Capítulo 2

2222 Words
Cuando Roxana se fue de la oficina, dejando a Alba con trabajo pendiente por hacer, un hombre apareció por la puerta sin siquiera tomarse la molestia de preguntar por el licenciado Olmedo, es decir, paso de largo ignorando la presencia de Alba, atreviéndose a entrar hasta la siguiente oficina. Extrañada por la actitud de aquel hombre, Alba se levantó de su oficina. Victoria la hubiera matado de tan solo permitir qué alguien hubiese entrado sin avisarle, pero por suerte al licenciado Olmedo no parecio importarle, ya qué cuando Alba se paró sobre el marco de la puerta observó qué el licenciado Olmedo estaba esbozando una blanca y agradable sonrisa que por poco le quita el aliento a Alba. “Contrólate, mujer” se dijo a sí misma para sus adentros, entonces el licenciado Olmedo notó qué ella estaba ahí. —¿Se te ofrece algo?—se le borró la sonrisa, entonces ella se aclaró la garganta y miro a su acompañante. —¿A su visita se le ofrece algo de beber, Señor?—cuestiono Alba para justificar el qué ella se hubiese asomado en ese lugar, aunque en realidad no tenía ni idea donde buscar las bebidas en esa oficina. Entonces tanto Alba como el licenciado Olmedo miraron en la dirección donde se encontraba el visitante. El hombre era de tez bronceada, de barba recortada y de facciones toscas, aunque bastante atractivo, pero no exactamente del gusto de Alba. —No muchas gracias, preciosa—expresó el acompañante de su jefe y enseguida le hizo un gesto un tanto vulgar, le envío un beso fingido qué la hizo arrepentirse de haber hecho tal ofrecimiento. Alba volvió a su lugar, sintiéndose un tanto incómoda con la presencia de ese sujeto, al cual esperaba no ver mucho tiempo por ahí, tenía la cara de ser un hombre insufrible, pero al estar frente a la computadora se dio cuenta demasiado tarde qué había olvidado cerrar la puerta de la oficina. —¿Y como te ha ido en tu nueva vida de recién casado?—escucho Alba desde su lugar sin querer, sospechando qué su amigo se estaba burlando de él. —¿Por qué la pregunta?—respondió su jefe con cierto recelo, al parecer no estaba del todo cómodo al tener que compartir información de su vida privada, precisamente con él, a pesar de aparentar ser amigos. —Bueno, antes te la pasabas hablando de esa insoportable mujer—le recordó su amigo con cierto hastío—Victoria esto, Victoria lo otro, no había otra cosa que hablar contigo, qué no fuera sobre ella y ahora que ya la tienes parece que se te ha olvidado quien es ella. Alba sabia que no debía seguir escuchando esa conversación más por educación, qué por respeto a su jefe, pero escuchar conversaciones ajenas y tener un chisme, qué contar eran deleites, qué no había podido disfrutar en su antiguo empleo. —¿Paso algo en el paraíso qué yo deba saber?—insistió su amigo. El licenciado Olmedo se quedó en silencio un par de segundos, mientras meditaba la opción de ser sincero con su amigo de toda la vida, no había nada que no le hubiese contado, ni siquiera se había guardado para sí mismo aquella época en que su relación iba viento en popa, Damián lo sabía todo y aparentemente hubo algo que él siendo todo un mujeriego notó en Victoria qué él estando enamorado no pudo ver. —Tal vez tenías razón—admitió con cierto pesar— no sé qué fue lo que sucedió, pero ya no es la misma. —¡Te lo dije!—dijo su amigo gustoso de escucharlo olvidando qué debía animarlo, consolarlo o por lo menos darle un consejo, pero ya que él era un mujeriego sin remedio, qué nada sabia del matrimonio, únicamente se regocijó en tener razón ante la intuición qué había tenido al conocer a la ahora esposa de su amigo—esa odiosa mujer no era lo que aparentaba. —Gracias por advertírmelo—respondió él desanimado por haber hecho oídos sordos a la advertencia de su amigo. —De nada, pero a estas alturas ya es demasiado tarde para arrepentirse, aunque por pura curiosidad. ¿Cómo fue exactamente qué te diste cuenta?