El viaje fue más largo de lo que había pensado. Incluso llegué a pensar que había dado un rodeo a propósito. En algún momento del viaje, me había perdido en aquél interminable laberinto de calles transitadas por numerosos vehículos. Apenas era un martes por la noche, y todo estaba repleto de gente y de coches. Al final del trayecto, nos detuvimos en un restaurante bastante bonito. Por fuera era totalmente de láminas de madera y pintura de un naranja pálido. En su interior, todo se veía lujosamente decorado. ¿A dónde me había traído? Varias personas entraban y salían, todas elegantemente vestidas. —¿A dónde me has traído? —inquirí sorprendida. —A un buen restaurante —respondió con simpleza para quitarle importancia. Ethan se acercó hacia el mêtre, quien miraba atentamente un cuader