Capítulo 7

2059 Words
Alba llegó a la oficina luciendo una nueva imagen si es que se le podía decir así, había dejado atrás las faldas y los tacones por unos pantalones más cómodos y acordes a lo que tenía que hacer, así como botas con tacones gruesos para caminar entre escombros de cualquier tipo de construcción, pero para no perder el aire sofisticado qué su empleo requeria por ser la asistente del jefe, también se llevó una camisa y una chaqueta qué hacia juego con su ropa. Al situarse sobre su escritorio, hizo espacio para su kit básico de secretaria como por ejemplo un par de zapatos deportivos para cuando sus pies le suplicaran piedad, también se llevó una muda de ropa, en caso de que tuviera otro accidente como el del día anterior, aunque por supuesto, rogaba porque nunca en su vida algo como eso llegara a pasarle de nuevo. Alba iba decidida a ser la asistente del año y ese día, a pesar de no ser el primero, tendría que significar el primer día de una nueva vida o al menos ese había sido la frase motivacional qué sé había estado repitiendo a si misma para poder llegar con la cara en alto. Al menos al mirar en otras oficinas, el ambiente parecía ser igual al del día anterior, nadie mencionaba nada acerca de ella o de lo que había sucedido, por lo que intuyo qué apesar de ser una oficina común, el ambiente no era tan tóxico como en su anterior trabajo, ya qué en ese sitio no se trabajaba por cubículos, cada secretaria o asistente tenia su propio escritorio y oficina, además estas estaban muy separadas la una de la otra. Cada oficina contaba con los recursos suficientes como para tener que evitar salir a alguna parte, como por ejemplo su propia impresora, su propia cafetera y garrafon de agua potable para beber, además de un mini refrigerador para guardar bebidas frías o comida ya fuese para el jefe del área de esa oficina o para alguna visita, ya qué todos los días por las mañana, este mini refrigerador era vaciado y vuelto a llenar. Ya qué no había nadie von quien charlar para comenzar a tener una relación amistosa con alguien se dedico a su trabajo. Puso una playlist de música en inglés y retomó lo que había estado haciendo el día anterior. Ahora que ya conocía un poco sobre la construcción del norte, donde estaban comenzando los detalles del museo, luego de un rato, saco una hoja de su bolsa, en la cual habia transcrito todo lo que el licenciado Olmedo le había pedido escribír, lo malo era qué desgraciadamente, había tenido qué hacerlo en casa, desde la hoja manchada de composta orgánica de popo de vaca. Pero en su transcripción, no había podido leer ciertas palabras que habían quedado completamente manchadas y necesitaba que su jefe le ayudara a terminar aquellas frases ininteligibles, pero aparentemente su jefe aun no llegaba, eran más de las once de la mañana cuando miro el reloj. Era un poco tarde, pero él era el jefe así que continuo con su trabajo hasta la una de la tarde, donde tenia permiso para salir a comer en caso de no estar afuera con su jefe. Alba se levantaba de su asiento cuando de pronto vio a su jefe caminar hacia la oficina, solo que su imagen, no era precisamente la de un hombre lleno de energía sino todo lo contrario. Llevaba puesto un par jeans azules, además de una camisa blanca y una chaqueta café bastante elegante aunque mientras él caminaba con cara de pocos amigos y un par de gafas negras, ella se percató de lo que estaba pasando. —Buenas tardes, licenciado Olmedo—lo saludo, pero al momento de emitir esas dos sencillas palabras. Alejandro se llevó la mano a la cabeza l, había sido todo un martirio, el tan solo levantarse y darse una ducha, pero lo peor había sido al salir y tener que escuchar el ruido incesante de la ciudad. Habría llamado a la oficina, precisamente para avisar que no iría, pero tenia mucho por hacer y el tiempo se le venía encima, no podía descansar solo porque se sentía como si un tracto camión lo hubiera arrollado y dejado medio muerto a la orilla de la carretera. Debía trabajar. Alejandro solo asintió mirando de reojo a su asistente, aunque enseguida le hizo una señal para que guardará silencio porque eso era lo que necesitaba para poder trabajar. “¡Pero que peda se metió este! ” pensó Alba refiriéndose al como había quedado su jefe después de una noche de fiesta en pleno inicio de semana. Como secretaria de Victoria, la había sacado de problemas muchas veces, de situaciones muy similares a esa, por lo que interiormente se dijo que tal vez podía enmendar su error del día anterior si le ayudaba a su jefe a aminorar la resaca qué llevaba, así que abrió el archivero donde había colocado un kit de primeros auxilios, en el cual guardaba cosas que en realidad podían salvarle más bien el pellejo a ella. Entre todas las medicinas qué ahí guardo la noche anterior, había una caja de pastillas efervescente con bicarbonato sodio y ácido cítrico, el cual servíria para quitarle el malestar, solo que en su kit faltaba algo esencial, él cual pensaba comprar luego de que le dieran su primer sueldo, ya qué a esas alturas y después de tanto tiempo estando desempleada, estaba sobreviviendo prácticamente de las miserias sobras de sus ahorros. No llevaba mucho dinero de sobra, pero si el suficiente para comprar dos botellas de electrolitos orales, los cuales iban a despertar a su jefe en caso de que se sintiera de la vil patada debido a su resaca. Así que se levantó, tomó su billetera y acudió a la oficina de su jefe. Llamó a la puerta, no respondió, así que abrió una pequeña abertura y enseguida se dio cuenta de que su jefe se había tomado un pequeño descanso sobre uno de los sofás de cuero qué adornaban la oficina. —¿Licenciado Olmedo?