Capítulo 4

2061 Words
Alba se impresionó al ver la inmensidad de la construcción qué estaba a cargo de su jefe, se trataba de un edificio grande y espacioso, con muchos pasillos amplios y jardines qué por supuesto aun no eran exactamente una realidad, pero ya había jardineros observando la zona para su próxima colocación. Aquel edificio sería un elegante museo de arte contemporáneo qué sería inaugurado en el poco tiempo de tres meses, por ello había muchas personas por ahí, entre albañiles, chalanes, eléctricista e ingenieros qué trabajaban para dejar la obra lista. Entre todos esos hombres, Alba iba detrás de su jefe, caminando muy a prisa entre tablas de madera, botes de pintura y otros materiales que los trabajadores dejaban sobre el suelo al no haber mucha organización de donde colocar sus cosas. Alejandro no se molesto en girar a ver a su asistente, estaba muy ocupado pensando en todo lo que faltaba por realizar antes de entregar la obra a la empresa para la qué trabajaba, apesar de que la obra estaba en sus últimos detalles, aun había muchas cosas que debía supervisar, como por ejemplo la colocación de los ascensores, el museo disponía de cinco pisos, en los cuales se expondrian diferentes tipos de obras, solo que la empresa que había contratado para poner los ascensores no se había dignado a aparecer, aunque ya se les había dado un anticipo. Tambien se suponía qué ese sitio tendría una sección de murales los cuales ni siquiera habían comenzado a pintarse debido a que recién se empezaban a colocar lámparas colgantes, los pintores no podían trabajar mientras los demás trabajadores no terminarán sus trabajos. Había mucho por hacer y tres meses era muy poco tiempo, por eso odiaba tener varios proyectos al mismo tiempo, porque el tiempo se iba demasiado rápido y casi siempre algo debía salir mal, pero aveces esos problemas del trabajo eran mucho mejores qué llegar a casa porque al menos esos si qué podía resolverlos ya fuese con paciencia o gritando a cualquier incompetente qué sé cruzara en su camino. —¡Oh, licenciado Olmedo, que bueno que llegó!—agradeció uno de los ingenieros a cargo de la instalacion del sistema de seguridad qué ese lugar tendría, al ser un museo, por supuesto debía haber seguridad y al no haber electricidad en la mayor parte de las habitaciones era prácticamente imposible probar el sistema, aunque por orden de Alejandro, prácticamente habían terminado de instalarlo, pero de haber algún fallo en el sistema, tendrían qué revisar sección por sección hasta encontrar la falla, cosa que les llevaría semanas. Alejandro soltó un sonoro suspiro antes de responderle. —¿Qué sucede esta vez, ingeniero Cabrera? —cuestiono Alejandro con pocas ganas de resolver problemas ese día. Alba, que hasta ese momento su única preocupación había sido evitar caerse entre tanto escombro, termino chocando contra su jefe, quien apenas se giro levemente hacia ella y frunció el ceño. Apesar de su molestia por el trabajo, al ver de nuevo a su asistente, termino sonriendo después de recordar lo mal que lo había pasado a su lado mientras conducía. Ignoro su obvia torpeza y se volvió a hacia el ingeniero Cabrera. “¿Acaso no puedo ser más torpe?” se reprendio Alba interiormente, mientras su jefe hablaba con el hombre de complexión delgada, pero quizás de edad avanzada, entre unos cincuenta o cincuenta y cinco años de edad, tenia bastantes canas en la cabeza y un bigote muy graciosa debajo de la nariz. Mientras su jefe solucionaba los problemas típicos de un lugar tan complejo como ese, Alba se acerco a observar los planos qué sé encontraban sobre una mesa, todos y cada uno de ellos representaban desde el plano de construcción, hasta el eléctrico, así como el de seguridad y otros más, pero mientras le echaba un ojo mientras su jefe parecía enfadarse más y más con el hombre que tenia enfrente, Alba dio un paso hacia su costado derecho causando qué su tacon se atascara en el hoyo