—¿Acaso no puedo ser más idiota?—se culpaba Alba mientras ahogaba un par de gritos en la almohada de conejito qué tenía sobre su cama.
Eran las ocho de la noche y ya estaba en pijama, no porque realmente ella se durmiera a esa hora, sino porque se había dado tres duchas.
Después de lo sucedido se había bañado como nunca antes en su vida lo había hecho, su piel había quedado tan roja qué al final le había terminando ardiendo al intentar quitarse el aroma de aquella horrible mezcla.
—¿Porqué en mi primer día?—se quejaba frente a la televisión encendida—¿Porqué frente al jefe?
—Renuncia—la incitó su amiga Rosalba, una chica a quien conocía prácticamente desde la secundaria y quien había sido su compañera de aventuras hasta la universidad donde sus caminos había tomado rumbos diferentes y mientras Alba había terminado desempeñandose como asistente, Rosalba había conseguido titularse como sobrecargo de una aerolínea internacional.
Rosalba amaba su trabajo, era todo lo que siempre había querido, pero también era demasiado demandante en el sentido de que aún no gozaba de una plaza fija, por lo que siempre estaba renovando su contrato y para evitar que alguien la reemplazará, ella siempre estaba sobreexigiendose tomando vuelos y turnos qué nadie quería para hacerse notar, para que sus jefes se dieran cuenta de que ella estaba ahí no solo para ofrecer un servicio sino porque amaba su trabajo y por lo tanto era un poco difícil estar en la ciudad de México.
De entre todas sus amistades, la qué siempre había permanecido firme había sido la de Alba, no solamente por el tiempo que llevaban de conocerse, sino porque Alba nunca había permitido qué su amistad se rompiera a pesar de la distancia qué las separaba y cuando Rosalba así lo necesitaba, Alba siempre estaba al teléfono, aun así estuviera cansada.
—¿Estás loca?—le cuestiono Alba con cierto aire de vergüenza—¿Cómo voy a renunciar por ese incidente? ¡Tengo cuentas qué pagar!
—Entonces soporta como la guerrera qué eres, presentate y finje qué nada de lo que sucedió esta tarde pasó—la ánimo Rosalba, quien realmente se había reído tanto por la desgracia de su amiga qué no le quedaba más que darle un buen consejo por no saber como consolarla.
—No volveré a ver a mi jefe a los ojos—continuo Alba con pequeñas lágrimas en los ojos, nunca en su vida se había sentido tan humillada, ni siquiera Victoria qué era el mismísimo lucifer la había hecho sentir de esa forma, pero lo malo de aquella situación es que nadie tenia la culpa, solo había sido una terrible causalidad qué le había ocurrido a ella, no podía renunciar por eso y tampoco podía fallarle a su jefe cuando se había mostrado firme al momento de buscar un culpable e incluso la había llevado a casa, poco vergüenza tendría si no se presentaba al siguiente día.
Rosalba soltó una carcajada en el altavoz del teléfono de Alba, ya qué esa era la única forma de seguir en contacto. Ella se encontraba en Argentina, un destino que había visitado un par de veces desde que trabajaba para la aerolínea, solo que en cada visita el país cambiaba más nunca exactamente para bien.
—Será una bonita anécdota qué podrán compartir si conservas tu trabajo—Sé burlo Alba mientras pasaba un par de chicos a su lado, chicos realmente atractivos y con esas características qué solo los argentinos compartían con los europeos.
Después de darle un trago a su te de matcha, su mirada bajo hacia sus traseros, los cuales por alguna razón no tenían, un total desperdicio a pesar de tener una cara de tentación.
Luego de un segundo, Rosalba se concentró en la conversación con su amiga, lo bueno de viajar seguido era la variedad de hombres con los que podía acostarse, pero no siempre obtenía los resultados qué esperaba.
—¡Te crees muy graciosa!—protesto Alba mientras se levantaba de la cama para buscar en su armario algo más adecuado qué ponerse al día siguiente, después de lo que había vivido, prácticamente se había prometido qué no volvería a bajar la guardia y que a partir de ese día seria como una maldita águila , con los ojos en todos lados y siempre preparada para lo inesperado.
