Capítulo 3. El general

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—Mírame—dice otra voz masculina, intuyo que es aquel hombre que vi a la distancia y su voz es aún más profunda que su soldado, da la impresión de ser un hombre educado, pero al mismo tiempo, alguien severo y cruel, además de osado luego de atreverse hacer esto en contra de su rey si es que pertenece a este reino. Mantengo la mirada en el piso porque no pienso ceder ante sus órdenes, él no es nada para mí y en todo caso yo soy la princesa y tan solo por eso me debe respeto. De pronto siento como tiran de mi cabello, por lo que levanto la cabeza debido al dolor y solo entonces veo el rostro del maldito traidor. Tiene los pómulos marcados y la nariz recta y una tenue sombra que es provocada por una barba que no ha afeitado, sus ojos son grises y brillan casi al igual como la armadura que porta, la cual tiene una capa blanca, como las que usan los generales de mi padre. Su cabello es oscuro y aunque está peinado, hay un mecho que cae sobre su ojo derecho. —Mi nombre es Bastian de Valois —pronuncia con sumo orgullo mientras me dirige una sonrisa altiva, pero sobre todo arrogante—antes fui conocido como el general del norte del reino de Leroux, pero desde hoy seré tu rey y si quieres vivir deberás hacer todo lo que yo te diga. —¿Mi rey?—cuestiono con cierto aire de burla—nadie que sitie un palacio como lo han hecho esta noche puede usurpar el trono para hacerse pasar por rey. —¿Y porque no?—se burla el tipo soltando una leve carcajada—no veo a nadie ocuparlo mas que yo. Trato de mirar a mi alrededor, solo veo soldados a donde sea que miro, ellos, mis sirvientes y yo, pero nadie mas, así que comienzo a asustarme un poco mas. —¿Donde esta el rey?—exijo saber con voz firme, imitando la forma en como mi madre suele hablarme cuando esta enfadada conmigo. —Lo esta viendo—dice el maldito mientras se arrellana en el trono. —¿D-donde esta mi padre?—insisto, pero en esta ocasión mi voz falla y algunas lagrimas traicioneras también bajan por mis mejillas hasta caer. —En su cama, con una daga sobre el pecho—declara y de pronto el corazón se me hace pequeño ante un dolor que parece quebrarme el alma. —¡No es cierto!—lo contradigo aunque no tengo ninguna prueba de ello, pero en verdad quiero creer que mi padre esta vivo de alguna forma y mi madre... —¿Donde esta mi madre?—grito con furia y entonces el suelta algo parecido a un quejido o una risa seca. —Sobre el suelo, a varios metros bajo su balcón—declara y entonces se me escapa un sollozo que no soy capaz de detener. —¡No!—grito y entonces me falla el equilibrio así que me caigo hacia el frente y al estar mis manos atadas no puedo detenerme, pero el dolor de caer no me duele tanto como lo que siente mi corazón. ¿Como es posible? ¿Porque hicieron esto? ¿Para que matar a mi madre de esa forma? —Si te sirve de consuelo, yo no la asesine, ella se arrojo sola luego de ver como asesinaba a su esposo—revela, pero yo sé que es mentira. ¿Porque tendría que creerle a un traidor como él? El soldado que aun permanece a mi lado me obligar a reincorporarme sobre mis rodillas y con toda rudeza alza mi cabeza con ayuda de mi cabello. —¿Que es lo que quieren?—cuestiono entre sollozos y gritos aunque no se si valga la pena preguntar porque si han matado a mis padres, no creo poder seguir con vida durante mucho mas tiempo. —Quiero que hagas lo que yo diga—enuncia mientras se levanta de su asiento y baja los escalones para acortar la distancia que nos separa —Prefiero morir antes que un traidor me diga que hacer—declaro con odio corriendo por mi torrente sanguineo, pero el hombre de aspecto frio y calculador, hace una mueca muy parecida a una risa, luego se acerca y sin ningun tipo de remordimiento, me abofetea y vuelvo a caer. Gimo de dolor, aunque esta vez escucho los lamentos de mis sirvientes, los cuales no están muy lejos de mi y están presenciandolo todo. —Si no lo haces por las buenas, tendrás que hacerlo por las malas—asegura y enseguida truena los dedos y uno de sus soldados se mueve como si fuera una maquina, saca su espada y sin perder tiempo la encrusta justo en el abdomen de Leonard. Mi estomago se revuelve al contemplar la muerte de un sirviente mio. Esta vez gimo y lloro olvidándome de mi orgullo porque, aunque soy la princesa, se supone que me deber es proteger a mi pueblo, es lo que mi madre siempre me dijo y ahora Leonard esta muerto. —¿Cual sera tu respuesta ahora?—insiste con frialdad —¿ O tendré que matar a todos aquí antes de escuchar lo que deseo oír? —¡Esta bien!—grito, pero mis sollozos se tragan mis palabras —haré lo que pidas, siempre y cuando mis sirvientes puedan vivir. Aquel hombre de fría mirada se queda en silencio, aunque lo veo alzar ligeramente una ceja, mientras yo no aparto la mirada, la cual, a pesar de que se llena de lagrimas, no puede dejar de sentir odio. —Llevensela—pronuncia luego de varios segundos en silencio y entonces el tipo a mi lado me levanta con crueldad y me obliga a caminar lejos de la vista de ese hombre que alguna vez fue general de mi padre. —¡No!—escucho la voz de mi nana, la cual intenta levantarse y evitar que me lleven, pero en mi camino, y antes de que la pierda de vista, niego con la cabeza para que se detenga porque no quiero que a ella también le pase algo malo. Al salir, me custodian mas hombres y por lo que veo todo el ejercito parece haber sitiado el palacio, lo cual me hace preguntarme ¿Porque lo hicieron? ¿Porque nos traicionaron? Esos hombres me llevan de vuelta a mi habitación, la cual cierran con llave y aunque intento luchar por abrir de nuevo las puertas, sé que no puedo hacerlo y aunque lo lograra ¿Que conseguiría?
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