Capítulo 5

2077 Words
Alejandro se vio en la penosa necesidad de llevar a su casa a su asistente, después de todo, la culpa no lo dejaría en paz si únicamente le daba dinero para un taxi, era demasiado cortés como para hacer algo como eso, pero su gesto de caballerosidad seguramente le costaría algunos billetes ya qué su auto encerró el aroma qué emanaba de su asistente, apesar de llevar las ventanillas abiertas. Alejandro condujo por una zona de la ciudad qué no conocía, era pintoresco, pero muy común como para tener que transitar ahí por error. Había tiendas en las esquinas, locales de herrería y ferretería, verdulerias y minisuper para compras básicas, era lo que se podía decir una colonia común. —E-es aquí—expresó Alba señalandole un edificio de color rojo en medio de varios de color blanco de pintura deteriorada. Su jefe asomo la cabeza y miro el sitio donde vivía su nueva asistente. No era el mejor sitio, pero al menos era el único edificio qué trataba de mantener una imagen decente, no había basura alrededor y no había macetas colgando con todo tipo de plantas como en los edificios aledaños. —Oh bien—dijo Alejandro orillandose en el primer espacio qué encontró, solo que al hacerlo hubo un extraño e incomodo silencio qué tuvo que interrumpir. —Lamentó mucho lo que paso—volvió a disculparse, aunque claramente no había sido su culpa, ni tampoco de Alba—tomate el resto del día y mañana no tienes que llegar antes de las nueve. Alba se encogió ligeramente de hombros mientras escuchaba a su jefe hablar, no dijo nada ya qué su mente estaba ocupada pensando en la posibilidad de renunciar al siguiente día, solo que tenía bastantes deudas como para permitirse hacer tal cosa solo por ese extraño incidente. —De acuerdo—le respondió y asintió con la cabeza, pero apenas se animo a mirarlo, esa experiencia seguramente sería una horrible anécdota qué algún día le daria risa, pero en ese momento no le encontraba la gracia—nos vemos mañana. Alejandro asintió tratando de ocultar con una sonrisa apenada, el asco qué sentía de ver restos qué basura en su cabeza, en su carrera había visto muchas cosas, incluso accidentes fatales, pero ninguno tan vergonzoso y asqueroso como ese. Alba salio del auto, lo rodeo y camino rápidamente hasta entrar en el edificio para evitar que la gente la viera tal y como estaba, llena de popo seca en todo el cuerpo. Alejandro por su parte, saco de la guantera todos los aromatizantes qué tenía a la mano, unos qué por cierto su esposa le había obsequiado siendo aun novios, los uso todos, pero aunque el olor hediondo se disipó un poco, él auto ahora tenia una extraña mezcla qué le resultó peor. Al estar ligeramente salpicado de heces, se vio obligado a dejar sus actividades por ese día e ir a casa a cambiarse, eran cerca de las cinco de la tarde, así que de cualquier modo ya no había mucho por hacer en la oficina. Su casa o mejor dicho, su departamento estaba situado en una zona residencial de Polanco, en una serie de edificios elegantes y modernos qué él mismo había diseñado como uno de sus primeros proyectos luego de titularse. Alejandro, además de ser hijo de un rico empresario, también había sido un chico genio durante sus años de estudios, siempre construyendo cosas, planeando y diseñando. A diferencia de muchos de sus compañeros que se habían dedicado a los bienes raíces o trabajaban en las empresas de sus padres, él quería forjar su propio camino, dejar su nombre en los libros de historia de la arquitectura y no estar bajo la sombra o incluso la protección de su progenitor y ese camino realmente lo hacía enorgullerce porque no necesitaba de la cartera de papi para solucionar sus problemas, solo bastaba con pronunciar su nombre “Alejandro Olmedo” para que la gente lo respetará por quien era y no por lo que tenía. Subió a su departamento, pero al abrir la puerta una extraña mezcla de melancolía lo sobrecogio. Ese