Capítulo 1
Si Alexander Bass había creído que la tensión le rodeaba con las voluptuosas sombras que le perseguían un paso detrás suyos, con toda la intensión de torturarle, insultarle y asesinarle siendo reflejada en su intensa mirada, es porque obviamente todavía no había puesto un pie en la sede principal del consejo de shifters.
Y luego de haber estado viajando contantemente durante cuatro semanas entre las manadas que poseían un omega con don especial bajo su cuidado, lo primero que debería de haber hecho sería dirigirse hacia su propia torre, que era un pequeño anexo alejado de todos, y descansar como se merecía.
Pero por supuesto que Alex no lo había hecho, no cuando todavía le esperaba trabajo del cual encargarse y mucho menos cuando sus guardias, finalmente habían parecido llegar al límite de lo que su hombría machista y orgullosa le permitía seguir.
Como alfas, la mayoría parecía tener el estúpido pensamiento grabado en sus cabezas de que cada omega era una débil damisela en apuros que no podían hacer nada por ellas mismas independientemente de su sexo y ellos eran lo que debían de encargarse de los monstruos.
Pero con la aparición de los omegas con poderes especiales, ese papel dejó de representar a algunos omegas.
Y Alex, era uno de esos pocos omegas que no solo tenía un don especial, sino que poseía uno que realmente no tenía nivel de comparación, lo que automáticamente lo denominaba en un "monstruo" y no en un "omega".
Cualquier otra persona probablemente se habría ofendido por ello, pero no Alexander Bass, quien sabía perfectamente que aquellos que lo trataban de monstruo, no era más que unos alfas debiluchos que temían que un omega fuera mucho más fuerte que ellos.
El ego de aquellas personas era tan grande, que ni siquiera podían aceptar aquella realidad donde existían omegas que eran más poderosos que ellos.
Y lamentablemente, sus guardaespaldas eran parte de ese grupo de tipos idiotas.
Claro que en un principio no fue así. Cuando asignaron tanto a Galvin como Harry como sus guardaespaldas, ambos lobos alfas habían estado bastante felices de tener la oportunidad de proteger y ayudar a un omega durante sus viajes, donde tenía le importante misión de velar por el cuidado de otros omegas.
Pero todo cambió cuando el lobo omega les demostró que realmente, no necesitaba la ayuda de nadie para ser protegido, ya que él podía hacerlo perfectamente por su propia cuenta.
Eso decepcionó un poco a ambos alfas, pero fue pasable para Alex, la cosa comenzó a cambiar, cuando los sentimientos de ambos hombres se tiñeron con la envidia, volviendo la situación horriblemente incómoda, tensa e insoportable.
Cada cinco minutos que hablaba, ambos respondían casi como si quisieran sacar sus miembros y comprobar quien era el mejor así, lo cual por supuesto que era extremadamente infantil y molesto hasta el punto de ser insoportable.
El cambiaformas omega podía pasar los insultos y toda esa mierda que no era más que palabrería, pero cuando de palabras pasaban a la acción, era una línea cruzada a la cual no se podía volver al principio.
Dirigiéndose al recinto central o principal, que era donde estaban las oficinas de los cinco miembros del consejo interno, más su propia oficina, Alex sintió las curiosas miradas sobre su persona con cada paso que avanzaba.
Su lobo alzó su cabeza y soltó un gruñidito irritado, obviamente no sintiéndose para nada feliz con la atención indeseada, en especial cuando estos tenían el descaro de observarlo y luego susurrar entre ellos sin siquiera tener la decencia de ocultarse para que no los viera.
Un nido de víboras.
Así es como Alex definiría el complejo principal del consejo de shifters donde solo llegaban a entrar lo mejor de lo mejor.
Ciertamente existían otras sedes más pequeñas y accesibles que se encontraban cercas de las manadas para que así los miembros tuvieran un mejor acceso a esta, y dependiendo del grado del pedido o problema, estos mismos podían lidiar con ello luego de informarle.
