabuzón, aterrizando a unos metros de distancia. Con las puntas de los pies y las manos en el suelo, me impulsé nuevamente hacia él.
Salté y le rodeé el pecho con las piernas, tirándolo para desestabilizarlo y girando hacia atrás. Él perdió el balance unos instantes y yo aproveché para darle un puñetazo en el estómago. Aunque le di, él persistía. Me atacó con otro puñetazo y luego un rodillazo, que bloqueé con mi brazo derecho y di una voltereta hacia atrás apoyándome en las manos, para seguir con un golpe de izquierda y un fuerte empujón. Él cayó al suelo, derrotado.
Nuestras respiraciones estaban aceleradas. El sudor le perlaba la cara, haciéndole ver más atractivo de lo que ya era. Iba a ayudarle a levantarse cuando me tiró al suelo y se colocó encima de mí.
—Lo estoy disfrutando —rió al ver mi cara.
Le miré algo sorprendida, pero pronto recuperé la compostura.
—¡Tómatelo en serio, Brown! —le solté un gancho en la mandíbula para aturdirlo. Luego, me deslicé por debajo de sus piernas, apoyé las manos en el suelo y me levanté con rapidez. Quise girarme, pero Gabriel me agarró los brazos por la espalda, inmovilizándome. Otra vez.
Levanté mi pierna hacia delante hasta que golpeó la cabeza de Gabriel, tirándolo al suelo. Una vez ahí, me senté junto a él y lo moví un poco para ver si estaba bien. Él me miró cansado.
—Y decías que la elasticidad no servía en una pelea —me burlé con una sonrisa—. ¿Estás bien?
Suspiró.
—Acepto mi derrota, tenías razón —concedió—. La elasticidad sirve y mucho.
Reí ante su comentario, pero enseguida me puse sería de nuevo.
—Te he dado un buen golpe —le toqué la cabeza con cuidado y este se tensó al sentirme—. ¿Te duele?
Me miró pensativo durante unos segundos.
—Volvería a hacerlo —respondió. Le miré confusa, dándole a entender con la cabeza que siguiera—. Aceptaría que me dieras otra paliza… Si así puedo volver a verte sonreír.
Mi corazón dio un vuelco repentino. Maldita sea, ¿por qué me ponía tan nerviosa? Solo era un tío cachas que estaba como un tren.
—No las dejas ver mucho —continuó sonriendo mientras acercaba su mano a mi mejilla—, y es una pena, porque tienes una sonrisa preciosa.
Le miré fijamente, incapaz de apartar la vista de él.
No, no, no. No caigas, Sasha, me repetí.
No puedes enamorarte de él.
¡AYUDA, POR FAVOR!
—Perdón —oí una voz que venía de la entrada—. ¿Interrumpo algo?
Alcé la cabeza hacia la voz, era Thomas y se le veía molesto. A pesar todo, lo amé incondicionalmente en aquel momento.
—No, Thomas, no interrumpes nada —le contesté aliviada con una sonrisa mientras me levantaba del suelo.
Él carraspeó, irritado.
—Quería hablar contigo en la sala de armamento —Gabriel se levantó mirándole fijamente y Thomas le lanzó una mirada asesina—. A SOLAS —enfatizó.
Reí con ternura ante su hostilidad. Que infantiles eran…
—Claro, Thomas —me volví nuevamente para mirar a Gabriel—. Ve a que te miren la cabeza.
Él asintió y nos observó salir de la habitación. En cuanto me aseguré de que nadie nos veía, agarré el brazo de Thomas. Él me miró confuso y sonrió.
—¿Estás bien? —me preguntó.
—Gracias por interrumpir —le susurré antes de dirigirme a la sala de armamento.
Thomas me siguió rápido y cerró la puerta tras él.
—Bueno, dime —comencé a hablar captando su atención—. ¿Qué me querías decir?
Me miró sonriente durante unos instantes sin decir nada. ¿Soy yo o estaba más contento que de costumbre?
—Verás —se ajustó las gafas—. Eres una de las espías más increíbles que conozco. Y todas aquellas espías famosas tienen un nombre en clave.
