Capítulo 7.Consumación

1088 Words
—No va a tocarme si eso es lo que pretende—replico con furia, pero él no dice nada, simplemente me ignora mientras se termina de quitarse la armadura y yo busco con la mirada algo con que defenderme, pero en mi rango de visión no encuentro nada, ya que sacaron muchas cosas que pertenecían a la habitación de mis padres, incluso los candelabros. —Desnúdate o yo lo haré por ti—repite esta vez con cierta severidad mientras se levanta de la cama con calma para girar hacia mí. Ahora sin armadura, se ve que lleva puesto una camisa holgada, algo amarillenta, quizás por el uso y un pantalón de color marrón y de un material corriente que supongo que es para que la tela no se desgaste al cabalgar, pero se nota a simple vista que él no es un aristócrata, sino más bien un plebeyo sin educación que pretende ir más allá de lo que un hombre de su clase ha llegado. —Un maldito traidor como tú no va a tocarme. ¿Escuchaste?—digo con todo el valor que he logrado reunir y por supuesto dispuesta a todo con tal de que no me haga daño. ¡Si tan solo tuviera un cuchillo! No me responde, pero lo veo quitarse aquella camisa holgada y de mal gusto, la arroja al suelo y entonces, en medio de la tenue luz que ofrece el candelabro del techo, veo la desnudez de su pecho, así que desvió la mirada instintivamente olvidando que estoy a la defensiva y él aprovecha ese instante para aproximarse y tomarme de la barbilla con brusquedad. —Suéltame—trato de decir, pero mi boca está tensa debido al agarre que su mano ha empleado sobre mi rostro. Mientras lo miro a los ojos decidida a luchar si es necesario, él coloca su mano por encima de mi corsé, justo sobre mi pecho y sin pensarlo dos veces, emplea toda la fuerza de su brazo para arrancarlo como si fuera cosa de nada. Grito asustada al ver que realmente me ha desnudado parte del pecho e incluso ha roto el camisón que llevo debajo. Me arroja sobre la cama como si yo no fuera más que papel. El maldito se coloca encima de mí y aunque intento luchar con mis piernas, el vestido juega en mi contra porque no logro apartarlo del todo, pero lo peor es que mi intento de lucha lo hace enfadar más porque escucho un gruñido emanar de su boca y sin previo aviso, el vuelve abofetearme y por un momento me siento un tanto aturdida y débil. Grito, pero a penas logro escucharme a mí misma. Cuando vuelvo a recuperar el aliento, me percato de que se ha aprovechado de mi aturdimiento para aprisionar mis manos por encima de mi cabeza, para que mis pechos estén alzados hacia él. Vuelvo a gritar, porque no es de este modo como pensé que sería mi noche de bodas, pero a él no le interesa mis quejidos, así que de pronto siento un calor sobre mi piel que la eriza y sus labios se plasman sobre mi pecho izquierdo, lamiéndolo y jugando con él como si en verdad creyera que mi cuerpo reaccionaria a lo que está haciendo. —¡No, déjame!—ordeno, porque no pienso suplicar, no a él, no a un traidor, no a un plebeyo inferior a mí— no hace falta consumar el matrimonio si todo es una vil mentira. Mis palabras lo detienen, se alza sobre mí y entonces esos ojos grises que se asemejan a la luna, me dirigen una mirada mordaz. —Me casé contigo ante un altar. ¿Eso fue una vil mentira?—protesta mientras termina de arrancarme el corsé y entonces yo aprovecho para arrastrarme por la cama lo más alejada posible de él. Me cubro el pecho, atemorizada porque no creí que fuera capaz de hacerme daño. Nadie, ni siquiera mi padre se atrevió a darme una bofetada y ahora este asqueroso animal, me golpea. —N-no, no lo fue, pero...—me tomo mi tiempo mientras tomo una bocanada de aire para recuperar el aliento y la valentía. Mis dientes castañean de miedo, pero no quiero que él lo sepa—no esperes que me entregue a ti por voluntad propia después de obligarme a casarme contigo. Suelta algo parecido a una risa, una que a pesar de no ser alta, resuena en el vació de la habitación. —¿Quieres que traiga aquí a tus sirvientes?—cuestiona frunciendo el ceño y me parece que tal vez está comenzando a perder la paciencia— ¿Debo asesinarlos para obligarte a ser mi mujer? Trago saliva mientras lo veo aproximarse y mi cuerpo se mueve por mero instinto y miedo, quizás no a que me golpee, porque he aprendido por las malas que un hombre como él no entiende de razones, de moral ni ética o incluso educación, así que me muevo hasta topar contra la pared donde él me acorrala colocando su mano sobre mi cuello, aprisionándolo con cierta firmeza, pero no la suficiente para hacerme daño, sino únicamente para contenerme. Se queda en silencio mientras me mira fijamente, sin interesarle exactamente mis pechos desnudos, sino que mira mis ojos con frialdad y enseguida pienso que tal vez está siendo lo más paciente posible porque alguien como él simplemente toma lo que desea y me lo ha demostrado dos veces, una al matar a mis padres y la otra al intentar tomarme por la fuerza. —Te daré dos opciones—dice con dureza arrastrando las palabras con una calma abrumadora—dos más de las que suelo dar a mis enemigos. Escoge una Tomo su mano, la cual ha aumentado su fuerza en mi cuello, comienza a doler y temo que tal vez decida mostrarme que esto no es un juego. —Hazlo por tu propia voluntad o mañana amanecerás muy adolorida, pero aun así terminaras siendo mía. Decide. Curvo el ceño ante su propuesta, la cual sigue siendo injusta y cruel para mí, porque cree tener el derecho de tocarme sin mi consentimiento, pero pienso en sus palabras de advertencia y no solo en el dolor que va a causarme, sino lo que puede hacer por resistirme a ser suya, matar a mis sirvientes. —Está bien—digo mientras una lágrima resbala por mi mejilla porque siento que al entregarme me estoy entregando al enemigo, me he fallado a mí misma.
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