—Por supuesto—respondió Rosalba, pero justo en ese momento, su cita llego justo a la mesa donde ella esperaba—bueno amiga, te dejo, te llamaré mañana.
—Oye espera qué...
De pronto, la habitación de Alba permaneció en silencio y es que lo malo de aquella amistad es que siempre, de alguna forma, una de las dos siempre terminaba la llamada así, abruptamente y aunque para ese tiempo, Alba ya debía estar acostumbrada, la verdad era qué no, aun se sentía extraña luego de ese silencio qué su amiga dejaba al colgar porque sin Rosalba, su vida se reducia a la soledad.
Por otro lado y bastante lejos del departamento de Alba, Damián finalmente había ido a recoger a su amigo, quien no parecía tener cara de querer salir a distraerse.
—¿En donde...—lo miro de arriba hacia abajo. Alejdro estaba bien vestido, bien bañado y perfumado, pero su rostro tenia la expresión más seria qué en su vida había llegado a conocerle— es el velorio?
—Imbecil—musito Alejandro sin mucho ánimo de escuchar las tonterías de su amigo, así que solo se limitó a observar el paisaje qué sé observaba al otro lado de la ventanilla luego de que Damián avanzará.
—Supongo que no hace falta preguntar qué esa cara de perro medio muerto es por causa de Victoria ¿Verdad?—expresó Damián mientras miraba por el rabillo del ojo a su amigo, pero Alejandro qué ya estaba harto, al menos por ese día, de que su vida girará en torno a su esposa, decidió no responder—olvidémonos de ella ¿Quieres?
—Eso intento—finalmente respondió, aunque no muy complacido de la forma en que su amigo estaba tratando de hacerlo, así que decidió cambiar el tema él mismo—¿Y tu hermana?
—Nos verán en el restaurante—expresó Damián bastante confiado y algo cortante, cosa que le pareció un tanto sospechoso a Alejandro, pero no quiso darle muchas vueltas al asunto y solo se dedico a observar la pantalla de su teléfono para averiguar qué había sucedido mientras él se daba una ducha y se arreglaba para salir ya qué había permitido qué la llamada continuará.
La llamada no había durado mucho después de que Alejandro ignorara a Victoria, pero ella, en su enfado, había colgado solo para llenarle la bandeja de su buzon de voz con varios insultos bastante severos, así como mensajes de texto, algunos muy mal escritos, quizás por la prisa al escribirlos.
Esa noche, Alejandro se dijo que no iba a permitir qué el nombre de Victoria siguiera fastidiandolo y aunque hasta ese momento había sido bastante paciente con ella, se pregunto hasta que punto sería capaz de soportar su incensates.
Tan solo por esa noche bloqueo el número de su esposa para evitar que interrumpirá aquella salida, la cual se suponía era para que él pudiera relajarse y se distrajera de los problemas de su matrimonio, pero al levantar la mirada del teléfono y meterse lo al bolsillo se percató de la presencia de música bastante sonora.
—¿A dónde diablos me trajiste?—cuestiono Alejandro algo extrañado, ya qué el lugar, por fuera parecía ser un antro y no precisamente a los que ellos solían ir—¿No se suponía qué iríamos a cenar?
—Y claro que iremos, pero mi hermana me dijo que nos veríamos a las nueve allá, así que. ¿Porqué no hacemos tiempo aquí? Además hay algo que me gustaría mostrarte.
Damián salio del auto sin darle más explicaciones a Alejandro por lo que él no tuvo más remedio qué seguirlo al interior de aquel lugar lleno de luces de neón de diversos colores así como música de regueton con letra un tanto cuestionable, así como una voz poco entendí le para un supuesto cantante.