Le miré sin comprender. ¿A qué venía eso ahora?
—Sir William Samuel Stephenson, nombre en clave Intrepid; Margaretha Geertruida Zelle, más conocida como Mata Hari; y muchos más… Y creo que tú deberías de tener uno —continuó.
—No necesito un nombre en clave, Thomas…
Él me ignoró y continuó:
—Tus enemigos temblaran al escuchar tu nombre —se le notaba emocionado.
—Bueno, a ver que tienes —le dije sentándome, resignada.
—¡Sí! —exclamó feliz—. ¿Qué te parece “Lady Naja”? Significa… —volvió a la carga.
Lo miré exasperada desde donde estaba.
—Sé lo que significa, Thomas… pero ¿por qué Lady Naja? —le interrumpí.
—Las serpientes najas son muy rápidas y sigilosas, sus mordiscos pueden hacer un gran daño y utilizan un potente veneno que paraliza y mata en casos extremo —explicó mientras se encogía de hombros—. Me recordó a ti.
—Una serpiente asesina te recordó a mi —reí con ironía—. Estoy conmovida.
Sus mejillas se tiñeron de un color rojizo y empezó a ponerse nervioso. Por un momento, la vergüenza lo invadió y aproveché para observarlo. Sus ojos marrones, visibles a través de sus gafas, me evitaban. Jugaba un poco con sus manos y eso me tentaba a apartarlas para que estuviera más quieto.
—También las najas obtienen un color muy bonito en verano y son realmente bellas —dijo mirando al suelo mientras metía sus manos en los bolsillos de su pantalón—. Como tú. La diferencia es que tú eres bella todos los días del año —dijo esto en un susurro apenas audible.
Mi corazón comenzó a latir muy fuerte. ¿Hoy era el día de ponerme nerviosa? ¿Por qué me pasaba esto ahora? Todos los tíos de mi vida se habían puesto de acuerdo para adularme… Hoy, de los 365 días del año…
—A... Ah… —¿En serio, Sasha?—. No… No está mal —deja de tartamudear de una vez, pareces tonta.
Él sonrió de lado mostrando una fila de dientes blancos como la nieve. Dios que sonrisa… Me di una bofetada mental. No era momento para estas cosas.
—Además, tengo unos dispositivos que irán muy bien con tu nombre —se situó cerca de mí y cogió ambas manos levantándome los brazos. Sinceramente no sé quién de los dos está más nervioso—. Un nombre bonito… para una chica preciosa —dijo mientras reducía la distancia.
¡Stop!
No podía permitirlo, no podía permitir que se acercara más…
Sasha Petrova, ¿me recibe? ¿Me recibe?
Era mi comunicador.
Cerré los ojos, aliviada. ¡Bendito sea el día que los inventaron! Hoy me estaba salvando por los pelos de muchas cosas. Puse una mano sobre el comunicador para hablar.
—Aquí Sasha Petrova, le recibo alto y claro.
Se requiere su presencia en la sala de tiro, los miembros más jóvenes necesitan instrucción. Cambio.
—Recibido, agente. Cambio y corto.
Cuando terminó de hablar, lo desconecté y guardé mi comunicador en la muslera, junto a mi cuchillo. Miré a Thomas.
—Ve, no te preocupes —parecía decepcionado—. Mañana te enseñaré tus nuevos juguetes —sonrió.
Le agarré del brazo durante un instante antes de salir hacia la puerta.
—Por cierto —me giré hacia él—, el nombre me encanta —le lancé una pequeña sonrisa. Este chico se preocupaba mucho por mí y casi nunca se lo agradecía—. Gracias.
—No hay de qué —me devolvió la sonrisa para volver a concentrarse en arreglar las armas que tenía sobre la mesa.
Estás jugando con juego, Sasha. Gabriel y Thomas se estaban metiendo demasiado en tu vida. Saber lo que pasará si él se enteraba… Desaparecerían de tu vida, como si nunca hubiesen existido y dejarían un terrible y gran hueco en tu corazón, al igual que ellos… No dejes que vuelva a pasar Sasha. No te involucres emocionalmente con estos chicos. Si no lo pagarás caro…