Capítulo 3

2065 Words
Luego del medio día, Alejandro Olmedo finalmente se preparo para salir, ya qué el trayecto a la construcción qué debía supervisar era largo y un poco tedioso debido al tráfico usual de la ciudad. No obstante, antes de salir, reviso su teléfono movil como era su costumbre, tenia mil mensajes de diferentes remitentes como empresas, clientes y algunos conocidos, pero ninguno de la persona que él esperaba y deseaba le enviara un mensaje. —¿Señorita...?—expreso mientras se ponía la chaqueta sobre los hombros al cerrar la puerta de su oficina. Había olvidado el nombre de la asistente qué le habían enviado, pero Alba se levantó de su asiento. —Alba Torres—le recordó, aunque bien sabia que tardaría tiempo en que él pudiera recordar su nombre, solo esperaba que no ocurriera lo mismo que con su antigua jefa a quien extrañamente había recordado mucho esa mañana. —Necesito que me acompañe—expresó Alejandro recordando qué por lo general siempre había anotaciones por tomar, como falta de material, quejas, arreglos y detalles que usualmente le comunicaban cada vez que visitaba uno de sus proyectos en construcción. —Por supuesto—acepto Alba sin hacer una pregunta, tomó su bolso y por supuesto, el equipo qué Roxana le había dado esa mañana y por supuesto, aquella acción dejo un tanto perplejo a Alejandro ya qué durante los últimos meses, las asistentes qué había tenido no habían sido del todo útiles o por lo menos diligentes, sino todo lo contrario, a pesar de que el trabajo era relativamente sencillo, al parecer el sueldo no era lo bastante competitivo para encontrar a una chica decente hasta ese momento. —De acuerdo—dijo Alejandro sorprendido cuando Alba se situo a su lado, ambos empezaron a caminar hacia el ascensor y una ves adentro, Alejandro se sintió un poco incomodo con la presencia de aquella chica, le parecía conocida, pero no recordaba exactamente de donde. Alba estaba nerviosa, pero al mismo tiempo ansiosa por el nuevo trabajo y es que aunque en su anterior trabajo estaba acostumbrada a estar siempre detrás de Victoria, en realidad, había sido como su sombra, sin la posibilidad de tener un poco del crédito de su trabajo o de todo lo demás que hacía por ella y es que Alba había sido más que su asistente. Ella se había convertido de alguna form en parte de la vida de Victoria, ella hacia el trabajo pesado en cuanto a los arreglos de los contratos, hablaba con autores a nombre de Victoria e incluso se había hecho cargo de su vida personal, haciéndose cargo de regalos de cumpleaños y aniversarios, hacia citas para almorzar, comer y cenar en los restaurantes qué a su familia y novio les gustaba asistir, además de los regalos y otros detalles que ella misma se encargaba de enviar para que Victoria no tuviera que verse estresada por esa nimiedades. Alba dirigió su vista hacia el frente donde pudo ver el reflejo de su propio cuerpo y por supuesto también el del licenciado Olmedo. Seguía teniendo esa extraña sensación de conocerlo de alguna parte. —Necesito que te hagas cargo de mi agenda—expresó Alejandro para romper el silencio y por supuesto, para poner al tanto de lo que debía hacer en caso de que Roxana no fuera lo suficientemente explícita con lo que debía hacer para complacer sus exigencias— qué memorices los números de mis clientes más importantes, así como de algunos proveedores con los que trabajamos y también algunos contactos personales míos, solo en caso de que sea necesario. —Entendido, señor—dijo Alba con cierta diligencia, ya qué su nuevo jefe parecía tener la misma energia qué ella y la disponibilidad para integrarla no solamente como un accesorio, sino como alguien de su equipo. Ambos salieron del ascensor al abrirse la puertas. Alba bastante motivada, no solo por el trato sino también por el atractivo de su jefe, siempre quiso algo como eso, es decir poder fantasear con alguien