Capítulo 10

1163 Words
Aquella primera semana, el desempeño de Alba fue más que excepcional y Alejandro lo noto sutilmente cada mañana al entrar a su oficina. Alba se había encargado de colocar su correo en su escritorio, así como de tener preparado un café listo para él, además de darle un pequeño resumen de las actividades pendientes qué tenía por hacer. Sin duda alguna, Alba era excelente en lo que hacía y sabiendo que podía confiar en ella, se permitió el pausar todo lo demás, para poder terminar el informe al cual le hacía falta ciertos detalles que él mismo debía confirmar leyendo los documentos que le enviaban de cada proyecto en marcha y así aquella semana paso en un chasquido de dedos hasta el día de la inauguración. La fecha elegida había sido un sábado y Alejandro, como el buen arquitecto responsable, qué era, paso a las oficinas centrales del corporativo antes de la inauguración para entregar el informe lo antes posible, para que no hubiese ningún contratiempo. Se suponía debía exponer aquel informe, con su jefe, hablar de los por menores qué hacían falta y ese tipo de cosas, pero el jefe de su área se encontraba en una reunión con inversionistas, algo que él detestaba era estar presente y escuchar charlas interminables con hombres de negocio, aunque técnicamente se suponía qué también debía asistir, así que decidió dejar por primera vez el informe y explicarle a su secretaria qué esa tarde tendría que salir de la ciudad, así que al no poder entregar el informe personalmente, le pedía a la secretaria qué lo hiciera por él. Alejandro se fue tranquilo, ya qué algunas otras ocasiones lo había hecho, y esperaba que no hubiese ningún problema con ello. Por lo que media hora después ya se encontraba manejando rumbo a la inauguración, la cual se llevaría a cabo en la zona boscosa del valle de bravo, en un punto específico donde los árboles eran los más bellos y grandes de todos. Alejandro quedó totalmente sorprendido cuando vio el hotel rodeado de naturaleza verde, qué sé mezclaba con un edificio moderno forrado en madera de cedro. Sin duda alguna ese lugar era perfecto para apartarse un poco del ruido típico de la ciudad y encontrar un poco de paz y tranquilidad en las comodidades de un hotel como ese. Al ingresar, no le sorprendió mucho el ver tanta suntuosidad, elegancia y cierto aire romántico, de hecho le pareció el lugar perfecto para llevar una pareja, en su caso, a su esposa, de quien no sabía nada hasta ese momento y debido a que había estado ocupado toda esa semana, ni siquiera se había limitado a llamarla o enviarle un mensaje para aclarar su situación. Alejandro se arrepintió el no invitarla, puesto que llevaba dos entradas para el evento, pero luego de un segundo se dijo a sí mismo que, en realidad, llevarla no sería exactamente una buena idea. Supuso qué Victoria, así como era, tan caprichosa y en cierto modo, egoísta, habría querido acaparar su atención, por lo que no le permitiría convivir a gusto con sus amigos y probablemente ambos terminarían enfadados, cosa que Alejandro quería evitar definitivamente con su esposa. Así que después de arreglarse la chaqueta, camino por el sitio hasta encontrarse con su amigo Roberto, quien muy encantando de verlo, se acercó a su amigo para darle un fuerte abrazo. Roberto le dio un pequeño tour por el vestíbulo de su hotel hasta que llegaron a un hermoso y elegante salón donde se llevaría a cabo el evento. Roberto tomó un par de copas de algunos meseros qué pasaban con bandejas para preparar bebidas exóticas, además de una botella de champán para celebrar. —Gracias por estar aquí, mi amigo—dijo Roberto muy feliz mientras servía aquel primer trago. —Ya qué rogaste—se burló Alejandro tomando la copa, chiste que a Roberto le saco una carcajada. —Por una noche inolvidable—brindó Roberto alzando su copa, cosa que Alejandro también imitó. Ambos hombres tomaron un par de copas más, aunque no con el suficiente alcohol como para embriagarse, pero sí para sentirse un poco más animados a celebrar o al menos Roberto. Luego de aquel Brindis, Roberto dejo un rato a su amigo solo mientras preparaba todo para dar su discurso. Alejandro disfrutó de la vista y también de un par de margaritas, que en realidad no tenían mucho alcohol, ya qué planeaba regresar a casa a descansar, luego de matarse haciendo ese informe prácticamente toda la semana. El salón fue llenándose poco a poco de invitados excepcionales de Roberto, algunos también conocidos de Alejandro, situación qué él aprovechó para poder hablar con ellos e incluso aclarar ciertos mal entendidos debido a Victoria, quien prácticamente lo había mantenido cautivo. Todo iba bien hasta unos minutos antes de que comenzara el evento, momento en que Alejandro recibió un mensaje de su jefe, quien le pedía enviar el informe antes de que él se fuera a casa. Un tanto desubicado, Alejandro se alejó un poco de su grupo de amigos y llamó a su jefe: —¿Diga?—escucho su voz del otro lado del auricular. —¿De qué hablas?—cuestiono Alejandro, algo desconcertado— yo personalmente fui a dejar ese informe esta mañana, tú estabas en junta, así que se lo deje a tu secretaría antes de irme. —¿Estás completamente seguro?—cuestiono su jefe un poco disgustado, ya qué era bastante tarde para seguir en la oficina y además, muy al fondo se escuchaba la música del evento donde se encontraba Alejandro, no podía creer que mientras él seguía matándose en el trabajo, Alejandro estaba disfrutando de su fin de semana. —Por supuesto—aclaro Alejandro esperando que su palabra fuese suficiente para que su jefe eligiera mejor interrogar a su secretaria en vez de reclamarle a él. Su jefe colgó abruptamente, cosa que no era usual en él, por lo que, Alejandro optó por investigar el mismo si es que no había cometido algún error. Vio el reloj y al ver que aún faltaba tiempo para que comenzara el evento, salió del salón y también del hotel. Se dirigió hacia su auto y busco en el asiento, las carpetas qué llevaba consigo. No encontró nada, al principio, pero al mirar hacia el suelo del auto se percató de la presencia de una hoja, una bastante importante y por la cual, seguramente, la secretaria de su jefe habría traspapelado su informe en algún sitio. La hoja tirada, era una hoja de presentación y estadísticas del informe, por lo que, de no leer el informe detenidamente nadie sabría de qué diablos era su documento y tal cual se encontraba su jefe, seguramente lo que menos querría hacer sería buscar carpeta por carpeta hasta dar con el informe. ¡Maldición! Pensó Alejandro mientras idea a una forma de solucionar aquel pequeño inconveniente. Entonces, de un momento a otro, pensó en su asistente, Alba.
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