—Quisiera estar sola—reclamó Victoria con los ojos llorosos, lágrimas falsas para tratar de hacer sentir culpable a Alejandro, él único que realmente se había esforzado en esa relación.
Alejandro se toco la mejilla un tanto desconcertado, algo dentro de él, le decía que debía enfadarse por aquel golpe inesperado, pero después de todo, finalmente había visto un vestigio de interés en ella, así que no quería desaprovechar ese impulso, aunque muy pequeño, pero él quería creer que se trataba de amor.
Alejandro soltó su muñeca con gentileza y así, de pronto la piel de Victoria se deslizó por la suya hasta que se apartó de él y su oficina.
Vio partir a Victoria, quien en todo momento mantuvo esa expresión de pena y sufrimiento, aunque interiormente estaba gozando su papel víctima, porque sabía que Alejandro no se resistiría a esa imagen de una Victoria adnegada y decepcionada, tarde o temprano volvería a buscarla para pedir perdón y arrodillarse a sus pies.
Alejandro, efectivamente, se sintió culpable, por forzarla. ¡Si tan solo la hubiera dejado hablar!
Mientras ella volvió por el pasillo hacia el ascensor, las puertas se abrieron y varias personas emergieron de ese sitio, entre ellas, Alba, quién al reconocer a Victoria se quedo paralizada en el pasillo.
En cambio Victoria, no la reconoció, pues llevaba un peinado que nunca le había visto y además estaba muy ocupada disfrutando aquel deleite de hacer sentir mal a su esposo qué pasó por alto aquella chica que llevaba en las manos un par de botellas qué había comprado en la farmacia.
—¿Esto es una puta broma?—cuestiono Alba en voz alta, sin darse cuenta de que otras secretarias la habían escuchado.
Volvio a su oficina, dejando las cosas sobre su escritorio casi arrojandolas debido a la impresión que se había llevado.
¿Qué hacia ella justo ahí?¿A quién conocía de todas las personas que trabajan justo en ese piso?
Instintivamente miró acia la oficina de su jefe “Alejandro Olmedo”
—Por favor no, que no sea él—elevó una plegaria al cielo mientras juntaba las manos para pedir ese pequeño milagrito.
Para confirmar si realmente se trataba de él, hizo lo que pretendía hacer desde un inicio, llevarle a su jefe aquel remedio para sus malestares, tomó un vaso y sirvió un poco de agua, tomó una pequeña bandeja de metal y puso el par de pastillas efervescentes al lado del vaso, así como la botella de suero.
Luego de tragar saliva, tomó la bandeja y camino con lentitud hasta la puerta donde llamo antes de pasar.
—¡Adelante!— expresó Alejandro con voz pezarosa.
Cuando Alba ingreso, rápidamente dio un rápido vistazo al sitio. Todo parecía estar en orden a excepción de su jefe quien tenia la misma cara qué ella al caer a la mezcla marrón del día anterior, sorpresa y asco,ademas tenia la mejilla roja.
—Traje esto para usted, disculpe si abandone mi puesto durante unos minutos—expresó Alba justificando—tuve que ir a la farmacia.
Alejandro estaba sentado sobre su silla ergonómica detrás de su escritorio, con la mano en la sien y los ojos cerrados, pero al escuchar la declaración de Alba abrió los párpados ligeramente para observar a que se refería.
Vio la bandeja, aunque no sé sorprendió del todo ya qué en la oficina también había un kit de primeros auxilios, solo que no sabia si realmente había ese tipo de medicamentos ahí, es decir, la tabletas efervescentes, aunque agradeció qué su asistente tuviera un poco de empatia por él, algo que hasta el momento nadie le había mostrado.
—Gracias—le dijo tomando el vaso con agua y las tabletas—me has salvado la vida.
—¿Una mala noche?—expresó Alba olvidando qué no estaba ahí para conversar con él, sino para averiguar lo que más temía, que Victoria tuviera algún tipo de relación.
Alejandro asintió y realizo un gesto parecido a una sonrisa mientras vertia las tabletas en el agua y estás comenzaban a desmoronarse en el agua, solo que al levantar la mirada, Alba seguía ahí.
—¿Se te ofrece algo?—cuestiono Alejandro confundido de verla ahí.
—Si,de hecho una pregunta—expresó Alba reuniendo todo el valor qué tenía en el cuerpo— me pareció ver salir de su oficina una señorita, la cuál no pude atender...
—Oh si—expresó Alejandro, ahora entendía porque razón Victoria había entrado sin ningún problema, pero después de la bofetada qué su esposa le había dado, agradeció qué su asistente no se encontrará por ahí para verlo fracasar como hombre— la mujer que salio de mi oficina es mi esposa, así que si llega a aparecer de nuevo por aquí, hazme un pequeño favor, enviame un mensaje para advertirme qué esta aquí.
Alba abrió los ojos de par en par, no solo sorprendida de que su jefe, de que precisamente él, estuviera emparentado de alguna forma con ese maldito demonio del averno.
De pronto Alba sintió qué le faltaba el aire, quizás se le había bajado la presión o el azúcar no sabia exactamente qué tenía, pero era claro que le había afectado gravemente el saber que de alguna forma no se había deshecho de esa bruja.