Alejandro se molesto un poco, pero aquella pequeña molestia de pronto se desvaneció mientras Massé adentraban al lugar y es que a su alrededor había muchas chicas muy hermosas, las cuales bailaban al ritmo de aquella música, sacudiendo sus traseros como si fueran gatas en celo llamando a un macho o al menos así lo pensó Alejandro qué por muchos años había tenido una gata llamada “Pimienta” y quien le había dado mucha lata antes de esterilizarla.
Entre la gente que ahí bailaba, Alejandro divisó por fin la figura de su amigo quien había llegado con un grupo de personas sentados alrededor de una mesa al fondo del antro.
Damián saludo muchas chicas, que parecía conocer muy bien y al ver eso Alejandro sospecho lo peor, que su amigo lo había engañado.
—Damián—dijo Alejandro alzando la voz debido a la música, entonces el grupo de amigas de Damián giraron en su dirección.
—¡Ven aquí, te voy a presentar a unas amigas!—lo animo Damián acercándose a él para tomarlo del hombro, pero Alejandro lo miro con recelo.
—¿Qué diablos pretendes?—murmuro Alejandro caminando a su par hasta esas mujeres que si, parecían modelos, pero de vestido extremadamente cortos y ajustados.
—¿De qué hablas? —impugnó Damián fingiendo estar ofendido—solo vine a saludar a unas amigas.
—¿Y casualmente sabias que iban a estar aquí?—lo acusó.
—¡No!—expresó Damián con un sonrisa pícara— claro que sabia que estarían aquí, solo que pretendía venir después de cenar, pero ya que tenemos tiempo de sobra porque no nos tomamos un trago, ya sabes para relajarnos y entrar en ambiente.
Las amigas de Damián, le sirvieron un par de tragos de tequila, pero Alejandro miro los tequileros con cierto recelo.
—¿Solo un trago?—cuestiono Alejandro dudoso y Damián asintió.
—Solo uno, a menos de que quieras más ¿eh?—sugirió Damián y luego de contar hasta el número tres ambos se tomaron aquel primer trago.
Lo que Alejandro ni Damián sospechaban es que aquellas chicas amigas suyas habían metido en la botella un par de pastillas para animar el festejo, por lo que luego de beber ambos se sintieron un poco mareados y algo sedientos.
Damián sospecho qué algo realmente le había sucedido a su bebida ya qué, no era la primera vez que algo así le pasaba, por supuesto, en su experiencia, las bebidas qué sus amigas le ofrecían realmente servían para aumentar la diversión así que no dijo nada cuando Alejandro mismo pidió un nuevo trago, puesto que se dijo a x si mismo que había perdido la práctica.
Si en algo se comparaban esos dos amigos era en la forma en como bebían sin sentirse agobiados por el alcohol, pero al beber ese trago de tequila y sentirse un poco mal ,se dijo a si mismo que se debía a que había perdido la práctica después de tantos meses de tensión, así que el mismo pidió un trago, solo para volver a acostumbrar su cuerpo, después de todo en casa o mejor dicho en su departamento, nadie lo esperaba.
Y así, sin qué Alejandro sospechara nada, esa noche tomaron más de lo debido y por supuesto no asistieron a la cita con la hermana de Damián, quien realmente los había estado esperando.
Alejandro tomó bastante, pero Damián se contuvo sabiendo que debía vigilarlo porque debía ser la primera vez que tomaba bebidas adulteradas, así que luego de un rato entre risas y coqueteos, Damián se vio obligado a llevarse a su amigo de aquel sitio al ver que estaba siendo demasiado pesado con las chicas y todo nuevamente gracias a Victoria.
Alejandro parecía verla en todas partes, incluso en las amigas de Damián, así que al punto de las tres de la mañana. Damián y Alejandro entraron a su departamento, tambaleándose el uno contra el otro porque Alejandro ya no tenia el equilibrio suficiente para continuar hasta su habitación por su propio pie.
Y mientras Alejandro cantaba las canciones más tristes qué medio recordaba, su amigo le quito los zapatos y lo acomodo para evitar que se ahogara en caso de vomitar, esperando que no lo odiara al siguiente día por no haber ido a la cita qué el mismo le había prometido.