—se burló Damián levantándose de su asiento para ir hasta donde se encontraba su amigo sentado sobre la orilla de su propio escritorio, solo para darle una palmada sobre la espalda— ¿Su hipocresía o su falsa sonrisa? ¡Vamos, Alejandro, dame detalles, detalles! Alejandro rodó los ojos algo molesto por la insistencia de su amigo, después de todo, no esperaba que precisamente él, quien apenas podía mantener una relación de una noche, tuviese razón sobre su esposa. —¿Tú, como te diste cuenta? —preguntó Alejandro en tono serio, aunque un tanto decaído por no haber podido juzgarla tan bien como lo había hecho Damián, ser así de prejuicioso qué él, tal vez le habría ahorrado una boda bastante costosa y una luna de miel donde los problemas habían comenzado. —Mi sexto sentido me lo dijo—expresó Damián muy orgulloso de sí mismo—eso y el ser muy observador, tu muñeca de ensueños siempre me pareció bastante falsa, sobre todo porque tenía que practicar su sonrisa antes de estar contigo. —¿Solo eso?—cuestiono Alejandro un tanto desconcertado—¿Eso basto para darte cuenta? —La verdad es que me la encontré por casualidad en un evento, creo que era una inauguración o algo así, no creo que ella me hubiese visto, pero ¡Oh, vaya qué yo sí la vi! Y déjame decirte que, desde ese momento, supe que esa mujer era el mismo demonio. Damián soltó una. Pequeña risa burlona mientras rememoraba aquella extraña situación qué lo había llevado a presenciar lo cruel y despiadada qué podía llegar a ser esa mujer en la vida cotidiana. ¿Demonio? Se preguntó Alba mientras fingía qué trabajaba, aunque en realidad estaba escuchando cada palabra de aquella conversación. Todo indicaba qué aquella mujer con la que su jefe se había casado era en realidad una arpía sin sentimientos y vaya que coincidencia porque tenía el mismo nombre, qué su ex jefa a quien podía describir de la misma forma. —¿Por qué no me lo dijiste? —le reclamo Alejandro frunciendo el ceño, extrañado, ya qué Damián no era precisamente una persona que supiera guardar secretos, al menos no de personas que no le agradaban. —Pero qué estupideces dices, por supuesto que intente decirte muchas veces, pero estabas tan encantado con ella qué simplemente me ignoraste—lo reprendió el otro—ahora si me quieres reclamar por no haber detenido tu boda, creo que bien sabemos que me habrías echado y la hubieras elegido por sobre todas las cosas, así que simplemente observe como echabas su vida a la basura por ti mismo. —¡Qué considerado de tu parte!—se quejó Alejandro, apartándose de su lugar, estaba sumamente enfadado, aunque no precisamente con su amigo, sino con él mismo, por ser tan ciego. —Para eso somos los mejores amigos—se burló Damián—pero ahora, por favor, cuéntame. ¿Qué te hizo abrir los ojos? ¿Qué cosa hizo para que los cielos te iluminarán? Alejandro tomó asiento frente a su escritorio, ahí descansaba una pequeña pelota de goma llena de harina qué usaba para el estrés, ciertamente, en ese momento la necesitaba. —Supongo que fue en la luna de miel, no sé exactamente qué pasó con ella, fue como si se tratara de otra persona o mejor dicho, como si todo el tiempo ella hubiese estado fingiendo hasta el día siguiente después de casarnos. Se comporta como una niña mimada, qué quiere tenerlo todo cuando ella diga y a la hora que diga, nada le complace y cuando quiero hablar de nuestra relación ella siempre sale a la defensiva diciendo que fui yo quien le propuso matrimonio. Damián por poco y se cae del escritorio al escuchar los remilgos femeninos qué Alejandro debía escuchar en casa, seguramente todos los días. —Eres el primer hombre recién casado, qué escucho quejarse de una situación común que tendría alguien con al menos diez años de matrimonio, pero ¿Seis meses? —Ya no la soporto—admitió Alejandro apenado. Alba, mientras tanto, comenzaba a tener una especie de regresión al pasado, fue como si los recuerdos de su antigua vida volvieran de la tumba. Era como si las descripciones de aquella mujer, congeniaran a la perfección con su antigua jefa, por supuesto, el hecho de que compartieran el mismo nombre y tuvieran el mismo comportamiento debía ser una extraña y terrible coincidencia. ¿Verdad? —¿Y qué piensas hacer? ¿Divorciarte? ¿, Tan pronto?