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El Esposo De Mi Jefa

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Blurb

Alba aun recuerda con horror los momentos que tuvo que sufrir al lado de Victoria Gallardo, la mujer más insufrible del mundo quien la despidió de forma injustificada.Luego de seis meses sin empleo, Alba finalmente encuentra la luz al final de un túnel oscuro en la oficina del arquitecto Alejandro Olmedo, quien le parece bastante familiar aunque no sabe el porque.Bastante contenta por su nuevo empleo y por el atractivo de su jefe, Alba descubre qué la esposa de su jefe es en realidad aquella odiosa mujer que la despidió y que ambos están al borde de un divorcio inminente, por lo tanto y como venganza, Alba decide jugar a la secretaria coqueta con tal de hacer pagar a esa mujer todos los horrores qué le hizo pasar.

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Prefacio
—¿Acaso no puedes ser más idiota? —bramó la voz de Victoria Gallardo, la editora más afamada de la editorial más antigua de la ciudad de México, la editorial Munive. Alba, su asistente, simplemente agacho la mirada, paralizada por el tono de voz de su jefa, sabia que nada bueno podía ocurrir, una vez que ella se enfadaba. Todo indicaba qué su día seria un infierno. —Pero yo le envíe varios correos... —¡Estupideces!—grito Victoria arrojando los documentos y manuscritos qué yacian en la superficie de su escritorio como capricho, pues para ella no había excusa para lo que había sucedido. Alba dio un pequeño salto sobre su sitio, asustada, no sabia de que otra forma, explicarle qué no había sido su culpa. —Le juro que yo intente contactarlo... —insistio Alba. —¿Me juras?—cuestiono Victoria con ironía—¿Sabes lo que hemos perdido por tu ineptitud? Alba lo sabía muy bien. La editorial había perdido un contrato de diez años de publicación de un libro, uno que les daba la garantía de recaudar una cantidad exorbitante de dinero, pero aunque ella había hecho hasta lo imposible por contactar a ese autor, él simplemente había ignorado sus llamadas y sus mensajes, así como su correos y toda forma de comunicación, pero no lo había hecho con la editorial con la que finalmente había firmado la autorización de publicación y distribución, la editorial Minerva. —Lo sé, pero...—dijo Alba intentando explicar qué si el autor había decidido no responder sus llamadas, había sido por algo. Alba qué llevaba trabajando dos años en esa editorial sabia que había ciertos acuerdos qué no siempre gustaban a los autores y eran precisamente esos inconvenientes los qué hacían retroceder a los autores qué tenían un posible Best Seller en su poder. Por mucho que ella insistiera, no iba a cambiar el hecho de que, la editorial necesitaba cambios drásticos, sobre todo en sus contratos, de otra forma, los únicos autores qué podrían atraer, eran a los que aspiraban a tener su manuscrito en físico sin importar el costo, los qué sé aventura a a firmar lo que sea con tal de tener sus escritos en papel con solapas y portadas llamativas. —¡Pero nada! —grito Victoria exasperada, puesto que no era la primera vez que Alba cometía un error tan grande como ese, según su criterio, puesto que en realidad, Alba había sido su asistente más eficiente, solo que jamás iba a admitirlo. Su ego y su orgullo eran los suficientemente grandes como para cegarse a si misma y no ver más allá de su burbuja—¡Ya no quiero excusas! ¡Siempre es lo mismo contigo! Alba cerro el puño para tratar de contener la impotencia y frustración qué esa mujer le causaba, aunque esos sentimientos eran cosa que tenia que estar soportando cada día de su vida desde que había sido contratada como la asistente de Victoria Gallardo. Al principio creyó qué trabajar al lado de ella no sería tan malo, no parecía ser una mala persona aparentemente, pero estando en su oficina, con las puertas cerradas, esa encantadora mujer se convertía en un demonio capaz de devorar a cualquiera con tal de obtener lo que deseaba, el crédito de un trabajo bien hecho. Luego de un año trabajando para Victoria, se había dado cuenta de que, en realidad no era lo que aparentaba, sino que era una bruja sin corazón qué la explotaba para adjudicarse su trabajo. Había sido Alba quien había leído el manuscrito de ese escritor y por lo tanto se había dado cuenta de su potencial, ella había intentado convencer a Victoria de que el manuscrito era una joya qué no debían desaprovechar, pero Victoria no lo tomo en cuenta hasta que