Capítulo 3 parte 2

1738 Words
Me despertó el estridente sonido del reloj. Lo miré con odio y sentí el impulso lanzarlo contra la pared. Odiaba madrugar y ese día no iba a ser la excepción. —Puto despertador —maldije entre dientes, apagándolo de un manotazo—. Para una vez que no tengo pesadillas, tengo que levantarme temprano. Me levanté de la cama con pereza y me puse el reloj de muñeca. Abrí el armario y saqué unos pantalones marrones largos, una camiseta nadadora blanca y unas botas militares negras. Me vestí rápidamente y me ajusté la bolsa para el muslo. Metí el comunicador y las pistolas en sus respectivos compartimentos. Sasha. Sasha, ¿me recibes? Reconocí la voz de Gabriel. Agarré el comunicador y pregunté: —¿Qué pasa? Trae tu culo aquí. Tenemos que irnos. Fruncí el ceño ante su tono grosero. No le vendría mal un poco más de educación. —¡Muestra un poco más de respeto a tus superiores, niñato! —le espeté, alzando la voz—. ¡Ya voy! Colgué el comunicador, cabreada. —Es idiota —gruñí enojada. Respiré hondo y me tranquilicé. Tenía que mostrar un poco de madurez. Era una agente profesional y no iba dejar que sus palabras me afectaran. —Céntrate Sasha. Céntrate en la misión —me repetí como un mantra. —No… No le hagas caso a ese imbécil —dijo una voz que provenía de la puerta. ¿Cuándo la había abierto? Me giré y vi a un chico pelirrojo, delgado y pecoso, vestido con unos pantalones verde militar, camiseta negra y botas militares. Era Doyle. Estaba en la puerta retorciéndose las manos, nervioso. —¿Qué haces aquí? —le pregunté aún molesta. —Ve… Venía a buscarte. Iban a mandar a Gabriel, pero pensé que no tendrías ganas de ver a un c*****o integral y me ofrecí —lo dijo con carrerilla sin siquiera respirar. Sonreí interiormente, había hablado dos veces conmigo y ya me conocía lo suficiente como para darse cuenta de eso. —Vámonos —respondí ya más tranquila. Salí por la puerta con él a mi lado. Nos dirigimos hacia el patio donde nos esperaba el avión que nos llevaría a África. Allí me encontré con un Gabriel rubio y musculoso, increíblemente nervioso. —Ya era hora —dijo, cansado—. ¿Dónde estabais? Lo miré mal, mi enfado había regresado. —Estabamos en mi habitación —respondí quitándole importancia—. No he tardado más de cinco minutos. Deja de quejarte que pareces una abuela con problemas de espalda. Observé a Gabriel con detenimiento. Este comenzó a apretar los puños, furioso. Jake Doyle, en cambio, empezaba a ponerse del mismo color que su pelo a cada segundo que pasaba mientras se tapaba la boca con la mano intentando retener su risa. —No seáis mal pensados —dije antes de que se enzarzaran en una discusión sin término medio. Mi reloj comenzó a sonar. —Son las seis, vámonos —ordené. Gabriel, Jake y los agentes Miller subieron al avión. Yo comprobé que no faltara ningún material y me monté en él, sintiendo una mezcla de nerviosismo y adrenalina. Las horas pasaron volando. Algunos aprovecharon para dormir un poco, mientras que otros se entretuvieron jugando a las cartas. Yo me dediqué a repasar la misión una y otra vez, para asegurarme de que todo saliera bien. Cogí la foto del objetivo. Artac Nephalem… Un hombre despiadado que se apoderaba de todo lo que quería, sin importarle a quién o qué pisotear. Personas como él me daban asco… La central me había ordenado que lo llevase con vida, y eso era lo único que me detenía para matarlo. De lo contrario, en cuanto lo hubiera tenido a mi alcance, le habría volado la cabeza. No… No, tú no eres así. No dejes que tu odio hacia esa persona te ciegue. Ya tendrás tu oportunidad de vengarte. Cuando llegue el momento… Tras revisar la misión por última vez, me levanté de mi asiento y me acerqué a unas cajas. De ellas saqué el equipo necesario para saltar: casco, gafas, guantes, mono de salto con arnés y un altímetro acoplado al casco, que nos avisaría de la altitud mediante un sonido estridente. Empecé a repartirlo entre los agentes que iban conmigo en el avión. Uno a uno fueron cogiendo su material. —Gra…. Gracias —sonrió tímidamente Jake. Lo observé un instante. Que chico tan inconstante… Se hacia el valiente delante de Gabriel y, sin embargo, conmigo… Bah, no le des más vueltas. Asentí con la cabeza y continué repartiendo las cosas. Por último, me dirigí hacia Gabriel, que estaba dormido. Lo moví un poco para despertarlo. —¿Qué pasa? ¿Ya quieres otro...? —dijo entreabriendo los ojos y con una sonrisa pícara. Analicé su frase y caí en lo que acababa de decir. ¿Acaso estaba soñando conmigo? Sin pensarlo dos veces, le lancé la bolsa con los equipo. —Aquí tienes tu material—le miré asqueada—. Ya casi es la hora. —¿La hora de qué? —preguntó agarrándose el estómago, donde había impactado la bolsa. En diez minutos estaremos en la altura de