Capítulo 3

2815 Words
Terminando de escribir su informe sobre los tres lugares que había visitado y la condición de vida de los omegas bajo su cuidado que visitó en esa ocasión, Alexander guardó el documento en su computador y luego lo imprimió para añadirlo a su respectivo archivo que tenía de cada chico para un mejor seguimiento. Moviendo su mano, Alex sacó tres carpetas que correspondían a los archivos de Tristán Simmons, Aaron Cooper, y Troy Anderson. Cuando todo su informe estuvo imprimido, el lobo omega utilizó su poder para llevar las hojas hasta su escritorio y las tomó entre sus manos. Separando las hojas, las guardó en sus respectivos archivos y luego volvió a guardar las tres en sus respectivos lugares, finalmente terminando con ese asunto. El solo pensar que en unos próximos años más, los hijos de aquellos omegas bajo su cuidado también estarían entrando en su registro, y con ello, bajo su área al ser omegas con dones especiales, le ponía algo... Sentimental. Visitando aquellas manadas cada año, iría presenciando con ello el crecimiento de aquellos pequeños hasta que cumplieran los quince años y despertaran su poder especial. El solo pensar que los vería crecer, despertaba un sentimiento en él, un deseo que había ido agarrando fuerza en los últimos años, y era el tener un bebé propio. Alexander sabía que los omegas comenzaban a despertar instintos maternales a partir de cierta edad, enviándole deseos y pidiendo que cumpliera con su naturaleza sumisa que le gustaba cuidar otras vidas. Un par de años atrás, si le hubieran dicho que él también sería golpeado por ese deseo, se habría reído diciendo que era imposible, pero en ese momento... Presenciar como otros encontraban sus parejas y comenzaban su propia vida, su familia, provocaba que ese sentimiento empeorara. En sí, Alex no entendía cómo es que podía desear tener un bebé cuando su infancia no había sido exactamente la mejor, sus padres ni siquiera ganarían premio alguno como los mejores ni por lástima. Y aun así, deseaba tener un bebé, un alfa, y todo el paquete completo que significaba formar una familia. Mientras más lo ignoraba, más fuerte era el deseo, hasta el punto en que más de una vez se había encontrado a sí mismo fantaseando con ello. En cómo sería tener una persona ahí para él que lo apoyaría y amaría incondicionalmente. Cómo sería la casa en la que podrían vivir. Y si sus hijos se parecerían a él o no. Soltando un suspiro, Alexander recargó su cabeza en la silla e intentó ignorar el deseo de su lobo, quien le pedía encontrar a su familia. Con casi treinta años, tal vez ya era momento en que fuera realmente pensando en ello, ¿no? —Solo... Espera un poco más, ¿de acuerdo? —murmuró tocando distraídamente su pecho—. Déjame organizarme e iremos viendo cómo lo hacemos —expresó en una lenta exhalación. Su lobo ladró en su mente, dándole tregua de momento al menos. —¿Quién es? —preguntó cuando su puerta fue golpeada. —Uh, Dylan —respondieron del otro lado. Levantándose de su asiento, el lobo omega utilizó su don para abrir la puerta y contemplar al omega del otro lado, vistiendo unos jeans cómodos junto a un amplio suéter rojo que pasaba su trasero y caía sobre un hombro, revelando su marca. Si algo estaba claro, era que Cael debería de ser un alfa realmente feliz y satisfecho en ese momento porque su omega estuviera exponiendo su marca tan orgullosamente. Ah... Esperaba algún día poder hacer lo mismo. —Te dije que no era necesario que tocaras cuando desearas entrar —le recordó haciéndole una seña con su cabeza para que entrara. —Lo sé, pero supuestamente en este lugar no puede entrar cualquier persona —le recordó el joven omega, siguiéndolo al juego de sofás frente al escritorio. —Sí, y tú no eres exactamente cualquier persona, ¿no? ¿Pajarito? —expresó con una ladina