lugar había sido, de alguna forma, su sitio privado, su cueva, el lugar donde había llevado a mil chicas para disfrutar de su compañía, un sitio qué le traía buenos recuerdos del hombre que era antes de conocer a Victoria “La chica de sus sueños” pero al mismo tiempo la mujer que le había destrozado su corazón. ¿Cuantas veces había llevado a Victoria a ese sitio? ¿Cuantas veces no habían desbordado la cama con tanta pasión? Victoria era fuego, un fuego incontrolable en el qué nunca había tenido ningún inconveniente en quemarse, aunque después del matrimonio, ese mismo fuego había comenzado a quemar todo a su paso, incluso su amor por ella. Al llegar a su habitación, lo primero que hizo fue desvestirse para después meterse a la ducha, pero mientras se quitaba la camisa el nombre de Victoria se reflejo en la pantalla de su teléfono. La observó por un momento, una parte de si mismo quería tomar la llamada justo en ese instante, decirle que la amaba y que la esperaba en ese sitio para hacer el amor el resto del día, resolver sus problemas en la cama, pero otra parte, la qué recién empezaba a conocer a la verdadera Victoria, le dijo que no debía esperar mucho de esa llamada. Tomó la llamada, pero intuyendo qué simplemente perdería su tiempo con ella, puso el altavoz para seguir desvistiendose y meterse al agua, para ir a su cita esa noche. —¿Qué pasó?—pronunció de forma seca mientras miraba su dorso desnudo frente al enorme espejo de su baño. La última vez que había intentado solucionar las cosas con Victoria las cosas no habían terminado exactamente muy bien para Alejandro, aun tenia sobre su pecho una pequeñas marcas qué la rabia de esa mujer le había dejado sobre el cuerpo luego de arrojarle una botella sobre el pecho. Las heridas fisicas eran lo de menos, pero lo que más le dolía, era el hecho de haber perdido a la Victoria de la qué sé había enamorado y no saber exactamente como recuperarla. —¿Solo eso preguntas después de tantos días sin vernos? —cuestiono Victoria con un tono de voz sarcástico y en cierta forma, frío. En su extraña burbuja hecha de arrogancia y soberbia, ella no podía creer como es que el hombre que ella creía perfecto simplemente había dejado de buscarla y complacerla, en su mundo de colores era ella a quien se le debía devoción y fidelidad, pero hasta entonces Alejandro solo le había demostrado debilidad y poca disposición para entenderla. —¿Qué es exactamente lo que esperas de mi, Victoria?—expresó Alejandro con cierta frialdad, la qué su instinto intuyo qué su esposa la de corazón de piedra merecería. —No haces nada más que decepcionarme—impugnó Victoria soltando un suspiro desganado. —¿Yo te decepcionó?—cuestiono Alejandro con cierta ironía en su tono de voz, realmente le sorprendía el descaro de su esposa. —Si, lo haces—protesto Victoria—se supone que deberías comportarte como hombre y hacer lo que debes hacer, no preguntarme qué es lo que quiero de ti. Alejandro cerro su puño harto de sus estupideces de niña estúpida, era como si su cabeza estuviera llena de aire y no pensara en más que tonterías feministas no muy bien definidas. —¿Para eso llamaste?—impugnó Alejandro tratando de guardar la compostura, no quería perder los estribos como aquella última vez en que se habían visto, él no era ese tipo de hombre, él no cedía ante la violencia a menos que se tratara de s*xo— ¿Para seguir insultandome o además de tus tonterías, tienes otra cosa que decir? Aquellas palabras sonaron bastante duras viniendo de Alejandro, quien pocas veces maldecia, pero si qué sabia como decir la verdad tan cruda. —No dices más que tonterías sin sentido, Alejandro—impugnó Victoria burlándose de él y es que ella era una mujer bastante impulsiva y no le daba miedo demostrar cuan peligrosas eran sus uñas— —Victoria—expresó Alejandro sin ningún ápice de seguir soportandola—tengo cosas que hacer, así que si la única razón por la qué