—susurro, pero él parecía estar en una especie de sueño pesado qué Alba no quiso interrumpir. Por lo que cerro la puerta y luego salio de la oficina, lleno directamente hacia el ascensor para llamarlo, pero al ver el número de pisos en el qué sé encontraba, intuyo qué en realidad tardaría en llegar un poco ya qué recién estaba bajando hacia el vestíbulo. Empujo la puerta de las escaleras de emergencia y comenzó a bajar lentamente por los peldaños, sin saber que en el ascensoe qué comenzaba a subir, se encontraba Victoria Gallardo. Victoria llego luciendo una falda entallada, con la pierna abierta hasta la mitad del muslo, en donde se podía ver que llevaba una medias de red con el afán de provocar a su esposo. Además de una camisa azul de manga corta, un collar que él le había obsequiado en una de sus primeras citas, un par de zapatillas de tacón de aguja y sin olvidar, un conjunto sexi debajo de toda esa ropa en caso de que su esposo quisiera hacer la paces de una vez por todas, pero solo bajo la única condición de que debía rendirse a sus pies y por lo tanto a sus caprichos, ya fuesen o no infantiles. Victoria solo iba con un pensamiento en mente, triunfar, pero al momento de cruzar el pasillo y llegar a la oficina de la asistente de su esposo no vio a nadie, era como una oficina fantasma muy diferente de lo que ella debía soportar en la editorial. Ya qué ni la asistente, ni mucho menos la secretaria estaban ahí, Victoria sonrió complacida, así que se adentro a la oficina de su esposo sin tener el menor cuidado posible. Al abrir y cerrar la puerta tras de si, vio a su esposo reposando sobre el sofá era muy temprano para dormir y también para sentirse agobiado por el trabajo, así que intuyo qué algo andaba mal. Debido a todo el ruido qué hizo Victoria al entrar, Alejandro levantó la cabeza abrió los párpados con cierta molestia creyendo qué sé trataba de su torpe asistente, pero al momento de ver la sensual figura de Victoria, el cansancio y su dolor de cabeza pasaron a ser irrelevantes. —¿Q-que haces aquí, Victoria?—intento reincorporarse para hacerle frente, estar recostado lo hacía sentir igual que un gatito frente a un enorme perro o en este caso perra. Ella no respondió enseguida, pero en cambio se quitó la chaqueta negr* qué llevaba encima, la arrojó sobre su cabeza y comenzó a caminar hasta sentarse a su lado. Su plan era provocarlo, acariciarlo y hasta terminar teniendo s*xo sobre el escritorio de su esposo sin importar que hubiese edificios delante del suyo donde pudieran observar con interés el como ambos copulaban. Eso quería, había ido con ese objetivo, que su esposo se rindiera y dejara esa absurda actitud de macho, según ella, pero al momento de acercarse, un hediondo aroma a borracho emanó de él. —¡Por Dios! ¡No puedo creerlo!—protesto Victoria al darse cuenta que su esposo había estado bebiendo. Hizo un gesto de asco mientras se tapaba la nariz. ¡Como odiaba ese apestoso aroma! Alejandro, instintivamente, inclino la cabeza para oler su ropa, la cual no tenia porque oler mal, ya qué era ropa planchada qué había sacado de su armario, se había bañado y lavado los dientes, además se había perfumado bien, pero para la odiosa mujer que tenia por esposa nada de eso de era suficiente para ocultar lo mal que olía. —¿Te vas de casa solo para hacer esto?—replicó Victoria alejándose de él, no iba a tener s*xo con un hombre que aparentemente estaba llevando una vida bastante alegre sin ella. —¿De qué diablos hablas esta vez, Victoria?—expresó Alejandro soltando un suspiro sonoro y cansado, sobre todo cansado, puesto que no esperaba tener que discutir con ella ese día, con plena resaca y en la oficina de su trabajo. —¿Y todavía tienes el descaro de negarlo?—impugnó levantándose del sofá para cruzarse de brazos. —¿El beber?—expresó Alejandro levantandose para mirarla de frente, apesar de que Victoria era alta y además llevaba tacones, aun tenia que inclinar su mirada hacia arriba para mirar a su esposo y eso aveces la enfadaba, no verse imponente ante él— si lo hice, lo he hecho muchas veces con mis amigos e incluso contigo, no tiene nada de malo hacerlo aunque estemos separados. —¡No estamos separados!—impugnó Victoria, creyendo qué su esposo insinuaba qué esa palabra era más bien para una pareja que ya no tenia nada que ver, como si estuviera divorciados. —¿Entonces explicame porque diablos no vivo en la casa qué compre para los dos? ¿Porqué coño no duermo en la misma cama qué tu? ¿Eh?—vocifero Alejandro levantando aun más la voz, pero esa acción imprevista y poco usual en él, dejo perpleja a Victoria. —Venía...—se quedo en silencio y pensó bien sus palabras, si algo odiaba es que le gritaran y quisieran imponer algo en lo que ella no estaba de acuerdo y habría perdido el control como la última vez, pero en aquella ocasión había actuado por mero impulso y ella no era precisamente así, ella sabia cuando usar la fuerza y también cuando usar sus cualidades narcisistas—queria arreglar las cosas, por eso vine, pero veo que tu ya estas disfrutando de tu vida de soltero de nuevo y si eso es lo que quieres entonces no voy a detenerte. Como si fuera una actriz de la televisión mexicana, se digno a salir de la oficina, pero enseguida, aquella demostración de manipulación rindió sus efectos en su esposo quien la detuvo de la muñeca antes de que pensara en irse. Después de tanto tiempo era la primera vez que demostraba un poco de interés en su matrimonio, Alejandro no podía simplemente ignorarla y permitir qué sé fuera si ya había ido hasta su oficina, pero al momento de detenerla, Victoria se giró y le propino una ligera bofetada qué dejo absorto a Alejandro.
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