sonrisa. —Que mi alfa sea una persona importante aquí no significa que sea alguien que puede hacer lo que quiera —argumentó con un bonito sonrojo. —Lo sé, es por eso que te dije que entraras si estabas cerca y aburrido, somos amigos, ¿no? —le recordó. —Pensé que solo eras amable conmigo porque eres amigo de mi alfa —confesó Dylan, bajando la mirada brevemente—. ¿Realmente quieres ser mi amigo? —Por supuesto, eres mucha mejor compañía que el bruto y salvaje de tu alfa —resopló y el omega contrario rio bajito, sin negar nada—. Y hablando del demonio, ¿dónde está? ¿Cómo es que te dejó solo? —Cael... Él... Uhg, bueno... —balbuceó. —Está molestando al nuevo, ¿no? —adivinó Alexander con un suspiro resignado. —Le dije que no lo hiciera, pero... Ya sabes cómo es él —se encogió de hombros solo un poco culpable—. Dijo que solo quería darle su opinión porque ahora estaba recibiendo más trabajo —contó. —Tendremos suerte si ese tipo aguanta hasta que ustedes vuelvan a su cabaña —se lamentó negando. Observando al joven omega, el interés de Alex despertó cuando contempló que Dylan le observaba y luego corría su mirada, casi como si quisiera decirle algo, pero no se atrevía a hacerlo. —Si escuchaste un nuevo rumor, puedes decírmelo sin problemas —comentó. Dylan negó agitando suavemente su cabeza, logrando que su cabello también se agitara con ello. —No he escuchado nuevos rumores realmente, el de esa enfermera con el doctor sigue igual que siempre, no ha cambiado por uno peor —explicó y mordisqueó su labio inferior—. N-no era eso de lo que quería hablar... —pronunció. —Si sabes que me puedes decir cualquier cosa, ¿cierto? —pronunció acomodándose más cerca—. Incluso si se trata de tu tonto alfa o algo que no entiendes como omega —indicó. —Lo sé —asintió y tomó una profunda respiración antes de observarle—. Yo... Uhm, tal vez hice una travesura —anunció. —¿Una travesura? —repitió Alex, alzando una ceja. —Sí, yo... Hice una muy mala travesura —expresó tapando su rostro. —De acuerdo, será mejor que tomes una profunda respiración e intentes calmar tus sentimientos o tendremos a un preocupado alfa invadiendo mi oficina en tu búsqueda para saber lo que está mal —le recordó, colocando una mano sobre su rodilla. Y tan pronto como lo tocó, supo exactamente de lo que estaba hablando Dylan. —Oh... —musitó, sin poder evitarlo. —¿Oh? —repitió el joven omega, confundido. —No es nada, solo respira y calmémonos para que Cael no aparezca —le recordó, fingiendo no saber nada. —Siento eso, a veces olvido que Cael puede saber sobre todos mis sentimientos —dijo con una pequeña mueca, siguiendo el consejo del otro lobo omega. —No hay problema, tú relájate que puedes hablar conmigo de lo que quieras —prometió, liberando incluso un poco de su aroma para ayudar al contrario—. ¿Quieres una botella de agua o zumo? —ofreció. —¿Tienes de naranja? —pidió más tranquilo. —Por supuesto —sonrió y movió su mano para abrir el pequeño refrigerador, sacando del interior dos botellas de zumo. —Cael no tiene uno de esos en su oficina —pronunció con una pequeña sonrisita. —Cael no pasa mucho tiempo aquí, por lo que no tienes estas comodidades como yo —explicó entregándole una botella. Observando al joven omega con un rubio cabello de un tono más cálido que el suyo beber un par de tragos, Alexander esperó tranquilamente. —Entonces, ¿qué es esta supuesta travesura que has hecho? —retomó. —Bueno, hace dos meses fue el celo de mi alfa —anunció. —Lo recuerdo, me llamaste para pedirme consejos —asintió. —Si, bueno... Yo probablemente olvidé tomarme mis medicamentos y no me cuidé exactamente muy bien a pesar de que lo hicimos algunas veces sin condón y otras pocas estos no resistieron —contó, con su rostro tornándose de un rojo adorable mientras observaba con atención la botella entre sus manos—. Yo... Hace