5. Despiértame

2547 Words
Bruno La música estaba en su apogeo máximo las luces de colores alumbrando un sin fin de cuerpos a medio vestir, transpirados, las mujeres menean su cuerpo para los acompañantes y los hombres sonríen con vasos en la mano. Tabaco, transpiración, marihuana y humedad es lo único que se siente el aire, pero no importa, porque mientras más luces se mueven yo me transportó a un nuevo mundo, uno donde mis dedos parecen ser más de uno, las luces de colores giran y forman formas psicodélicas Siento la música vibrar en mi cuerpo, como si fueran miles de hormigas, el Dj moviendo su cabeza, los murmullos de la gente y mi mundo, siempre mi mundo.   -          Tienes que dejar de hacer esto - la voz de Mateo me hace voltear. – Se te está yendo de las manos. -          Siempre exagerando amigo – palmeo su espalda amistosamente, pero él no le ve lo gracioso.   Sus ojos azules turquesas como Margo son algo increíble de admirar, la forma en que la tonalidad oscura cambia hasta ser casi como el agua deja flipando a cualquier mujer que así lo quiera. En algún punto sus ojos me llevan a Theo, los Hamilton, mi Emily. Aquella chica de ojos vibrantes que siempre tenía un momento para mí, para tener sus ojos en mis movimientos, en mis manos, gestos, cuerpo, de la misma manera como yo tenía mis ojos puestos en ella. Emily que reía como si miles de pájaros cantaran alguna hermosa melodía en plena primavera, escucharla suspirar era un soplo de aire puro en pleno verano, como esas brisas que llegan cuando el calor es insoportable. Mi mente cambia el panorama completamente, ahora no me encuentro en una disco, no, ahora estoy en mi casa, mis ojos están puestos en su piel blanca, que contrasta con el mini short y su musculosa negra de cuello cerrado. Desde aquí se aprecian sus delicadas curvas, el tamaño de su busto, las piernas contorneadas. Me había vuelto loco verla con el infeliz de Carlos, la forma en que ella le sonreía y dejaba que su cuerpo rozara el suyo. No me contuve, no tenía como, porque como siempre estaba drogado y esa parte en mi sistema estaba completamente anulada, lo único que quería era pelear, pero no delante de ella, todavía conservaba un poco de decencia para mi chica. Me abalancé sobre ella, besando sus labios con fuerza, intentando que no se notara el temblor de mis manos por la falta de sustancia en mi sistema, ella gimió contra mis labios y una descarga de placer recorrió mi cuerpo, era mejor que cualquier otra sustancia haya probado, ella era mejor que cualquier droga. Mis manos recorrieron su cuerpo con paciencia, algo que me faltaba, no obstante, sabía que Em era virgen, de eso estaba seguro y no quería que ella lo pasara mal, no quería dañarla, no podría perdonarme si lo hacía. Saque su remera dejándola solamente con su brasier de encaje, relamí mis labios y tome aire, necesitaba concentrarme en esto, necesitaba no cagarla, porque la amaba y no quería hacerle daño. Bese su cuello y pase mis manos por su piel desnuda, ella tembló, su piel se erizó, mi cuerpo no fue ajeno, sentía mi piel arder mientras mis labios seguían rumbo, mientras ella sacaba mis prendas para deleitarse conmigo. Con mi corazón galopante y los nervios a flor de piel la deposite en la cama desnuda, su pecho subía acelerado debido a su reciente orgasmo, el mío estaba igual, pero solo por ella, observe mis manos, temblaban menos, pero aún seguían ahí, llamando a mis demonios, queriéndolo todo. La bese una y otra vez mientras me colocaba la protección correspondiente, le pregunte si estaba lista una vez más, fui tan feliz cuando su respuesta fue afirmativa, mi cuerpo pareció recobrar su vida, mis manos dejaron de temblar, mi corazón latía a un ritmo nuevo, uno donde la muerte no parecía ser cercana, me sentía bien, pero de nuevo sus palabras llegaron. -          Si quieres que pare solo debes decirlo – observe sus ojos, esos hermosos ojos que eran mi perdición. -          Quiero hacerlo – susurro – Solo no me hagas daño. -          Jamás te haría daño cariño.   “Solo no me hagas daño”, era la frase que comenzó a repetirse una y otra vez en mi mente, luego todo paso muy rápido, drogas, discos, mujeres, ella, sus ojos llenos de lágrimas, más drogas, mi pecho comprimiéndose, sus ojos llenos de lágrimas, ella, yo, nuestra noche juntos.   -          ¿Qué mierda haces? – Mateo observo todo a mi alrededor – Se te está yendo de las manos – se acercó – Debes parar con esto, tienes que mencionárselo a Merly y Marcos, necesitas ayuda – lo observe. -          Necesito desaparecer – mire mis manos – Ya no siento nada, yo soy una basura, la dañe, nos dañe, yo no puedo con esto… - lágrimas comenzaron a caer – Estoy muerto en vida, no puedo sentir, no tengo alma, me he convertido en alguien insensible – Mateo se sentó en el sillón de al lado. -          Tienes que llamar a tus padres – negué. -          Están en sus vacaciones, no puedo hacerles eso, yo no puedo seguir arruinando la vida de todos. – mi mano volvió a temblar. -          Y que muerdas de una sobredosis, ¿no lo hará? – nos miramos un momento – Estas en el límite, extraño a mi amigo, por favor, solo déjame internarte, vamos, te internas y cuando vengan Merly y Mateo hablas – suspiro. -          Ya no tengo salvación Mat – murmure – No puedo despertarme, estoy ahí sumergido en toda esa mierda, en las tinieblas, esperando que algo pase, me he convertido en nada – el temblor aumento – No siento nada, no pienso nada, no tengo nada, estoy entre la vida y la muerte, esperando que alguna me salve. -          Bruno, no dejaré que mueras – toco mi hombro – No estás solo, jamás estarás solo – lo mire – Así tenga que bajar al infierno, me encargaré de salvarte – miro la puerta. -          Ya no hay nada amigo, ni siquiera esta ella ahora – negué – Déjame solo – apretó sus labios. -          En un rato vuelvo – salió por la puerta sin mirar atrás.   El temblor aumentó y la sudoración comenzó, camine tambaleante por mi casa buscando otra pequeña dosis de algo, todo era un desastre, latas de cervezas esparcidas por todos lados, cajas de comida chatarra, colillas de cigarrillos y marihuana, tomo la bolsa oculta debajo del mueble y volví al sillón, mis temblores aumentaban por segundo, rompí la bolsa con los dientes y tire todo sobre la mesa, busque lo que necesitaba, prepare la liga, tome la jeringa y suspire. Las pulsaciones bajaron, la ansiedad también, deje las cosas y me tire sobre el sillón dejándome llevar, mi respiración se calmó y los ojos me pesaron, volvía a mi infierno. El movimiento de mi cuerpo me despertó, luego una voz a lo lejos pronuncio mi nombre, conocía ese canto, había soñado con el sonido de su voz durante años. Abrí mis ojos con pereza, desorientado y algo confundido, frente a mis ojos se encontraba ella, la mujer de mis sueños ¿Estaba muerto? ¿Había muerto?   -          Emily – mi voz sonó seca y ronca - ¿Qué haces aquí?   Observe las drogas en la mesa y entre en pánico, ella no necesitaba ver esta mierda, no merecía esto. Pero ya no lo sabía, ella estaba al tanto de todo, Emily y Mateo vinieron para internarme, para acabar con esto de raíz, para salvarme, ella vino a salvarme.   Abrí mis ojos, la luz apenas entraba por la ventana, mis ojos ardían debido a la poca cantidad de horas dormidas, mi pecho presionado por una cabeza de cabellos castaños, mis brazos rodeaban su cuerpo que aún temblaba a pesar de las horas. Luego de todo lo ocurrido de ella llorando en el baño, de sus delirios, mis recuerdos, le pase algo de ropa para que se cambiara, yo tome algo de ropa también, Mateo seguro me mataría, pero ya tenía tantas cosas por las cuales matarme que una más no haría la diferencia, tuve mucho cuidado en la elección de la ropa, pues descubrí una remera que tenía el perfume de Sam, así que supuse que esa estaba prohibida. Miley se removió un poco, era raro dormir así con una chica, yo llevaba mucho tiempo sin dormir toda una noche con alguien, creo que la última chica con la que dormí fue en España, una amiga con la que compartimos algunos momentos, pero nada más, ahora no solo había dormido con esta chica, también la había visto desnuda. Salí de la cama con cuidado, su cuerpo se aferró a la almohada que puse mientras yo caminaba a la cocina para preparar algo de comer, tomé mi celular y le respondí a mi madre, anoche le había avisado que me quedaba en casa de Mateo, pero ella al igual que todos seguía desconfiando de mí, temían que recayera, pero llevaba años sin probar drogas y no lo haría ahora.  Tome la sartén, prendí el fuego, coloque los huevos al fuego, tosté pan y prepare café, hoy sería un día complicado, uno muy complicado. Un suspiro a mi espalda me advirtió que no me encontraba solo, aun así, no me di vuelta, quería que hablara, que fuera ella la que me hablara, porque yo ya no tenía fuerzas para pelear. -          Huele increíble – murmuro. -          Espero que sepa igual – no me di vuelta, solo termine de tostar el pan y preparar los huevos. - ¿Quieres leche en tu café? – tomé las tazas. -          Por favor – prepare las cosas – Gracias por no propasarte conmigo – gire para verla. -          ¿Por qué lo haría? – subió sus hombros. -          No lo sé, ya sabes no estaba en mis cabales y uno puede aprovechar esas cosas para su satisfacción personal – tome la bandeja con las cosas. -          Cuando me acuesto con una mujer me gusta que este consciente – deje las cosas – Pero te repito, no te traje aquí para eso, solo quiero ayudarte. – comencé a comer. -          ¿Por qué es tan importante para ti? – la mire.   