Un terrible estruendo me despierta de pronto y al abrir los ojos veo que una luz relampaguea sobre mi ventanal, así que intuyo que está cayendo una terrible tormenta que tal vez pueda arruinar todos mis planes al día siguiente. Me levanto y enseguida me pongo la bata para averiguar que tan torrencial es la lluvia, camino con cierto cansancio en los pies hasta llegar al cortinaje, pero enseguida noto que la lluvia es tan fuerte que parece que está cayendo una cascada por el vidrio, así que no puedo ver nada, más que una luz a los lejos que proviene de la ciudadela.
Sin previo aviso, la puerta de mi habitacion se abre y al estar en paños menores, me cubro con la bata, asustada por la forma en como han entrado. Lo primero que veo es un candelabro de tres velas que enseguida me ilumina el rostro.
—¿Qué hace aquí?—cuestiono entre ofendida y alarmada al no ver el rostro de aquella persona, pero cuando baja la luz de mi rostro, veo a mi nana con los ojos lloroso y al igual que yo, con una bata cubriéndole el camisón de noche.
—¿Qué sucede, nana? —cuestiono algo sobresaltada.
—¡Vamos mi niña, no hay tiempo que perder!—declara en un murmullo tomándome del brazo con fuerza para obligarme a cruzar la habitación hasta la puerta.
—Pero...—intento protestar, pero ella me obliga a guardar silencio colocando su dedo anular sobre los labios, indicándome lo que tengo que hacer. Solo entonces me doy cuenta de que no estamos solas, sino que ahí también están mis criadas de cámara y mi mayordomo personal. Todos y cada uno de ellos, no están presentables, por lo que intuyo que algo malo pasa, quizás mi padre ha enfermado o tal vez mi madre ha tenido alguna crisis nerviosa. En realidad no lo sé, pero conforme avanzamos, me percato de que en realidad no estamos alejando del camino hacia su habitacion y que vamos directamente hacia la biblioteca.
—¿Es seguro?—cuestiona mi nana a Leonard, mi mayordomo, un señor de sesenta años que me ha servido casi el mismo tiempo que mi nana.
—Por ahora, pero debemos darnos prisa, no tardan en llegar—murmura Leonard alarmado mientras cierra la puerta con sumo sigilo.
—Vamos, mi niña, hay que salir del palacio—me revela y eso no solo me alarma sino que me asusta.
—¿Por qué? ¿Qué está pasando?—digo en voz baja y entonces observo como mis criadas intentan abrir una de las puertas secretas de la biblioteca y que lleva a los pasillos de escape en caso de emergencia.
—No hay tiempo para explicar...—intenta decir mi nana, pero en ese momento escuchamos pasos metalicos que pronto se hacen mas y mas sonoros, hasta que comienzan a golpear la puerta.
—¡Vayanse ahora!—dice con dificultad mi mayordomo quien hace un inútil intento de detener la puerta, al igual que mis criadas, las cuales incluso son mas jóvenes que yo y a pesar de que en sus ojos hay lagrimas, simplemente se colocan apoyan su peso en la puerta para evitar que entren.
Mi nana me toma de nuevo del brazo y me jala hacia la puerta, pero enseguida se detiene al ver que en la oscuridad del interior se ve una sombra aun mas oscura, así que ambas retrocedemos.
Mi cuerpo tiembla porque no sé que sucede, ni porque mi nana se ha colocado frente a mi para protegerme, como si supiera que fueran hacerme daño.
—Lo siento, su alteza, pero no puedo permitir que se vaya—dice una voz masculina, entre temible y al mismo tiempo respetable y cuando la luz de las velas iluminan su rostro, lo reconozco.
—¡Maldito traidor!—dice mi nana y escupe en sus pies, pero en ese momento, la barrera que mis sirvientes hicieron con sus cuerpos es finalmente vencida y la puerta cede gracias a la fuerza de varios hombres, que llevan armaduras plateadas y descaradamente usan el emblema del reino y, por lo tanto, el emblema de mi familia.
Grito ante tal suceso, pero entonces aquel hombre de aspecto robusto y de barba abudante, se coloca detras de mi para sujetarme las manos con una soga y aunque intento resistirme, me es imposible poder hacer algo ante la fuerza de un hombre tan fuerte como él.
—¿Cómo se atreve a tratar a la princesa de ese modo, animal?—reclama mi nana, pero de nada sirven sus quejas porque ese hombre, una vez que termina de ajustar la soga, aparta a mi nana con una bofetada.
—¡No, nana!—grito asustada al ver que mi nana se arrastra para volver a levantarse, solo que en ese intento, uno de esos salvajes la toma por el cabello para obligarla a ponerse de pie y seguirnos.
El hombre que nos intercepto en la puerta de la biblioteca, me lleva tomándome justo por las ataduras de mis manos y conforme caminamos por los pasillos me percato de la presencia de cadaveres que guardias del palacio, los cuales parecen haber peleado con mucha valentía hasta encontrar la muerte.
Mis lagrimas se deslizan al ver que mi hogar ha sido sitiado por traidores y no conforme con entrar de forma salvaje, también me han tomado prisionera.
Me llevan a la sala del trono donde a la distancia puedo ver a un hombre sentado sobre un lugar que no le corresponde, entonces sé que él ha sido el maldito que ha orquestado este ataque y no dudo que tal vez intente negociar con mi padre para que le entregue el trono a cambio de mi vida.
De pronto el soldado detrás de mi, me obliga a arrodillarme frente a ese hombre y al ver que me niego hacerlo, me golpea las piernas con fuerza para que estas cedan y finalmente me arrodille como si me hubieran vencido.
Respiro profundo mientras trato de contener las lagrimas de miedo y terror que estos hombres me causan porque no sé que es lo que pretenden y si en sus intenciones podre salir con vida.