salto. Se escuchó la voz del capitán del avión por los altavoces. Cuando terminó de hablar, volví a mirar a Gabriel. Estaba blanco como la nieve. —En... ¿en la altura de salto? —preguntó tartamudeando. Me recordó a Jake—. Te…¿tenemos que saltar? —Así es… ¿tienes miedo rubito? —se burló Jake. Yo le lancé una mirada fulminante, haciéndolo callar. No podía creer que no supiera de esto… —¿Nunca has hecho paracaidismo? —pregunté con incredulidad mientras repartía los dobles paracaídas. —No —respondió con un hilo de voz—. Nunca. Suspiré con frustración. Por eso siempre prefiero ir a las misiones sola. Conocía mis limitaciones, y encima tenía que lidiar con un equipo que se comportaba como si fueran niños de preescolar. Le eché otra ojeada a Gabriel. Tenía el rostro perlado de sudor y respiraba con dificultad. Puse los ojos en blanco en señal de derrota. A ver cómo salía de esta…. —Escucha, voy a darte algunos consejos antes del salto —le miré seria—. Atiende bien. Él asintió nerviosamente y me miró con atención. —Primero, la postura al descender debe ser en posición vertical, así aumentarás la velocidad. Segundo, debes tener mucho autocontrol y equilibrio emocional; serás tú el que abra el paracaídas, no lo hará nadie por ti —asintió con la cabeza—. Tercero, ten cuidado con el viento, una ráfaga inesperada puede hacerte perder el control, sobre todo al ser inexperto. Y cuarto, estos paracaídas no tienen sistema de apertura crono-barométrico, así que tú deberás accionarlo. Gabriel se quedó pálido como un fantasma. —Tú no te separes mucho de mí y ábrelo cuando yo lo haga. Asintió en silencio. —¿Te ha comido la lengua el gato? —bromeó Jake—- ¿De verdad que no sabías que ibas a saltar al montar en un avión SOBRE África? —¡No te burles! —gritó Gabriel, molesto. —Calmaos —los interrumpí yo. Cinco minutos para el salto. Los miré por última vez y con un gesto les di a entender que se equiparan. Una vez todos listos, les di unas instrucciones antes del descenso. —Cuando saltemos caeremos en el lado sur de la sabana, exactamente encima de unos árboles. Nos desprenderemos del equipo allí para que no puedan encontrarlo. Luego bajaremos de ellos y andaremos hacia el norte. Habrá un claro a unos metros, allí nos esperan las provisiones junto con las armas y un jeep. Cuando lleguemos allí ya os explicaré el resto. Todos asintieron ante mis palabras en silencio. Un minuto para el salto. —¿Listos? —pregunté. —¡Sí! —contestaron todos al unísono. La puerta del avión se abrió entrando un viento furioso. Por instinto cerré los ojos para luego abrirlos de nuevo rápidamente. Esto iba a ser divertido. —¡Saltad! —grité. Harris y Alexis Miller saltaron primero, luego saltó Jake, no sin antes dirigirle una mirada llena de diversión a Gabriel. —Procura abrir el paracaídas antes de llegar al suelo —carcajeó antes de saltar al vacío. Será idiota. Lo había puesto más nervioso. —¡Vamos, salta! —le grité a Gabriel, que estaba paralizado. Él negó con la cabeza, así que me acerqué a él. —¡Puedes hacerlo! —le di confianza. Él respiró hondo y se acercó lentamente al borde. Antes de saltar me miró con miedo. Esperaba que le fuera bien. Cuando él saltó, cogí impulso y salté del avión. Sentí el viento en mi cara. Miles de sensaciones y emociones me recorrieron aumentando mi adrenalina. Excitación, libertad, euforia, todo en un único conjunto. Busqué a Gabriel, quien seguía asustado. Cuando me miró, le indiqué que me imitase. Acto seguido, me puse en posición vertical y espero a que mi altímetro me avise. Una vez sonó, abrí mi paracaídas. Fue un tirón bastante brusco, pero en cuanto comencé a planear pude fijarme en el paisaje. Todo era tan…. Bonito. Miles de árboles se encontraban a nuestros pies. Pájaros y animales exóticos corrían por la selva. A lo lejos se divisaba un claro junto a una enorme cascada. Ese debía ser el punto de encuentro. Escuché el grito de alguien y rápidamente giré mi cabeza. Gabriel se encontraba con los ojos cerrados y gritaba al punto de ser ensordecedor. —¡Gilipollas, abre los ojos! —grité. Él los abrió, pero eso solo provocó un grito aún más fuerte. —Serás nenaza —rió sonoramente Jake. No quería saber lo que pasaría cuando Gabriel lo tuviera a su alcance. Suspiré. —¡Chicos! —grité para llamar la atención de todos por el pinganillo— ¡Aterrizad en ese árbol! —¡A la orden! Comenzamos a descender hasta tocar con los pies las hojas del árbol. En seguida solté mi paracaídas cayendo por la copa. Como pude, me agarré a una de las ramas y me sujeté con fuerza. —¿Estáis todos bien? —pregunté por el pinganillo al tiempo que me subía sin dificultad a la rama. —Todo bien —contestaron. —Deshaceros del equipo y bajad del árbol —ordené—. Os veo abajo.
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