4. Mi reflejo

1917 Words
Bruno   Uno empieza a comprender las cosas cuando la realidad lo choca de formas aplastantes, sí, me he vuelto metafórico y no porque esté fumado, ni mucho menos haya aspirado alguno de todos esos polvos que mi ahora cautiva nueva amiga se empeñaba en sacar, hacía años no tenía tanta cocaína en mis manos, años donde no toque ni me acerque a ella, porque me negaba a tentarme, ahora viéndola de cerca pude respirar, porque no me apetecía probar nada de eso. Por otro lado, no podía evitar pensar en mi familia, lo que sufrieron al verme de esa manera, en mi amigo y su aguante ante mis constantes ataques, Em sufriendo por mis actitudes tóxicas y malditas. Eso era contemplarme a través de un espejo, como el espejo mágico de la bruja malvada, solo que en vez de decirme que era el más lindo del reino, me mostraba a mí, en mis peores momentos, situaciones de las que casi no me acordaba, pero que estaba seguro de que se sentían como esta, contemplar a la castaña era como admirar mi propio reflejo, un horrendo reflejo. Me agacho esquivando el florero de la mesa, suspiro y respiro hondo, Mateo me matara, él simplemente agarrara mis pelotas y me colgara del poste más alto de Seattle, únicamente por arruinar su casa, por no llevar a la chica a otro lado, sin embargo, ¿cómo le hacía? No podía simplemente llevarla así, me confundirían con un secuestrador, un violador, traficante de órganos y demás cosas.   -          ¿Puedes dejar de romper todo? – la vela que descansa en la mesa frente al sillón voló a mi cabeza. -          ¡quiero irme de aquí! – sus manos temblaban - ¡Dame las cosas! Devuélveme mis cosas – el almohadón acompaño la vela. -          No puedo – suspiré – Por favor, mi amigo me va a matar, deja de destruir tu apartamento – entrecerró sus ojos y camino.   Esto era la viva escena de un asesino y su presa, ella daba un paso y yo me movía a otro sector, siempre lejano, siempre manteniendo distancias, intentando que mis pelotas y cabeza continuaran sanas y salvas, sus ojos se desviaron a los cuchillos en la mesada, tome aire y me acerque apresurado. Sus ojos verdes me miraron desafiantes, mientras apoyaba unas manos temblorosas en la mesada, el efecto estaba pasando, lo sabía, ella también lo notaba, sus pupilas ya no estaban tan dilatadas y su cuerpo estaba algo transpirado, camine despacio hacia los cubiertos haciendo que ella se aleje por puro instinto, pero no todo podía ser bueno, su rostro giro observando las botellas de vino. -          ¡Mierda!   Su mano arrebató la primera que vio y corrió al otro lado, directo al pasillo, directo al estudio y la otra habitación, corrí en su dirección tomándola por el brazo, lo zamarreo con fuerza haciéndome que apreté más el agarre, hasta que algo duro golpeo mi frente, me maree al mismo tiempo que retrocedí unos pasos. Ella siguió camino hasta entrar en el baño. Mi frente comenzó a chorrear y maldije en voz baja mientras me apoyaba en la pared y me dejaba caer al piso, esto era más complicado de lo que creía, ahora contemplándolo de afuera, entendiendo lo que ella está viviendo, lo único que podía pensar era en Merly, mi madre. Sus ojos llorosos observándome en el patio de aquel instituto, su pelo al viento y su abrazo reconfortante, mi madre había llorado por días, días donde sus visitas se hicieron constante, donde mi padre parecía un zombi en vida, el temblar en mis manos, las lágrimas. Mi boca comenzó a tararear antes de que la letra comenzara a fluir, Evanescense, mi boca comenzó a entonar aquella canción que me encargue de cantar una y otra vez, porque en mi mente podía tener millones de significados aquella letra. Parte de mi tratamiento se llevó a cabo con la música, ayude a mi madre en la academia, di técnicas de respiración, porque el hijo de la cantante, claramente cantaba, aunque muy pocos lo sabían, por no decir casi nadie, solo mis padres, Mateo y Em, ella me había escuchado cantar, porque en algún momento le dedique una canción, se la cante cuando estuve seguro de que George no me rompería la cara. La puerta se abrió y unos pies caminaron hasta quedar frente a mí, pero no la observe, nada más miraba la sangre en el piso producto de mi corte mientras seguía cantando mi versión, una versión que modifique a mi antojo, solamente para hacerla propia de alguna forma, para expresar mi dolor. -          Tienes linda voz – susurro antes de sentarse frente a mí.   Hice media mueca y ella se acercó un poco más, me negaba a tocarla, no quería que pensara mal, sin embargo, la realidad es que con ella no se podía razonar, porque la razón ya no formaba parte de su sistema.   -          Me llamo Miley – susurro y levante mi vista – Miley Wilson – estiro la mano – Por favor Bruno, déjame irme, no diré nada, no haré nada, quedaremos en paz. -          No puedo hacerlo – suspiré – No voy a dejarte salir de aquí. -          Es irracional lo que expresas – tomo aire – Escucha, esto es un delito, me estás privando de mí libertar, prácticamente me estás secuestrando – chasquee la lengua. -          Lo sé, pero eso no cambiará el hecho de que puedas salir de la casa – sus ojos se entrecerraron… -          ¿Qué? ¿Por qué? – nos miramos un momento, ella trata de controlarse, algo que duraría poco, por como le titilaba el ojo. -          Te volverás a drogar Miley – relamí mis labios – No dejaré que lo hagas. -          ¡¿Y a ti que te importa?! – se levantó exaltada – No me conoces, no te conozco. – me levanté despacio. -          Puedes morir si sigues así. – trate de razonar de nuevo -          ¡Y a ti qué! – levanto las manos dejando ver un chorro de sangre. -          ¿Qué mierda te ha pasado? – tomé su mano que ahora se encontraba cortada y llena de sangre. -          Qué te importa – me la arrebato – No tiene porque importante nada de lo que pase – lleve la mano al puente de mi nariz. -          Si me importa – volvió a caminar hasta el baño y la seguí.   Trato de cerrar la puerta, pero lo impedí, en el piso se hallaba la botella de vino rota, suspire, había sangre por todos lados, hasta en las toallas blancas, esto no podía estar pasándome, pero la realidad es que de esta manera era. Sus ojos verdes se encontraban irritados todavía, su frente empapada de sudor y su mano temblorosa, por la reacción de su cuerpo pude descifrar la cantidad de droga que se administraba al día, mordí mi labio y me acerqué. -          No me toques – siseo – No quiero que me toques. -          Los espasmos de su mano me avisaban que la primera crisis venía para romperlo todo. – mire el lavado y me acerque en busca de gasas. - ¿Cuántas veces te drogas en el día? – seguí buscando las cosas. -          ¿Quete? – sonreí de lado. -          Por el temblor de tu mano puede decir que unas quince o veinte veces al día – la mire de reojo. -          ¿Eres médico? – no conteste. -          ¿Hace cuanto lo haces? – el silencio volvió – Necesito curarte la mano – levanto una ceja. -          Mejor cúrate la frente – levanto una ceja. -          Eso lo harás tú, al final de cuenta, fuiste la que lo hizo – negó. -          Yo… - su boca comenzó a moverse – Yo… - las manos comenzaron sus espasmos – Me siento mal, necesito – me observo – Por favor, solo un poco – negué – Un poco, podemos arreglarlo, ¿Qué quieres? – se acercó a mí - Puedo hacer que tengas un buen momento. – suspire. -          No quiero dormir contigo Miley – tome su mano temblorosa – Deja que lo limpio – saque el pedazo de vidrio mientras ella temblaba. -          Todos tienen un precio – murmuro. -          No puedes darme lo que quiero – susurre mientras terminaba. -          Yo… - la miré, sus ojos se pusieron llorosos – Yo… - jadeo antes de envolverse con sus brazos – No me siento bien – su rostro palideció. -          ¿Qué te inyectaste? – observé el punto rojo de su antebrazo – ¿Eso fue lo último que tomaste? – afirmo - ¿Qué te pusiste? -          Yo, yo – jadeo – Necesito más, por favor – camino hacia atrás. -          Es un rato y pasa – traté de consolarla acercándome. -          ¿Qué sabes tú de eso? – grito furiosa, tratando de golpearme. -          Shhh – la envolví con mis brazos mientras la llevaba a la ducha. -          Suéltame La temperatura de su cuerpo estaba por las nubes, la llevé debajo de la regadera, no recordaba con exactitud si esto debía o no hacerse, pero ahora no importaba, porque si no bajaba su temperatura convulsionaria. Abrí la canilla y ella comenzó a zarandearse de un lado al otro mientras me tiraba patadas e insultaba, mis brazos la abrazaron con fuerza mientras ella seguía con todo eso, ahora ambos nos encontrábamos empapados, yo conteniendo su cuerpo, intentando de taparla con sus ropas que caían por el peso del agua. Miley dejo vencer sus piernas mientras sollozaba. -          Tú no entiendes – repetía una y otra vez – Me duele, duele – se quejó – Yo necesito – lloraba mientras clavaba las uñas en mi brazo. -          Lo sé nena – murmuro -          No sabes una mierda – giro y comenzó a pegarme, mis manos intentaron agarrar las suya para inmovilizarla. -          Basta, basta – la agarré mientras gritaba y pataleaba - ¡basta! – volví a gritar – Lo sé – la moví – Si lo sé, porque yo pase por esto – sus ojos se abrieron – Yo ya estuve ahí – ella se quedó quieta observándome – Ya pase por esto – lleve mi cabeza hacia atrás. Flashback   Llevaba tres horas encerrados en mi habitación, me había escapado nuevamente del centro de rehabilitación, otra vez volví a la misma mierda, mi cuerpo golpeaba la puerta, una y otra vez mi espalda golpeaba, mi cabeza en ocasiones acompañaba mientras el movimiento de mi mano aumentaba, era mucho tiempo, nunca pasaba mucho tiempo entre una y otra. Me levante a remover todos los cajones, no había nada en ningún lado había nada, tire los adornos del escritorio, los cajones de mi ropa volaron contra la pared, las perchas rotas, almohadas rasgadas, nada, no había nada. Grité frustrado mientras otra arcada llegaba a mi boca, las ganas de vomitar aumentaron, necesitaba, me urgía un poco, volví a golpear la puerta una y otra vez.   -          ¡Por favor! ¡por favor! – lloriqueé una y otra vez – Por favor, solo un poco – mi cabeza golpeo nuevamente – Solo un poco, una vez más. – volví a llorar – Mamá por favor, me duele, duele – el sollozo del otro lado lo dijo todo. -          Lo siento hijo – fue lo único que dijo y volvía a estar solo.   Fin del Flashback -          Me duele – se quejo la castaña. -          Lo sé – acaricie su cabeza – Lo sé.
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