llamaste fue para seguir peleando entonces voy a colgar. —Atrévete a hacerlo y en este momento me tendrás delante de tu puerta, pero creeme que no será una visita agradable—lo amenazó. —Bien, entonces si lo que quieres es seguir peleando entonces hagamoslo—la reto, pero no precisamente con la intención de pelear cuanto ella quisiera, sabia que aunque hablaran durante horas, Victoria no se detendría a menos de que él le diera la razón. Alejandro simplemente dejo el teléfono sobre el lavabo y abrió la llave del agua caliente para meterse a la ducha, así que mientras él se bañaba, Victoria empezó a escuchar el ruido del agua correr, algo que simplemente la irritó aun más por haber sido ignorada por su propio esposo. —Imbécil—vocifero Victoria antes de colgar la llamada, estaba sumamente molesta cuando su intención era darle la oportunidad para disculparse porque si, para Victoria, en su mente, era él quien había fallado como esposo. No precisamente siendo infiel, pero si un mentiroso. Victoria recordaba a Alejandro mucho más servicial y cortés, más atento a sus caprichos, pero una vez casados, de la noche a la mañana era él quien había sufrido cambios drásticos lo que había llevado la relación al punto en el qué sé encontraba. Según Victoria, su esposo se había vuelto un poco más frío en el sentido de que la prioridad de Alejandro no era del todo ella, se enfocaba mucho en su trabajo dejándola sola por varias horas o al menos así había sucedido en su luna de miel. Victoria estaba acostumbrada a una rutina, una en la qué Alejandro había dejado de darle obsequios la mayor parte del tiempo, habían dejado de tener citas y también ya no se comunicaban todo el tiempo como lo habían hecho durante la mayor parte de su relación. Victoria no quería ser la esposa adnegada qué intuyo qué su esposo esperaba que fuera, pero lo cierto era qué Victoria no se había dado cuenta que el problema de su relación fallida no era Alejandro sino la ausencia de quien había logrado qué esa fantasía del hombre perfecto se creará en su cabeza. Alba. Desde que había despedido a su antigua asistente, algo en su vida se quebró, fue como si la suerte qué hasta entonces había tenido de pronto se esfumara. Habia perdido contratos, así como autores, credibilidad e incluso organización y que decir de su relación qué estaba por llegar a un punto donde no habría retorno. Victoria, le echaba la culpa a su esposo por todo lo malo que estaba pasando en su vida sin mirar la realidad. Durante el tiempo en que Alba se había desempeñado como su asistente, todo había funcionado como un reloj, cada pieza en su vida se había colocado de tal forma qué Victoria siempre parecía ganar. Alba era quien había logrado triunfos en su vida y no solamente profesionales y que Victoria se había adjudicado como suyos, sino también logros personales e íntimos de pareja. Victoria no lo recordaba o quizás no quería hacerlo, pero gracias a Alba su relación había funcionado gracias a los detalles que ella compraba para su novio y también a la organización de citas y demás detalles para él. No es que Alejandro hubiese dejado de quererla, sino todo lo contrario, se esforzaba aun más, pero a cambio de esa devoción, él esperaba un esfuerzo de su parte a cambio, algo que Victoria no sabia como regresarle porque ella nunca había hecho algo por él, sino que durante todo ese tiempo lo había hecho Alba. En esa extraña coincidencia, Alba tampoco tenía idea de todo lo que había hecho por Victoria y Alejandro, ya qué aquel esfuerzo que había hecho, había sido únicamente para ser reconocida, algo que al final nunca había pasado, sobre todo teniendo la jefa que tenia. Ni Victoria ni Alejandro tenian la menor idea de que lo que faltaba en la ecuación de su matrimonio era Alba, la asistente qué esa misma tarde había terminado embarrada en desperdicio orgánico.
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