Se veía que tenía un humor de perros, y por un momento, pensé que me había pasado, pero si quería mantenerlo alejado de mí, era lo mejor que podía hacer. Enfadarle.
—Podemos arreglárnoslas bien solos… —refunfuñó por los pasillos.
Yo seguí mi camino mientras Gabriel me miraba, esperando por mi respuesta. Yo le ignoré, pero después de unos minutos mirándome fijamente, tuve que pararme en seco para ponerme frente a él.
—¿Tengo monos en la cara o qué? —pregunté cabreada.
—¿Realmente me estás diciendo que no te molesta esto? —me preguntó ofendido a la vez que sorprendido.
Este chico era más insoportable a cada momento que pasaba.
—¿Sabes qué? Sí, sí me molesta —sonrió al creer que estaba de acuerdo con él—. Me molesta ir contigo en esta misión. Ambos sabemos que no sabes acatar órdenes.
En menos de dos segundos su sonrisa se desvaneció.
—Yo sola podría completar la misión —contesté, fría—, pero solo acato órdenes.
Le dirigí una última mirada dándome la vuelta para ir a equiparme.
—¿A dónde vas? —escuché a mis espaldas.
—A buscar a Thomas —le contesté sin girarme. A cada segundo que pasaba lo notaba más molesto.
Salí corriendo hacia el cuarto de Thomas y dejando a Gabriel con las palabras en la boca. Llegué al final del pasillo y me detuve frente a la puerta con el número 8169.
—Creo que es aquí… —susurré.
Golpeé la puerta con el puño, suavemente. El silencio reinaba al otro lado. Tal vez estaría dormido. Insistí con más fuerza y oí un golpe seco y un alarido de dolor.
—¡Maldita sea! —maldijo Thomas desde dentro.
Contuve la risa mordiéndome el labio. Me imaginé la cara de sorpresa al tropezarse con algo o golpearse la cabeza. Thomas abrió la puerta y me miró. No llevaba camiseta y solo vestía unas calzonas cortas. El pelo lo tenía despeinado de forma que le daba un toque muy sexy… SASHA POR DIOS.
Moví mi cabeza para deshacerme de esas ideas.
—Siento llamarte a estas horas —le dije con voz seria—, pero tengo una nueva misión y necesito tu ayuda.
Él me miró con una sonrisa de lado.
—No te preocupes, siempre estoy disponible para ti —me dijo con dulzura. ¡mierda! ¿por qué era tan tierno...?
Salió rápidamente de la habitación para ir a la sala de armamento.
—Thomas —le llamé.
—¿Sí? —preguntó dándose la vuelta hacia mí. Torcí la boca.
—¿Piensas ir así?
Él se miró recordando que estaba medio desnudo. Inmediatamente se avergonzó y un cierto rubor tiñó sus mejillas de rojo.
—Vuelvo en un minuto —se disculpó, nervioso, corriendo y encerrándose en su cuarto.
Suspiré.
Este chico no tiene remedio, pensé divertida. Pasaron cinco minutos aproximadamente desde que entró en su habitación cuando salió por fin de esta.
—Lo siento… es que estaba dormido.
Negué con la cabeza para restarle importancia.
—No es para tanto —respondí.
Asintió callado. Se le veía más aliviado.
No tardamos mucho tiempo en llegar a la “sala de juegos”, según lo llamaba. Puso el código en la puerta y se apartó para dejarme pasar una vez se abrió. Yo me acerqué a la mesa y dejé la carpeta sobre ella.
—La misión es en…
—África —terminó él—. La Sabana para ser más exactos.
Lo miré confundida. Yo no le había dicho nada. ¿Cómo se había enterado?
—Mientras me estaba cambiando, me llegó al teléfono un archivo con los detalles de la misión —aclaró, avergonzado.
Asentí mirando la carpeta.
—Entonces esto no será necesario —la aparté a un lado para luego dirigir mi mirada a la suya.
—Vas a ir con él… ¿verdad? —dijo totalmente serio colocándose las gafas.
Por un momento no entendí a quien se refería, pero lo entendí.
—Supongo que creen que podemos trabajar bien los dos juntos.
Esto comenzaba a ser incómodo.
—Aunque preferiría ir sola —dije evitando su mirada.
Él negó con la cabeza. No lograba comprender por qué se lleva tan mal con Gabriel. Aunque tenía que reconocer que no era fácil tratar con él. Yo misma había querido matarlo en un par de ocasiones… en realidad, bastantes veces.