inalcanzable para ella, después de todo no dañaba a nadie con eso y es que no solo era su atractivo, sino que había algo en él qué le intrigaba. En un inicio pensó que se trataba del aroma de su colonia, era un aroma muy peculiar, bastante varonil, era como si al pronunciar la palabra “Macho” ese aroma se le viniera a la mente, además él tenia una presencia imponente y no solo por tratarse de su nuevo jefe, sino que de verdad imponía autoridad con esa mirada Además se notaba a plena vista qué el tipo había ejercicio, ya fuese por salud o por soberbia, pero tenia un cuerpo para chuparse los dedos, mientras Alba lo seguía hacia su auto, se preguntó cuanto peso podría cargar con los músculos de sus brazos, seguramente el se*o con él debía ser increíble. Cuando él quito el seguro de su auto, Alba cayo de su nube de vuelta a la realidad, al ver que su jefe tenia bastante prisa y ella seguía perdiendo el tiempo. Ingreso al auto y enseguida puso el equipo de protección en el suelo del copiloto, se ajusto el cinturón y cerro la puerta, solo que al mirar a su jefe, supo por su mirada qué no estaba del todo satisfecho con el tiempo que le tomaba acomodarse. —¿Lista?—le preguntó su jefe con cierto aire de molestia. En respuesta, Alba asintió y trago saliva al mismo tiempo en que su jefe qumeba llanta para arrancar el auto, mismo que salio disparado del estacionamiento. Alba no se había percatado qué su jefe, tenia un auto deportivo, él cual podía cruzar la ciudad de México en una hora si tan solo las calles estuvieran despejadas, pero al no ser así, Alejandro había tenido qué conformarse con aprenderse alguna calles de la ciudad de memoria para poder sacarle todo el provecho a su auto, por lo que Alba tuvo que sostenerse de lo que pudo para poder aguantar la forma de manejar de su jefe, iba con las veinte uñas tratando de sujetarse de algo como modo de supervivencia. Alejandro no se detuvo a observarla, ya qué no sabia si realmente aquella chica duraría en el trabajo, por lo que incluso aceleró un poco más mientras encendía la radio, subía todo el volumen de la canción que estaba siendo emitida y se ponía un par de gafas oscuras para sentirse en las nubes. La velocidad le ayudaba mucho a olvidar los problemas que tenia en casa y que no sabia como diablos solucionar sin hacer enojar a su dulce y endemoniada mujer. Él tenia tres hermanas, todas mayores qué él, así que sabia bien qué las mujeres no eran precisamente estables emocionalmente hablando cuando las hormonas siempre estaba sobre ellas, pero de sus hermanas y su madre había aprendido muchas cosas como por ejemplo dar ofrendas de paz cuando alguien estaba en sus días más emocionales, es decir, la regla. Ya fuese una orden de tacos, una hamburguesa o incluso unos snacks, Alejandro sabia que debía hacer para evitar peleas y consentir a sus chicas favoritas, además también era un hombre con una agenda, misma qué utilizaba para recordar fechas importantes, ya fuese un cumpleaños o el cumpleaños del gato, él nunca olvidaba nada y por supuesto, que decir de los viajes, él echaba todo por la ventana cuando se trataba de expresar su amor. Cosa que en realidad nunca había tenido qué hacer con Victoria, ella siempre parecía tener un pie delante suyo y eso en cierta forma lo intrigaba porque lo hacía sentir especial y amado, situación que al mismo tiempo lo incomodaba porque él estaba acostumbrado a dar lo mejor de si mismo cuando se trataba de una chica que le interesaba,sobre todo si era tan sexi como Victoria. Esa era una de las razones por la cual había decidido casarse con ella tan pronto, ya qué Victoria le parecía una mujer excepcional, única en un millón, la cual no estaba dispuesto a perder. Mientras sonaba la música, volteo había su lado derecho instintivamente, meneando la cabeza al compás del ritmo de la tonada y solo en ese instante se percató de lo mal que la estaba pasando su nueva asistente. Tuvo que reducir un poco la velocidad al darse cuenta de que Alba tenia todo el cabello despeinado y las piernas abiertas mostrando un poco más de la piel de sus piernas y por lo tanto la costura de sus medias y por si fuera poco se sostenía como un gato a un techo. —¡Oh, por Dios!