de una tabla y su zapatilla quedara atrapada. —Mierda—musito para si misma mientras observaba a su alrededor, quizás de forma instintivamente par saber si alguien la había visto cometer ese terrible error. Intento todo cuanto pudo los siguientes diez segundos, movió su pie de un lado para otro intentando liberar su tacón, pero ese hoyo parecía haber sido creado específicamente para su tacón, había embonado tan bien que nada lo liberaría o al menos eso pensó Alba. Creyó qué su única alternativa sería quitarse el zapato e inclinarse ella misma y averiguar si podría liberarlo de un jalón, pero sin previo aviso un extraño crugir se escucho en la sala muy cerca de ella, su tacón se había roto. —¡No! —dio un grito ahogado qué ni el ingeniero ni su jefe escucharon debido al demás ruido de las otras salas—¿Porqué ahora? ¿Porqué a mi? —¿Señorita...?—se volvió Alejandro hacia ella, volvió a olvidar su nombre. —Alba Torres, Señor—repitió Alba tratándo de ocultar su nerviosismo de su jefe—por favor apunte qué debemos enviar un generador eléctrico esta misma tarde, tome nota de las especificaciones qué sé necesitan. Alba forzó una sonrisa y asintió al mismo tiempo que daba un paso hacia ellos, su zapato era libre, pero su tacón no, así que tuvo que fingir qué aun lo llevaba consigo para que su jefe no notará lo que había ocurrido en los pocos segundos en que él no la había estado observando. Al estar frente a ambos hombres, ambos notaron lo nerviosa qué estaba y es que apesar de escribir con diligencia lo que el hombre le decía, Alba había escrito todo en taquigrafía, aquella antigua forma de escribir de forma rapida y consisa, la cual parecía ser solo garabatos sin sentido. El ingeniero miró con cierta suspicacia a Alejandro, pero él solo alzó una ceja bastante intrigado por la forma de trabajar de Alba, podía usar técnicas bastante viejas, pero de ser buena sería bastante útiles. —¡Lic. Olmedo!—lo llamaron desde otro sitio, por lo que tuvo que darse la vuelta para averiguar qué otro tipo de problema debía solucionar. —Con permiso—dijo Alba al ver que su jefe se alejaba, no quería perderse en ese sitio así que lo siguió; sin embargo, fue en ese preciso momento en que el ingeniero la barrio de arriba abajo desde la nuca hasta su pues, por supuesto, solo para mirar su trasero de forma disimulada, así se dio cuenta de lo que le faltaba a su zapato. El ingeniero estuvo a punto de soltar una carcajada, pero se contuvo por respeto a su jefe y porque de pronto la sala ya estaba llena de hombres que iban y venían, sería demasiado humillante exponerla frente a tantos desconocidos o al menos para el jefe sería así. Miró a su alrededor buscando el paradero del tacón y en pocos segundos lo encontró atorado en el hoyo de una tabla, sería bastante difícil sacarlo de ahí. Alba siguió a su jefe por todo el sitio y dio gracias al cielo qué hubiese tanto ruido de maquinas y voces qué ocultaban el hecho de que al caminar, solo se escuchaba uno de sus tacones. Se lamentó el no haber seguido el reglamento básico de la secretaria: “Llevar zapatos de repuesto” cuando muchas veces había sufrido incidentes como ese al trabajar con Victoria, claro que con ella, Alba siempre se veía en la necesidad de correr, nunca le había pasado algo como eso, pero siempre tenia un repuesto de zapatos en su oficina y por supuesto un pequeño tuvo de pegamento industrial para reparar sus tacones como si nada hubiera pasado, pero en ese caso ya nada podía hacer más que soportar la vergüenza y rogar porque nada malo pasara. Alejandro inspeccionó el lugar con mucha cautela, había avances, pero no los suficientes como para poder decir que cumpliría con el tiempo estimado, por lo que se vio obligado a cancelar sus demás inspecciones para enfocarse en esa, por lo menos esa semana. Luego de dos horas llendo de aquí para allá, Alba ya estaba bastante cansada, puesto que durante todo ese tiempo había estado fingiendo qué su zapato