6 meses después
Encontrar un nuevo empleo había sido toda una odisea. Aquella maldita bruja de nombre “Victoria” se había encargado de ello al no darle una carta de recomendación, lo que significaba qué esos dos años de sufrimiento, qué había pasado a su lado, había sido en vano, como si nunca hubieran pasado.
“Ojalas te mueras en tu propia inmundicia” pensaba Alba al rememorar esos horribles y viejos tiempos. ¡Cómo la odiaba!
Después de tocar a muchas puertas, finalmente había encontrado una luz al final de un túnel bastante largo y oscuro, y esa luz se trataba del corporativo Barranquel, una empresa de bienes raíces muy reconocida a nivel nacional, por supuesto, esa empresa no era precisamente lo que Alba estaba acostumbrada a manejar, de hecho, ni siquiera tenía idea sobre bienes raíces, pero esa empresa de alguna forma inesperado le había abierto las puertas, no podía desaprovechar la oportunidad, sobre todo cuando tenía muchas deudas por pagar.
El corporativo estaba situado en una zona bastante tranquila de la ciudad, se trataba una de esas empresas nuevas en las que el ambiente laboral se sentía extrañamente tranquilo, con empleados entre los veinticinco a los treinta y cinco años de edad, por lo que en realidad, no parecía ser un tipo de trabajo opresor o extenuante.
El edificio era amplio con un vestíbulo moderno y el trato de las recepcionistas era bastante agradable o al menos esa fue la percepción del primer día de trabajo de Alba, estaba sumamente emocionada, es decir, después de trabajar con el mismo satanás, cualquier jefe debía ser mucho mejor que ella, aunque fuese un demonio seguro que era algo que podría tolerar perfectamente.
Se presentó en la oficina de recursos humanos, ahí la esperaba Roxana, la licenciada quien la había contratado y quien estaba por asignarle su puesto.
Había aplicado para el único puesto en el que se desempeña a perfectamente, el cual era de secretaria y por lo que había visto en la convocatoria, no era un empleo precisamente complicado.
—¡Por fin llegaste!—dijo Roxana aparentemente aliviada y es que había contratado dos chicas, una quien se desempeñaría como asistente y la otra como secretaria.
Alba sonrió con cierta timidez al ver que Roxana miraba su reloj, había llegado cinco minutos tarde, quizás un tiempo muy corto, pero aun así tarde.
—¡Ven conmigo!—dijo Roxana con alegría tomando sus llaves, su tarjeta y una tableta electrónica.
Alba la siguió cuando salió de su oficina apurada hacia el ascensor.
—Disculpa las prisas, pero quien tomaría el puesto de asistente tuvo un accidente y renuncio, ayer fue todo un caos—indico Roxana un poco ansiosa y era cierto. Ya qué la asistente no había llegado, el jefe había terminado reprendiéndola por su ausencia— sé que te contratamos como secretaria, pero queríamos que nos hicieras el favor de ocupar el otro puesto, por supuesto, se te pagara como horas extras, además de tu sueldo.
—¿Horas extras?—cuestiono Alba bastante interesada, por supuesto, no esperaba tener que desempeñar ese puesto cuando se suponía que su trabajo era otro, pero con la experiencia qué había adquirido en su otro empleo, se creyó lo suficientemente capaz de realizar cualquier cosa, además obtendría algo a cambio además de su sueldo.—¿Qué tendría que hacer?
—No mucho, ir detrás del jefe, ya sabes conseguir lo que necesita, aunque por supuesto, nada fuera del trabajo—le indico Roxana mientras se movía frente al ascensor un poco ansiosa, ya qué el armatoste no terminaba de llegar y faltaba poco para que el jefe llegara.
—¿Durante cuánto tiempo?—cuestiono Alba teniendo en cuenta sus propias precauciones, ya qué no quería terminar en ese puesto con un sueldo de secretaria en caso de que quisieran aprovecharse de ella.
—Solo hasta que ocupemos el puesto, quizás una o dos semanas—dijo Roxana ya un poco más tranquila cuando las puertas se abrieron y entonces pudieron ingresar.
Cuando las puertas se cerraron, Alba observó en el reflejo de las puertas a Roxana, era un poco más bajita qué ella, llevaba un pantalón de mezclilla y una camisa de manga larga, además de un chaleco azul tejido a mano. Su cabello era castaño y ondulado, por lo tanto, se le notaba bastante corto como para que sus aretes fueran visibles, era de unos tiernos conejitos.
Su atuendo era informal, muy diferente de lo que le había visto puesto a las recepcionistas, pero supuso ya qué su oficina estaba en lo más profundo de la primera planta y además era prácticamente una ratonera, no estaba mal visto qué vistiera de esa manera.
Mientras tanto, ella usaba un conjunto azul de chaqueta y falda, además de una camisa blanca y unos zapatos de tacón cómodos para poder ir y venir a donde sea que tuviera que trasladarse en el interior del edificio.