Pero si el problema era mucho más grave que involucraba una manada entera, por ejemplo, desapariciones de omegas, malversación de dinero, abuso de poder, etc. Eran ellos, la sede principal los que tenían que actuar directamente en ello.
Era por eso, que solo tenían los mejores agentes en su recinto.
Pero tener los mejores, también significaba tener miembros, independientemente de que fueran alfas, betas u omegas que eran solamente idiotas con su ego por las nubes que solo le interesaba ser más fuerte que el otro o demostrar que eran mejores.
En una pirámide que definía el estatus de los integrantes de la sede principal, solo se dividiría en tres escalones, donde en el primer lugar estaba el círculo interno del consejo con los cinco alfas más sabios y fuertes, luego él, un omega con un poder increíble que no tenía medición y luego los otros miembros.
En teoría, él era aquella barrera que la mayoría quería rebasar y no podían hacerlo ya fuera porque no eran más fuertes o lo suficientemente inteligente.
Lo cual por supuesto que solo despertaba sentimientos negativos en aquellas personas ambiciosas.
Pero... Por alguna razón, el lobo omega parecía sentir que, esta vez, aquellas miradas eran diferentes a las otras que había estado recibiendo, tenían un sentimiento distinto, más... Acusador que envidioso.
En otro momento, tal vez se habría tomado el tiempo para averiguar que mierda estaban hablando de él ahora, pero en ese instante, lo único que deseaba era ir con Kamirf y deshacerse de sus guardias buenos para nada, y luego de ello, finalmente ir a su torre para descansar como tan merecido lo tenía.
Entrando a la torre de tres pisos, Alex fue directamente al último utilizando las escaleras y se detuvo frente a la oficina del líder del círculo interno de shifters.
Observando las dos amplias puertas de madera con un hermoso tallado de lobos en la parte inferior de estas que habían realizado las talentosas manos del compañero de uno de los omegas con dones bajo su cuidado, el cambiaformas omega alzó su mano y tocó una de las puertas.
—Soy Alexander —anunció.
Y tan solo esas palabras fueron necesario para que una voz apareciera desde el interior concediéndole permiso para entrar.
Una voz dominante y profunda que gritaba autoridad en toda su expresión, a pesar de que, realmente, Kamirf no le había ordenado nada, solo era su esencia innata.
Como la de Cael que era asustar hasta la mierda a los demás con un aura peligrosa y una mirada fría que constantemente se derretía cuando observaba a Dylan, su pareja.
—Alex —pronunció el alfa alzando su mirada brevemente de los documentos entre sus manos—. Pensé que irías directamente a descansar después de haber llegado hace solo segundos, según me informaron —expresó.
—Parece que ciertas personas deseaban hablar contigo antes —anuncio y alzó su mano hasta la altura de su rostro para luego mover su dedo índice hacia adelante, logrando con ello que sus dos molestas sombras estuvieran casi al frente del escritorio de no ser por las sillas enfrente a este que lo impidieron.
Inmediatamente, ambos alfas le observaron con un infantil odio que el omega ignoró y se mantuvo en silencio, sin dar más explicaciones al respecto.
Alzando una ceja de ese particular tono rojo oscuro que poseía el alfa, Kamirf dejó los documentos sobre el escritorio y se recargó en el respaldar de su silla grande y acomodada para observar a ambos hombres frente a él.
—¿Y bien? —espetó cuando el silencio siguió reinando en su extensa oficina.
—Nosotros no podemos seguir siendo guardias de una persona tan desagradable e infantil como este... Omega —espetó finalmente Harry, con un claro disgusto en su tono.
—Queremos que reconsidere nuestros puestos, nosotros podemos hacer cosas mucho más importantes que solo acompañar a ese tipo por todos lados —apoyó Galvin.