un par de semanas me comencé a sentir mal y no le dije a mi alfa —anunció. —¿Fuiste a médico? —preguntó. —Sí, de hecho, recién terminé mi consulta —contó y soltó un profundo suspiro antes de observarle—. Yo, estoy esperando un cachorro, tengo dos meses de embarazado, esa es mi travesura —reveló finalmente, con sus labios temblando ligeramente en una sonrisa tambaleante. —Pero eso es muy bueno —exclamó Alexander tras comprobar lo que ya intuía—. Sé que ninguno había pensado tenerlos pronto, pero las cosas suceden por algo, ¿no? —expresó con una sonrisa. Solo que... Dylan no parecía exactamente feliz. —¿No quieres al bebé? —No es eso —negó despacio—. Si soy sincero, había estado pensando en ello últimamente, antes de comenzar a sospechar todo —expresó—. Gracias a Cael he hecho en un año más cosas de lo que hice en mis veinticuatro años de vida encerrado en mi manada de origen, pero ya he disfrutado de todo lo que quería experimentar y con mi alfa a mi lado, solo pienso en lo afortunado que soy de tenerlo conmigo —contó. —Entonces, ¿cuál es el problema? —indagó confundido—. Ser padres es otro paso en sus vidas, aunque sé que ese era un tema más a futuro que ahora, según Cael —recordó. —Esa es la cosa —suspiró—. En los últimos cuatro meses, antes de que pasara el celo de Cael, empecé a plantearle la idea al respecto, pero cada vez que mencionaba el tener un bebé, o me cambiaba de tema o lo esquivaba —respondió—. Hace poco lo volví a mencionar cuando comencé a sospechar y me dijo que no creía que fuera momento aún para que habláramos de ello —expresó deprimido. Y entonces, Alexander finalmente comprendió cuál era el problema ahí y por qué Dylan, creía que hizo una travesura mala. —Crees que Cael no va a querer a ese cachorro, ¿no? —preguntó para confirmar sus sospechas. —Ya me dejó bastante claro que no era un tema que deberíamos de tocar aún, y eso solo fue el mes pasado, no creo que haya cambiado de opinión —respondió algo decaído. —Primero, quiero aclarar que lo que hiciste no fue una travesura ni buena ni mala —anunció—. No todos somos perfectos, por lo que es normal que algún día puedas olvidar tomarte algún anticonceptivo —expresó. —Pero fue más de una vez —pronunció, observándole con esos ojitos culpable—. Recordaba que debía de tomármelo, pero... Como que mi lobo se negaba a hacerlo y al final me convencía de no tomármela —explicó. —Seguramente porque en ese momento tu lobo ya sabía que una pequeña vida estaba creciendo en su vientre —explicó Alex con una ligera sonrisa—. Conozco un caso de un omega que fue similar, su lobo y el alfa de este chico sospecharon de ello mucho antes que el propio omega, por lo que lentamente dejó los anticonceptivos sin darse cuenta de ello —contó. —¿En serio? —Nuestros lobos son más inteligentes de lo que crees —pronunció—. Y segundo, estoy seguro de que si le cuentas a Cael, este será el alfa más feliz del mundo —prometió. —Pero... Me dijo que no quería un bebé aún —pronunció bajito. —Sí, porque aún eres joven, para él todavía tienes muchas cosas más que por experimentar y si tienen un cachorro, obviamente no podrás hacerlo —explicó. —Pero ya hice todo lo que alguna vez deseé hacer —expresó con sus cejas levemente fruncidas—. Cael incluso me inscribió a clases para terminar mis estudios bien, pero no fue tan interesante seguir estudiando y él me dijo que eso estaba bien —contó. —Por supuesto que está bien que no tengas una carrera, no todos son buenos para los estudios o les interesa tanto —aseguró y le observó con duda—. Antes de comenzar a mencionar el tema de un cachorro con Cael, ¿le dijiste que ya habías experimentado todo lo que querías y que estabas satisfecho así? —preguntó. —Creo que sí lo hice —respondió, frunciendo más sus cejas mientras observaba el suelo—. Estoy seguro de que lo hice... —pronunció