—Aquí tiene—expreso Alejandro acercandole una pequeña tarjeta de presentación con su número de teléfono privado, ya qué sería su asistente, habría cierta intimidad entre ellos y que mejor que lo ayudara a prepararse mentalmente antes de recibir a su esposa, claro si es que ella se atrevía a volver ahí, aunque sabiendo que había cometido otro error ante ella, pero al levantar la vista de nuevo hacia Alba se percató de que la tonalidad de su piel era pálida, como si hubiera visto un fantasma— ¿Se encuentra bien, señorita Torres?
Alba volvió a la realidad una vez que escucho su apellido en labios de su jefe, resultaba extraño qué lo recordara en un momento como ese, cuando estaba pleno estado de shock.
—S-si—respondió, dio media vuelta y de pronto salio de la oficina sin decirle otra cosa a su jefe.
Alba volvió a su asiento, lo hizo tan maquinalamente qué su cuerpo se sintió extraño, muy tenso y estresado.
—Mierda—finalmente dijo, esta vez llevándose las manos al rostro—¿Porqué, Dios? ¿Porqué? ¿Qué fue lo que hice para merecer este castigo?
Dejo caer su rostro sobre sus brazos justo en el escritorio, para sufrir agusto, para intentar llorar, pero las lágrimas simplemente no salieron, solo se quedo ahí tratando de entender los planes del universo para volver a poner a Victoria de nuevo en su vida.
Luego de varios minutos tratando de entender porque diablos estaba sucediendole aquella horrible desgracia, recordó algo importante, algo que quizás no era nada, pero de ser cierto tal vez significaba qué no volvería a ver a Victoria por ahí.
Habia visto la mejilla de su jefe, estaba enrojecida como si recién lo hubieran golpeado. ¿Acaso había problemas entre ellos dos? ¿Su jefe finalmente se había dado cuenta de lo maldita que esa mujer podía ser?
Alba se levantó de su lugar mientras su cerebro comenzaba a conectar los cabos sueltos qué poco a poco recordaba.
Mientras trabajaba para Victoria o mejor dicho, mientras seguía siendo su esclava, Victoria le había hecho saber que tenia una relación con un hombre muy atractivo, el cuál nunca conoció, al menos él nunca la había ido a visitar a su oficina, pero a quien ella se había dedicado, técnicamente a “Enamorar”
Alba abrio la boca al entender lo que había hecho sin darse cuenta. Ella había unido a esos dos y desgraciadamente en matrimonio.
Victoria era una mujer muy ocupada o al menos eso era lo que siempre decía como excusa para no realizar su trabajo y es que incluso, el simple hecho de enviar regalos, mensajes o incluso organizar citas o viajes, solia encargarselo todo a Alba.
Y mientras leía manuscritos, también respondía los mensajes de amor de la nueva conquista de su jefa. Si, eso era bastante extraño, pero Victoria era así, mientras no existiera un compromiso serio además de un par de acostones, ella no ponía interés de su parte.
Alba no podía creer que apesar de la nula capacidad afectiva qué su ex jefa tenia por alguien que no fuera ella, había logrado casarse y peor aún, con un hombre tan atractivo como ese. ¿Realmente lo merecía como esposo?
La respuesta a esa pregunta era obvia, por supuesto que no, esa bruja simplemente iba a absorberle el alma cuando tuviera la oportunidad y quizás eso ya estaba ocurriendo.
No conocía a su jefe, pero si qué conocía bastante a Victoria, ella sabía como manipular a la gente, como hacer sentir miserable y culpable a su víctima para que después, a pesar de no hacer nada, su víctima terminará disculpándose por los errores de la misma Victoria.
Alba sintió tanta lastima por su jefe que se sintió culpable por ayudarla a engatuzarlo. Ya qué en ese tiempo no lo conocía ni siquiera físicamente, no era difícil para ella responder los mensajes de texto más cursis y melozos qué podía, algunas frases de manuscritos de romance qué ella misma leía en la oficina.
¿Pero como rayos iba a saber ella qué sé trataba de él?
Se dijo a si misma qué de saberlo, de haber conocido quien era la víctima de Victoria, quizás no habría hecho nada, esa era la realidad ya qué en ese momento, su único propósito había sido servirle fielmente a Victoria. ¿Porqué?
La realidad es que Alba aspiraba a convertirse en editora, le gustaba trabajar con libros, leerlos y ser parte de esas historias. Creyó, ingenuamente qué trabajar para Victoria le ayudaría, que ser su incondicional esclava, le ayudaría a alcanzar ese sueño, pero ese hermoso sueño, termino siendo pisoteado por ella.
¡Cómo deseaba pisotearla de la misma forma!
El problema es que le tenia tanto miedo que no se atrevía hacer nada en su contra, ni siquiera exponer qué no era más que una farsa, tanto profesionalmente como personalmente aunque tenia pruebas de ello.
Alba volvió a su asiento, trato de distraer su mente en el trabajo, después de todo de nada le servía todo lo que sabia sobre Victoria si no pensaba hacer algo en su contra, así que intento olvidarlo, después de todo, podía ser qué Victoria fuera la esposa de su jefe, pero eso no quería decir que tuviera poder sobre ella
“¿Oh si?” pensó Alba un tanto preocupada, de que el infierno al que Victoria la había sometido por tanto tiempo volviera de la noche a la mañana.
No estaba dispuesta a seguir soportandola, ni tampoco iba a permitir qué la ahuyentara de ese trabajo qué le había costado lágrimas, sudor y sangre conseguir.
—Debo hacer algo—se dijo a si misma, no sabia que haría o como lo haría, pero tenia que hacer algo para protegerse a si misma, para evitar que Victoria en su poder como esposa del jefe, intentará algo en su contra.