—lo reto Damián, aunque sabía bien qué su amigo evitaría a toda costa el terrible final de aquella relación. —Le dije que fuéramos a terapia de parejas—expresó Alejandro como su única opción para salvar su relación. Damián soltó un carcajada al escuchar “La solución de su amigo” —¿Y tú crees que cruela de vil acepte?—bromeó—porque según recuerdo en la película termino en un psiquiátrico. —No seas imbécil—lo reprendió Alejandro dirigiéndole una mirada de reproche. —Bueno, bueno, ya no haré bromas sobre ella, ahora dime. ¿Qué te dijo? Alejandro arrojó la pelota de goma hacia un cuadro qué colgaba de la pared de su oficina y que casualmente se lo había regalado su esposa, a quien ya no sabía si amaba u odiaba con todo su ser. —Entre otras palabras que tragara mierda—respondió recordando las sutiles palabras con las que su esposa le había respondido a su propuesta, puesto que para ella, el único culpable de que su relación fuera en picada hacia el fin, era única y exclusivamente su culpa. Damián trato de contener la carcajada, al ver que realmente su amigo no la estaba pasando para nada bien, quería darle un consejo, aunque el mejor que tenia era precisamente el divorcio ya qué la bruja qué tenía en casa no parecía tener la intención de solucionar el problema junto con él, necesitaba ayuda. —¿Y aun así siguen viviendo bajo el mismo techo?—cuestiono Damián con la intención de ofrecerle su hogar mientras solucionaba su relación, despues de todo tenia un enorme departamento solo para él y no le vendría mal tener un compañero con el cual conversar durante la cena. —No, le dije que si no estaba dispuesta a solucionar el problema, me iría de la casa—reveló Alejandro tomando prácticamente una bocanada de aire para resistir las burlas de su amigo. —Dejame adivinar. ¿Te mando a la mismísima v***a? Alejandro asintió mientras observaba como el cuadro qué había golpeado se tambalea a en la pared. —¿Qué te parece esto?—propuso Damián dándose la vuelta para mirar a su amigo de frente—ven conmigo esta noche, vamos a beber un par de tragos, llevamos a mi hermana y su esposo, quizás ellos te puedan ayudar. La hermana de Damián era psicóloga y su esposo terapeuta de parejas, de hecho, le sorprendió a Alejandro qué su amigo le hiciera una propuesta tan convincente, de hecho, él esperaba que le propusiera qué fuera a algún antro de la ciudad o quizás un club men para dejar su estrés en la tanga de una bailarina exótica. —Supongo que suena bien—expuso Alejandro, teniendo en cuenta que tal vez necesitaba relajarse un poco antes de intentar otra cosa con su endemoniada esposa. Aun recordaba lo tierna qué había sido, las sonrisas y esas noche de sexo incontrolable qué le habían parecido de ensueño, él simplemente se negaba a creer que lo que había vivido con ella se trataba de un engaño de su parte. —¿A dónde paso por ti?—cuestiono Damián mirando su reloj, puesto que en realidad solo había pasado para saludarlo apra perder un poco el tiempo, no pensaba quedarse más de diez minutos. —En el departamento de Polanco—indico Alejandro y Damián supo exactamente a donde debía ir ya qué, muchas veces antes de comprarse el suyo, Alejandro le había prestado ese lugar cuando había llegado a necesitarlo. —Pasare por ti a la ocho ¿De acuerdo?—propuso, ya qué antes de embriagar a su amigo, realmente esperaba que su hermana le diera un consejo para convencer a su mujer. —Bien—dijo Alejandro y entonces Damián se dio media vuelta para irse de aquel lugar, solo que al pasar por el escritorio de la asistente de su amigo, esta dio un brinco en su lugar que lo desconcertó. Alba había estado tan sumida en la conversación qué no se había fijado qué el amigo de su jefe había salido de la oficina. Sus mejillas se le ruborizaron al darse cuenta de que ese hombre se había detenido a observarla, por lo que enseguida trato de comportarse lo más natural posible, fingiendo qué simplemente la había tomado por sorpresa en vez de que él se hubiese percatado qué ella había estado escuchando su conversación.
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