—Ese omega. Ese tipo —pronunció Kamirf, y les lanzó una mirada con aquellos ojos verde oscuro que tensó a ambos hombres frente a él—. Llevan trabajando ¿cuánto? ¿Un año? ¿Dos? ¿Y en todo ese tiempo no pudieron aprenderse el nombre del hombre a quien cuidaban? —expresó con seriedad.
—Oh, ellos saben mi nombre a la perfección —anunció Alex con una ladina sonrisa malvada—. De todos los insultos que he escuchado hasta el momento, ellos han sabido a la perfección utilizar tanto mi nombre como mi apellido —comentó.
—Ojos aquí. —demandó el jefe cuando ambos alfas contrarios se centraron en el lobo omega sin una buena intención—. Entonces, me están diciendo que quieren un trabajo más importante que escoltar al hombre encargado de verificar la seguridad de cada omega con poderes registrado, un puesto que solo una persona como Alexander puede ocupar, y no solo eso, sino que no tienen absolutamente ningún respeto hacia él, pero ¿aun así me piden que les dé una misión de más valor cuando con una palabra descuidada podrían arruinarlo todo? —expresó, cruzando los brazos sobre su pecho.
Aunque no lo había dicho con palabras, el "¿son estúpidos?" estaba bastante claro en el ambiente.
—Es culpa de Alexander —anunció Galvin—. Él no nos deja hacer nuestro trabajo correctamente —informó.
Con ello, la mirada de Kamirf inmediatamente viajó hacia el cambiaformas omega.
—No me mires, estos idiotas solo están molestos porque a diferencia de otras personas, tengo el poder de cuidar de mí mismo, y como obviamente soy mucho más fuerte que estos dos, sus inmensos egos no lo admiten, lo que significa que a cada momento están sacando sus diminutas pollas para comprobar quien es mejor —se defendió el omega.
—¿Cómo te atreves a utilizar un lenguaje tan vulgar co-...?
—No sigas —interrumpió Kamirf, logrando que Harry inmediatamente guardara silencio.
Inclinándose hacia adelante, el lobo alfa mayor apoyó sus codos sobre la mesa y entrelazó sus dedos frente a su rostro.
—Salgan por ahora, ye decidiré que haré con ustedes —declaró—. Pero no sueñen que tendrán un trabajo más importante que este considerando lo que he escuchado hoy —advirtió ante la felicidad satisfactoria que reflejaron ambos hombres en su rostro, como si hubieran ganado lo que sea ante Alex—. Ahora, largo.
Observando a ambos alfas abandonar la oficina de Kamirf, Alexander sonrió agitando suavemente su mano en forma de despedida y luego observó a su jefe una vez quedaron a solas.
—Toma asiento —ordenó observando la silla frente a él.
Corriendo la silla frente al lobo alfa, Alex tomó asiento y cruzó sus brazos mientras observaba directamente aquellos ojos verde oscuro que le observaban en un silencio tenso que para muchos sería incluso ahogante.
—¿Qué se supone que voy a hacer contigo? —expresó el alfa finalmente luego de terminar la batalla de miradas.
—¿Qué se supone que he hecho? —respondió.
—He perdido la cuenta de los guardias que deciden irse por tu actitud —indicó soltando un profundo suspiro.
—No es mi culpa que la mayoría de ellos son unos idiotas que no les sienta nada bien que sea más fuerte que ellos —argumento encogiéndose de hombros—. Además, los alfas que estaban antes que este par de idiotas se fueron debido a que encontraron a sus parejas y quisieron establecerse, no por mí —le recordó.
—Lo sé, pero tu actitud hacia ellos también influye ahí —indicó.
—Soy un amor de persona cuando quiero, que no desee hacerlo con ellos es otro asunto —respondió.
—Creo que ya te he dicho esto antes, pero lo volveré a hacer de todas formas —le observó enderezándose—. No puedes salir de aquí si no tienes un par de guardias protegiéndote.