estaba bien, así que había caminado de punta para disimular, además había estado anotando todo cuanto su jefe le había pedido para poder terminar con los arreglos del sitio. A pesar de lo mal que lo estaba pasando, hasta ese momento no había cometido otro error, no fue sino hasta que salieron al jardín, el último lugar para inspeccionar antes de irse. Los jardineros habían estado trabajando con la tierra, más no la qué había en el lugar, sino tierra qué ellos mismos habían traído como una orden especial y es que las plantas y flores qué pensaban plantar ahí, necesitaban precisamente un cuidado especial para sobrevivir, por lo tanto habían regado en casi todas las jardineras, la tierra y los suplementos qué necesitaría para la supervivencia de las plantas. Lo malo es que además de suplementos químicos, también había algunos orgánicos como heces de vaca y jugo de humus de lombriz qué habían colocado en algunos recipientes rectangulares sobre el suelo, donde cualquier despistado podía caer. Por suerte para Alba, eso si que lo había visto y no pensaba ni siquiera por accidente caer ahí, una cosa era ser distraída y otra era ser estúpida como para permitir qué más de dos accidentes le ocurrieran el mismo día. El lugar olía bastante mal, por lo que Alejandro se dijo a si mismo que no debían estar ahí mucho tiempo para no llevar esos aromas en sus ropas todo el día. Únicamente hablo con el jardinero a cargo por unos minutos para saber cuanto tiempo les llevaría terminar el jardín y si les hacía falta algo para poder conseguir durante esos días. Alba no se apartó de su jefe sabiendo que tendría que anotar algo como en casi todos los sitios donde se habían detenido y mientras ellos hablaban. Alba se percató qué no muy lejos de ellos se encontraban unos botes metálicos qué habían apilado en dos pisos, solo que habían algunos trabajadores maniobrando tablas muy cerca de ellos. Alba intuyo qué no pasaría nada, puesto que esos botes de varios cientos de litros de capacidad debían estar llenos, de hecho pensó que se trataba de agua almacenada para regar las plantas una vez que todo estuviera listo; sin embargo, aquellos hombres que trataban de pasar con un montacargas y sus tablas de madera, terminaron golpeando por accidente aquella pila de botes, la cual cayo directamente hacia ellos. —¡Cuidado!—alertó su jefe al ver los botes muy cerca de ellos. Él y el jardinero pudieron esquivarlos al estar de frente a ellos, pero Alba, al intentar escapar de un buen golpe se tropezó contra los recipientes de material orgánico preparado, termino cayendo sobre toda esa mezcla color marrón y olor a rayos. Alejandro termino con algunas gotas sobre las mangas de su camisa, al igual que el jardinero, que en realidad tenia un traje especial para protegerse de incidentes como ese, pero Alba se había llevado la peor parte. Estaba cubierta de pies a cabeza y todo por culpa de esos malditos botes. Los jardineros, quienes técnicamente ya habían perdido cierta sensibilidad al olor de la composta de heces de vaca, ayudaron a Alba a pararse de aquel hediondo material, mientras Alejandro miraba con horror y también cierta culpa a su asistente, quien no había tenido para nada un buen día. Tenía ganas de reírse, después de todo la escena era todo un show de payasos, pero no lo hizo por respeto a ella, además ya lo había hecho antes, la pobre debía sentirse muy avergonzada, así que decidió contener esas ganas de reírse y convertirla en sumo enfado para castigar a los culpables qué técnicamente la habían arrojado a ese estanque de popo. Alba estaba más que avergonzada, no se creyó capaz de volver al trabajo al día siguiente, ni siquiera de poder llegar a casa sin tener que pasar más vergüenza. Solo se quedo ahí sentada sobre un bote de pintura vacío mientras los jardineros le ayudaban a limpiarse el rostro con toallitas húmedas qué alguien llevaba consigo.
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