supo que la editorial Minerva también estaba detrás de ese autor. —Por favor, fue un error qué no volverá a ocurrir—expresó Alba con impotencia y lágrimas resbalando por sus mejillas, aunque claramente no quería seguir trabajando para Victoria, pero no soportaba la idea de que la despidieran de ese modo, no cuando prácticamente había puesto su alma y su corazón a ese puesto, no porque le agradará ser una simple asistente, sino porque había perdido amigos y había ganado enemistades por culpa de los caprichos de su jefa. —Por supuesto que no volverá a ocurrir—expresó Victoria inflando el pecho, para demostrar su poder y por supuesto su voluntad—estás despedida. Mañana temprano, pasa con recursos humanos y entrega tu identificación así como tu documentación para que te den el finiquito qué claramente no mereces. Victoria se cruzo de brazos y se giro dándole la espalda a quien había sido prácticamente su esclava durante dos largos años. —Deme otra oportunidad—suplico Alba como última opción, aunque en realidad no tenia necesidad de hacerlo. Ese puesto, a pesar de ser exclavizante le habia otorgado un buen salario qué al final de cuentas no había podido gastar como a ella le hubiese deseado hacerlo por falta de tiempo, siempre estaba ocupada leyendo manuscritos y complaciendo a su jefa, así que en realidad tenia el suficiente presupuesto para sobrevivir un par de meses de manera austera si se lo proponía, pero había sacrificado tanto que temía perder lo único que había conocido por dos años enteros sin descanso. —Ni muerta me atrevería a darte de nuevo tu empleo—expresó Victoria tomando la copa de vino qué había dejado momentos atrás al entrar en esa oficina— ahora largate de aquí. Alba alzó la vista y por un momento contempló la opción de tomarla del cabello para demostrarle de una buena vez por todas su sentir, después de todo ya había perdido su trabajo y esa mujer no había sido la mejor jefa de todas, pero se dijo a si misma qué no podía malgastar su tiempo ni su esfuerzo con una bruja como esa, además de qué, estaban a mitad de la posada navideña de la empresa y afuera de la oficina había muchos testigos qué podían hablar en su contra en un juicio, así que simplemente apretó su puño y enterró sus uñas contra su piel. Alba dio media vuelta aguantado lo más que podía las ganas de llorar, camino hasta la puerta y salió con dirección hacia su escritorio. Se trataba de un cubículo común y corriente como el de todas las secretarias y asistentes de la editorial. Estaba cerca de la ventana donde aveces miraba la vida cotidiana de la ciudad, lo hacía cuando sus días estaban llenas de estrés y mucho cansancio, buscaba distraerse de su mísera vida, pero en ese momento ni esa ventana, ni tampoco la música alegre navideña qué sé podía escuchar a lo lejos, le ayudó a tranquilizarse. —¡Maldita bruja!—musito mientras vacíaba una caja llena de manuscritos qué, al ser despedida, poco le importó. En ella comenzó a guardar las pocas pertenencias qué tenía en el escritorio como la fotografia de su padre, quien había fallecido el año pasado y precisamente debido a su trabajo, no había podido asistir al funeral, puesto que ella se encontraba en una feria internacional de libros donde Victoria presento a quien creyó sería un autor muy cotizado, por lo que impidió y amenazó con despedirla si abandonaba el lugar ese día. Alba comenzó a sollozar al recordar todo lo que se había perdido por culpa de Victoria. Cumpleaños, bodas, reuniones familiares, él funeral de su padre y a su novio. Luego de terminar de guardar todas sus cosas, sello la caja con una cinta y a pesar de tener las mejillas humedecidas comenzó a caminar por los pasillos en los que muchas veces, había pasado corriendo y empujando a mucha gente en su camino, motivo por la qué termino siendo bastante odiada entre sus compañeros. Nadie más que ella comprendía lo demandante qué era Victoria, así que mientras trabajaba pensó que lo mejor era no tener amigos en el trabajo y de esa forma se abstuvo de tenerlos. En su camino se encontro con un pequeño grupo de tres amigos, dos mujeres y un hombre a los que muchas veces observó desde su ventana. Ellos eran el típico grupo de amigos inseparables, los típicos godinez qué compartían todo. Llevaban vasos en sus manos, parecían estar un poco ebrios, aunque se suponía qué no debía haber bebidas alcohólicas en ese lugar y mientras caminaban alegremente no se percataron de la presencia de Alba, así que una de ellas, termino chocando y derramando su bebida roja contra el vestido de Alba. —¡Oye!