—Bueno —dijo respirando hondo—. Tengo algunas cosas para ti.
Thomas pulsó un panel que había a la derecha de la sala. Su pulgar dejó una huella luminosa en el panel, que se abrió con un zumbido. Detrás de él, se revelaron millones de armas diferentes, dispuestas en filas ordenadas.
Thomas seleccionó varias y las colocó sobre la mesa, yendo y viniendo varios viajes hasta que se detuvo frente a la mesa.
—Te presento a tus nuevos bebés —dijo con una leve sonrisa—. Te llevarás una 375H y H Magnum, la llaman el rey de la Sabana, aunque yo le he hecho unas pequeñas modificaciones… Es un rifle de gran calibre, capaz de derribar a un elefante de un solo disparo. También te llevarás una 458 Win Mag, otro rifle potente. Unas granadas normales e incendiarias, machetes, bengalas, rifles, pistola magnus, cables extensibles y walkie talkie.
—¿No es demasiado? —pregunté con incredulidad. No pensaba llevarme todo eso.
—Vas a enfrentarte a un tío que tiene un almacén lleno de armas y a saber qué más. Ni siquiera quiero imaginar cuantos lacayos tendrá bajo su mando, además de los animales peligrosos que te encontrarás —dijo convencido—. Te lo llevarás.
Consideré sus palabras por un momento. Sabía que era tan cabezota como yo y que no iba a cambiar de opinión. Además, tal vez tenía razón y necesitaba estar preparada para cualquier cosa.
—De acuerdo —accedí.
—Estupendo —sonrió con alivio—. Para mañana lo tendrás todo listo.
Asentí.
—Muy bien —respondí mientras miraba el reloj digital que llevaba en la muñeca. Las doce—. Debo irme. Tengo que hacer algunas cosas antes de acostarme.
Me dirigí hacia la salida cuando sentí que me agarraba el brazo con urgencia. Lo observé con curiosidad. Su mirada era fija y se tornó oscura. Como si me estuviera hablando con la mirada. Podía ver el dolor en sus ojos.
—Ten cuidado, Sasha. Creo que algo malo va a pasar.
—No me pasará nada —le contesté con confianza—. Buenas noches, Thomas.
Los pasillos interminables se encontraban vacíos, solo se oía el eco de mis zapatos. Tan solitarios como yo.
Suspiré.
Todo esto se me escapaba de las manos. Los chicos estaban actuando raro… en especial Gabriel. Tenía que ser más fría, justo como el hielo. Tenía que ser como una serpiente, solitaria, pero poderosa. Tenía que ser como el nombre que me había dicho Thomas.
Lady Naja.
Nada más abrir la puerta, miré hacia el suelo. Había una carpeta roja.
—Debe ser el expediente del agente Doyle —murmuré, cogiendo la carpeta con cuidado. Cerré la puerta tras de mí y me dirigí a mi mesa de trabajo.
Me senté en la silla y abrí la carpeta con curiosidad. Las hojas estaban llenas de datos e informes sobre el agente. Parecía tener un buen expediente académico y unas habilidades notables en el campo de batalla.
—Graduado con honores. Un 8 al tiro al blanco y un 7 cuerpo a cuerpo… No está nada mal —comenté en voz alta, pasando las páginas. Sin embargo, sabía que eso no era suficiente para sobrevivir. La verdadera prueba se mostraría en el terreno de juego. Tenía que ver si era capaz de seguir mis órdenes y de confiar en mí—. Creo que podrá ayudarnos… Debo avisar a la central.
Me levanté y cogí mi comunicador del lugar donde lo había dejado. Pulsé el botón y dije:
—Central, aquí la agente Petrova, ¿me recibe?
Le recibo. Cambio.
—Solicitud del agente Doyle, aceptada.
Recibido. Cambio. Procederemos a avisarle. Cambio y corto.
Guardé el comunicador y miré la carpeta con una mezcla de esperanza y temor.
Espero que no me decepcione, pensé. No quiero perder a otro compañero más.
Mañana salía a las seis… Lo mejor sería que durmiera algo. Me quité la ropa para dejarla encima del sofá y ponerme el pijama. Coloqué mi M9 debajo de la almohada como de costumbre y me acosté.
Recordé las palabras de Thomas.
—No va a pasar nada malo mientras yo esté aquí —susurré por última vez antes de caer dormida.