Sus ojos se veían más verdes, pero eran de un verde extraño, no como los míos, yo de alguna forma me parecía a mi padre.   -          Porque como te dije, ya estuve allí – sus ojos se desviaron a mis brazos llenos de tatuajes. – Se lo que se siente, lo mejor es que te internes así… - me interrumpió. -          Eso no me ayudara en nada – levante una ceja. -          ¿Por qué dices eso? -          Porque ya estuve internada un año y aquí me vez – me señalo su cuerpo – Igual de desastrosa. – chasqueo la lengua. -          Quizás hay algo más además de la adicción – su boca se aprieta en una fina línea – Cuando yo empecé fue por un amigo, va amigo, un compañero de la universidad que siempre encontraba el momento justo para prenderse un porro o sacar alguna pastilla, él estaba acostumbrado a ese ritmo, sus amigos también, pero yo no, jamás lo estuve, fue todo nuevo para mí – tome aire – Pero ahí estaba llenando mis pulmones de alguna mierda, tomando pastillas de distintas formas, viajando por algún lugar hasta que las cosas se salieron de control, probe otras cosas, cosas más fuertes y no hubo vuelta atrás – su vista se fijó en mí. -          Yo te veo bien – sonreí de lado. -          No es solo merito mío, tuve familia y amigos que me ayudaron – volvió a bajar la mirada - ¿Tienes familia? – sonrió con suficiencia. -          Claro, ellos viven en Boston, con su hermosa editorial, viajando de aquí para allá, viviendo su vida – el sarcasmo de su voz me lo dijo todo. -          ¿Te llevas mal con ellos? -          No nos hablamos, hace años – sus ojos se oscurecieron – Bueno, gracias por el desayuno, pero yo me marcho – negué. -          No, eso no pasara, apenas salgas de aquí iras a meterte alguna mierda – tomo aire – Iremos a que te internen, me lo agradecerás algún día. -          Ni mierda… - siseo – Eres imbécil, no quiero tu ayuda, no quiero ir a internarme, solo déjame así, que te molesta, deja que me muera tranquila – grito mientras se levantaba. -          ¿Eso es lo que quieres? ¿Morirte? – respondí en el mismo tono. -          Sí, eso quiero – volvió a gritar. -          Vivires con la decepción entonces – me acerque a ella – Vamos, camina, nos vamos. – señale la puerta. -          Te arrepentirás de esto – siseo con un claro enojo en sus ojos.   Durante todo el camino se mantuvo en silencio, por mi parte solo me dedique a conducir al único lugar que conocía, mi antiguo lugar de rehabilitación, ese donde Mateo y Emily me llevaron, donde pase mis primeras horas de agonía. Miley no decía nada, solo me observaba, en silencio con los brazos cruzados. Entre cerré mis ojos esperaba más escándalo y enojo de su parte, pero nada de eso ocurría, llegamos al lugar, todo seguía igual mientras la ayudaba a bajar, tome su mano y espere que huyera, pero ella solo se dedico a entrar en la clínica.   -          Los ricachones van a lugares elegantes – observo todo – Espero que al menos sirvan whisky luego de la cena – levante una ceja. -          Tienen problemas de alcohol algunos aquí – rodo los ojos. -          Malditos adictos – no pude evitar reír un poco mientras llegábamos a recepción. -          Buenos días, quisiera internar… - mi voz se vio interrumpida por un llanto. -          Por favor, ayúdeme, este hombre me ha secuestrado – abrí grandes mis ojos y la observe – Lleva horas reteniéndome y ahora quiere meterme en este lugar, tengo miedo – su voz se elevo varias octavas. -          Qué carajos – negué - ¿Estás loca? – me observo y lloro más fuerte. -          Por favor, ayúdenme, por favor – los gritos seguían.   Una mujer se acerco a nosotros en una larga bata blanca, observo la chica a mi lado y trato de consolarla, otros médicos nos rodearon, la mujer de cabellos oscuro me contemplo y entre cerró sus ojos oscuros, yo ladee mi rostro e hice lo mismo, la conocía, estaba seguro. -          ¿Bruno? – Miley nos observó a ambos – Dios Bruno, eres tú – sonrió – Pero mira que bien te ves, estas recuperado – quise sonreír, pero solo podía mirar a la chica que había traído, sin lagrimas en sus mejillas, hdp, eso era, -          Doctora, un placer volver a verla, sí – sonreí – Estoy completamente sobrio, hace casi diez años – ella sonrió grande y la castaña me observo, al parecer pensaba que mentía. -          Que alegría, pero puedes explicarme que ocurre – la mire - ¿Por qué, está chica…? – giro para verla, pero ya no estaba. – ¿Dónde está? – miro a los empleados -          Escapo – fue lo único que pude decir.
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