—reclamo Alba, exasperada por la noche que estaba teniendo, pero en vez de recibir una disculpa por el accidente, la chica de nombre Jimena y quien había dejado caer su bebida simplemente soltó una carcajada y sus amigos le siguieron el juego. —¡Ay, por dios Jimena!—dijo su amiga de nombre Alejandra sin dejar de reír y burlarse de Alba—¡Mira lo que hiciste! Alba percibió el aroma a alcohol qué esos tres emanaban, además de la bebida qué había quedado impregnada en su ropa, así que simplemente se limitó a dirigirle una mirada mordaz antes de abrirse paso por el pasillo y retirarse, ya qué no valía la pena pelear con esos tres. Se fue derramando otro par de lágrimas, esta vez de impotencia y por supuesto, con pensamientos intrusivos e impulsivos qué le reclamaban volver para buscar justicia no solo con esos idiotas ebrios sino también con su jefa, pero no lo hizo, era bastante decente como para atreverse hacer algo en su contra y eso le fastidiaba, ser la chica buena, la sumisa qué permitía qué la fastidiaran sin decir una sola palabra. Luego de subir al ascensor y bajar algunos pisos hacia el vestíbulo. Durante todo el camino había pensado en lo humillante qué sería para ella qué en medio de plena posada de la empresa, las personas, las mismas que siempre sacaban rumores sobre ella, la vieran salir con esa caja qué evidenciaba qué había perdido su empleo. Se limpio las mejillas con las mangas de su vestido recién manchado, pero justo en ese momento, cuando las puertas se abrieron, un hombre apareció frente a ella. El hombre era alto, bien parecido, de facciones finas, piel bronceada y mirada inquietante. Alba se detuvo un momento para barrerlo con la mirada, el tipo llevaba puesto un traje azul elegante, era claro que estaba ahí por la posada así que se hizo a un lado para dejarlo pasar, pero justo ese hombre hizo lo mismo. Alba lo miró de reojo algo avergonzada, así que trato de rodearlo para poder avanzar, pero al dar un paso afuera del ascensor, él piso de la caja se abrió dejando caer todo lo que contenía. ¡No podía ser más vergonzoso para Alba! Con las mejillas enrojecidas, se agacho para reacomodar como fuera aquella caja y sus cosas, ya no quería permanecer ni un minuto más en ese lugar, pero entonces sin previo aviso una mano masculina, amplia y ágil comenzó a levantar sus cosas. Alba, un tanto desconcertada no dijo nada, pero se apresuró a poner todo en su sitio, solo que mientras eso ocurría se atrevió a levantar la vista ,él hombre había perdido el ascensor por su culpa, así que pensó en la posibilidad de agradecer su amabilidad, después de todo, él no tenia la culpa de todo lo que había ocurrido esa noche. Para cuando terminaron de alzar todo, Alba se levantó y se aclaró la garganta. —G-gracias—expresó con cierto nerviosismo, no tanto por la vergüenza qué tenía porque llevaba el vestido sucio o porque se le hubiera caído la caja frente a él, sino porque era un hombre bastante apuesto. El hombre no dijo nada, pero al menos se digno a sonreírle y asentirle con la cabeza, pero un segundo más tarde las puertas del ascensor volvieron a abrirse y para su desgracia quien salía de ahí era su ex jefa. —¡Oh, tesoro! —expresó aquella bruja como si en realidad fuese una encantadora mujer. Victoria, inmediatamente se colgó del cuello de aquel tipo sin pensarlo dos veces para plasmar sobre sus labios un beso apasionado. Alba los miro, atónita e incomoda por haberse quedado parada ahí, justo en ese momento, cuando en su mente y para ese momento ya debía estar pidiendo un taxi, pero cuando volvió a la realidad, Victoria ya había dejado los pobres labios de ese hombre en paz y se había percatado de su presencia. —¡Por Dios!—dijo Victoria mirándola de arriba abajo soltando una carcajada burlándose de ella—¡Mírate, estas hecha un asco! —¿La conoces?—de pronto hablo aquel hombre Gallardo a su lado, su voz era bastante hipnótica. —No tesoro, debe estar pérdida—le respondió Victoria y sin perder más tiempo, tomó la mano de su acompañante y ambos rodearon a Alba para ir directamente donde se estaba llevando acabo la fiesta. Alba, con las mejillas enrojecidas de vergüenza, maldijo aquella odiosa mujer para sus adentros puesto que no tenia el valor suficiente para hacerlo de frente, al menos en esa ocasión. Se prometió a si misma qué de poder hacerlo, de encontrar ese valor en si misma, se vengaria de ella.

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