—Creo que puedes decir que en realidad su tarea nunca ha sido protegerme ni escoltarme —indicó bajando sus brazos—. Todos aquí temen que sea más fuerte que nadie.
—Y fue por ello que aceptaste tener siempre contigo un par de alfas que te acompañen —le recordó.
—Tenía quince años y me dabas miedo, obviamente iba a aceptar todo lo que me dijeras —argumentó.
—¿En serio? Debí de haberte pedido más cosas entonces —se lamentó con un suspiro—. Como sea, es una regla que aceptaste, trata de quedarte en tu torre y de movilizarte lo menos posible por la sede para evitar problemas —pidió.
—¿Problemas para quién?
—Para todos —respondió—. ¿Revisaste el documento que te envió Teil?
—Si. Ese tipo no servirá —anunció.
—No puedes saberlo solo con haber leído su expediente.
—Es un hijo de papi consentido que ha logrado cosas solo por sus contactos, no durará ni un día trabajando —declaró—. No podrá hacer el trabajo de Odell y en consecuencia nosotros tendremos más —indicó—. Ni siquiera sé cómo es que llegó a ser un candidato.
—Odell —anunció Kamirf.
—Por supuesto —suspiró Alex—. Será un caso perdido como su primera recomendación y nosotros nos tendremos que encargar de ella con más trabajo —se quejó.
—Le daremos un periodo de prueba, si tienes las capacidades para hacer el trabajo, lo dejaremos, y si no, se irá —decidió.
—Bien, pero no asumiré más trabajo del que ya tengo entre mis manos —advirtió.
—Somos cuatro cabezas en esta torre sin contarte, estoy seguro de que podremos encargarnos de ello —expresó confiado.
Y Alexander no le quiso corregir realmente que una de esas cuatro cabezas no parecía estar trabajando en su máxima capacidad según lo que había escuchado, pero como ninguna queja había llegado formalmente hasta él, solo guardó silencio.
Sin pruebas, no podía simplemente hablar descuidadamente.
—Bien, ¿eso es todo? —preguntó, levantándose de la silla—. Tengo unos documentos que revisar antes de finalmente poder ir a mi torre —expresó.
—Una cosa más —anunció el lobo alfa antes de que tocara la puerta.
—¿Qué sucede? —preguntó, observándole, pero sin intención de volver a esa silla.
—Tu cumpleaños se está acercando, pronto cumplirás treinta años —pronunció.
—Gracias por recordarme mi edad, ¿qué importancia tiene eso? —bufó.
—Son treinta años, Alexander, me preguntaba si tenías algo en mente al respecto —expresó, observándole con intensidad.
Y el omega sabía perfectamente de qué era lo que en realidad el lobo alfa le estaba preguntando, era imposible olvidar aquel trato que lo condenó a la sede del consejo.
—Aún no lo sé —anunció, observando hacia la puerta—. Aún falta un poco más de un mes para ponerme a pensar al respecto —respondió.
—Entonces te pido que comiences a pensar en ello desde ahora —indicó—. Me gustaría saber lo que va a pasar entonces antes de que tomes una decisión —expresó.
—Lo tendré en mente entonces —asintió—. ¿Alguna otra cosa?
—Estaré buscando el reemplazo de tus guardaespaldas, no creo que demore más de una semana, si es que no menos, han llegado nuevos miembros que no están claramente al tanto de tu reputación aquí —explicó.
—Qué encantador, lo estaré esperando ansiosamente entonces —expresó regalándole una falsa sonrisa—. Estoy seguro de que estarán ansiosos de proteger a un omega cuando me presente con ellos —pronunció y utilizó su poder para acomodar la silla en la cual había estado sentado, dejándola en su lugar—. Como todos los otros alfas que han pasado por sus puestos —dijo antes de salir finalmente de aquella oficina, perdiendo su sonrisa.