con menos confianza—. Creo que no lo hice —dijo finalmente, observando al otro lobo omega. —Bueno, te sugiero que te asegures de aclarar este punto cuando le digas a tu alfa que serán padres, así no se sentirá culpable —indicó con una sonrisa entretenida. —Soy un idiota —suspiró Dylan, golpeando suavemente su frente. —Claro que no, simplemente olvidaste una cosa, a todos nos pasa —descartó Alex como si no fuera la gran cosa. —Tengo que decirle ahora o después será más difícil —pronunció, levantándose del sofá. —¿Qué sucede? —preguntó Alexander cuando el joven omega simplemente se quedó ahí de pie, sin moverse. —¿Puedes acompañarme a decirle? —pidió, observándole con un mortal puchero. —Está bien, no es necesario que utilices tu ternura como arma —rió el lobo omega, levantándose también. —Yo no utilizo mi ternura como arma —pronunció dirigiéndose a la puerta. —Puedo ver por qué Cael tiene tantos problemas para negarte algo entonces —se rió saliendo de su oficina—. ¿Sabes en dónde está ahora? —preguntó luego de asegurarse de haber cerrado bien la puerta. —Uh... Tal vez ¿en el comedor? ¿En la sala de correspondencia? Dijo que me había comprado algo nuevo esta mañana —explicó. —Apostaría más que está revisando si ya llegó su compra —respondió, encabezando el camino por los pasillos. —Me estoy poniendo nervioso —pronunció Dylan mientras caminaban. —¿Por hablar con Cael o por la mirada indiscreta de los idiotas? —cuestionó Alexander. —Uh, ¿ambas? —respondió dudoso. —Bueno, creo que puedo solucionar ambas —pronunció deteniéndose al ver que Cael caminaba en dirección de ellos. Agitando ambas manos, el lobo omega logro que las personas que se interponían en el camino se apartaran, dejando un camino recto hacia Cael. —Vamos, ve a darle la buena noticia a tu alfa —indicó, señalando con la cabeza al joven omega. —D-deséame suerte —pidió este antes de adelantarse y terminar de caminar el resto del camino que el alfa había acortado. Dejando de usar su poder porque sabía que nadie se acercaría a la pareja para molestar al respecto, Alex observó a una pequeña distancia como Dylan le contaba a su amigo la gran noticia. Y a juzgar por la reacción de Cael, era bastante obvio que estaba emocionado por ella por la forma en la que tomó el pequeño cuerpo de su omega y lo alzó para dar vueltas con unas alegres carcajadas. La felicidad que irradiaba esa pareja, el amor que resplandecía de ellos, eso... Algo como eso es con lo que Alexander soñaba tener algún día. Deseaba tener un amor tan dulce y puro, que superara cualquier problema, y más importante, le hiciera sentirse lo suficientemente seguro y amado, para como no querer huir o negárselo a sí mismo. Observando a Cael caer sobre sus rodillas y alzar el suéter de Dylan para llenar de besos el vientre del omega, el corazón de Alexander se apretó, realmente anhelando tener algo como eso. Su lobo aulló con tristeza, teniendo el mismo sentimiento que él. Y cuando la envidia comenzó a empeñar tan bonita escena de sus amigos, Alex inmediatamente se apartó, no queriendo sentir algo tan feo por las personas que consideraba sus amigos. Ya llegaría el momento en el que él tuviera lo mismo, solo tenía que ser paciente, era imposible que fuera el único omega con dones que no pudiera encontrar a su pareja especial cuando todos los demás parecían haberlo hecho. Pero... Ya tenía treinta años, y todos parecían haberlo encontrado antes que eso. Sintiendo una ardiente angustia que se elevó llenando sus ojos con lágrimas, el lobo omega aceleró el paso, deseando encerrarse en su torre para calmar dicho sentimiento. —Lo siento... —pronunció con un tono bajo cuando se estrelló contra alguien. Limpiando las lágrimas de sus ojos, se alejó rápidamente de ahí, deseando huir de todo.
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