—dijo retirandose la gafas—¿Se encuentra bien? Alba regreso en si y giro levemente hacia su jefe, asintió más lo hizo como si fuera una niña que recién bajaba de algún juego mecánico, todo su cuerpo temblaba y es que a diferencia de su jefe, ella no soportaba la velocidad, sentía que su estómago se le subía a la garganta y que su intestino se le hacía pequeño. —L-lo estoy—respondió Alba, pero su voz apenas fue perceptible y eso fue la gota qué derramó el vaso. Su jefe de pronto soltó una sonora carcajada qué duro por varios segundos y aun después de ese tiempo, aun muy alegre, Alejandro tuvo que disponerse a conducir para no ser causa de insultos de otros conductores apresurados. —P-perdón—dijo tratando de contener la risa, incluso ya estaba empezando a dolerle el estómago—fui muy desconsiderado. —No se preocupe—dijo Alba con las mejillas enrojecidas por tan extraña situación qué la había dejado en vergüenza con su jefe. Desgraciadamente, Alba no tenia precisamente una buena relación con la velocidad. Su padre había fallecido en un accidente automovilístico mientras manejaba alcoholizado, había sido un evento bastante traumatico porque ella había presenciado todo desde el asiento trasero. Ella había sobrevivido gracias a que llevaba el cinturón de seguridad, solo se había llevado un par de raspones y una costilla rota pero su padre se había llevado la peor parte al no asegurar su seguridad al sentarse frente al volante. Ella tan solo tenia seis años cuando eso sucedió, pero había sido un evento qué la había marcado de por vida. Poco a poco Alejandro fue calmandose, ya había olvidado como era reírse con esa intensidad, habían sido seis meses así, sin risas o algo parecido, por lo que se vio obligado a disculparse una vez que estaciono el auto frente a la construcción. —Lamento mucho lo que paso allá atrás—apago el motor y miro a su asistente, quien trataba de reunir su cabello en una cola de caballo para evitar otra situación igual de desagradable, ahora sabia porque Roxana le había recomendado usar pantalón y no precisamente por que debía ir de aquí para allá siguiendo a su jefe en construcciones, sino porque esas cosas podían pasar al ir a tan alta velocidad. —Estoy bien, no se preocupe, es solo que me tomó desprevenida—intento justificarse e incluso soltó una pequeña risa forzada para demostrar que se encontraba bien aunque no fuese cierto, su corazón seguía latiendo sin control y no solo por la vergüenza sino simplemente porque odiaba qué condukera rápido, pero la razón era algo bastante personal qué no podía contarle a su jefe el primer día y no tanto porque fuese su primer día, sino porque seguramente a su jefe no iba a interesarle en lo absoluto. Alejandro la observó detenidamente, parecía ligeramente alterada, pero solo eso, así que concluyó qué tal vez decía la verdad, así que se dijo a si mismo que recordaría salir al menos con otros cinco minutos de antelación antes de la hora en la qué usualmente salía para evitar otro incidente así, pero vaya qué su asistente lo había hecho reír. Volvio a colocarse la gafas, para que sol no le incomodara la vista, ya qué de ella se valía a la hora de inspeccionar aquel enorme proyecto que tenia entre manos, pero antes de eso, fue a la cajuela de su auto para sacar su equipo de seguridad, un casco amarillo bastante vistoso, así cómo un chaleco verde con cintas reflejantes de color plateadas, pero antes de ello y para estar mucho más cómodo se quitó la chaqueta para usarlo por encima de la camisa.
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