—Ven, te mostraré tu escritorio—le indico Roxana cuando las puertas se abrieron en el sexto piso.
Al salir, Alba se encontró con una hermosa vista de la ciudad desde donde se podía observar un panorama lleno de edificios modernos y jardines verdes llenos de flores, era obvio que ese lado de la ciudad era bastante ostentoso, de hecho, aquella empresa debía tener un buen alcance monetario para poder pagar una renta en ese sitio de miles de pesos o al menos eso fue lo que sospecho ya qué eso era lo que había visto en un vlog sobre el estilo de vida de esa zona.
Maravillada, Alba se dijo a sí misma qué estar ahí seguramente sería muchísimo mejor que en su trabajo anterior, pero solo quedaba esperar hasta conocer a su jefe, de quien por el momento no sabía absolutamente nada.
Roxana la llevo hasta la última oficina donde se hallaba dos escritorios como ante sala de otra oficina mucho más grande, el primer escritorio, una sencillo de vidrio y algunos gabinetes detrás, era el qué correspondía para la secretaria y el otro, uno más grande y espacioso, además lleno de documentos y carpetas, era el de la asistente.
Alba se impactó un poco, el escritorio podía ser bonito y ostentoso, pero aparentemente lleno de trabajo.
—Por el momento trabajarás aquí—le indico Roxana mostrándole el escritorio de la asistente— te enseñaré qué es lo que tienes que hacer con este trabajo y en cuanto llegue el licenciado Olmedo le explicaré la situación. ¿Crees poder con el trabajo, no quiero obligarte si no te sientes preparada para esto?
Alba no se sentía preparada para tomar un puesto tan demandante como ese, pero el bono de horas extras la motivaba a ser positiva, después de todo ya había tomado un largo descanso de seis meses, aunque claro, no había sido exactamente un descanso, sino que por culpa de Victoria, había estado desempleada todo ese tiempo.
—Puedo hacerlo si el licenciado está de acuerdo—expresó Alba rogando qué lo que parecía ser una buena propuesta de trabajo, no terminará siendo el mismo infierno de la vez anterior.
—Excelente—sonrió Roxana complacida con su buena disposición, aunque esperaba no tener que molestarla mucho tiempo con ese asunto, al menos hasta que pudiera encontrar a alguien más capacitado.
Aquel hermoso edificio era relativamente nuevo hablando de la empresa, era por así decirlo, como la oficina privada del licenciado Olmedo, quien en realidad se desempeñaba como arquitecto y era el encargado de gestionar todos los proyectos que le eran encargados a su equipo de trabajo; sin embargo, para evitar ciertos problemas con otros arquitectos, había optado por llevarse a su equipo a otro sitio, un lugar privado donde pudiera trabajar con toda libertad.
Roxana le enseño los deberes básicos qué debía realizar como la nueva asistente, que en realidad era trabajo qué ella misma se había visto a realizar el día anterior al no haber nadie más que cubriera ese puesto. Mientras Alba aprendía, se dio cuenta de que no era trabajo qué no hubiera realizado antes como la revisión de documentos y estadísticas, aunque sí, se vio un poco confundida al tener que hablar sobre planos y materiales, cosas de las que tendría que aprender para poder comunicarse con los empleados de la oficina.
Roxana había pasado alrededor de una hora mostrándole todo cuando debía saber, ya qué aunque podía pedirle ayuda, ella también tenía mucho trabajo por hacer.
Y entonces a las 10 de la mañana, en punto, las puertas del ascensor se abrieron, permitiendo el acceso del arquitecto Olmedo.
Ese hombre se movía con agilidad, como si fuera parte del viento, y al caminar flotará a donde sea que tuviese qué llegar. Cuando Roxana se dio cuenta de su presencia, rápidamente se reincorporó del escritorio donde había estado sentada, incitando a Alba hacer lo mismo y cundo esta obedeció.
Finalmente, vio pasar a aquel hombre que a partir de ese día sería su jefe.
Alba frunció el ceño al ver su rostro, ya qué le era extrañamente familiar, pero en ese preciso momento no lo reconoció, aunque si qué le puso el ojo encima, es decir, su jefe era todo un adonis o mejor dicho un dios griego hecho carne qué por alguna hazaña del destino, había terminado trabajando para él. Claro no esperaba que él se fijará en ella, de hecho, esa era una fantasía qué nunca se le había cruzado en su cabeza, meterse con el jefe, aunque podía hacer una excepción si se daba la oportunidad, sobre todo con un jefe tan sexi como el que tenía.
—Señorita Gutiérrez—saludo el jefe con un ligero movimiento de cabeza dirigiéndose a Roxana, quien poco le faltaba para hacer una reverencia, aunque solo asintió con la cabeza, sonrió y le regreso el saludo.
—Buenos días, licenciado Olmedo—respondió Roxana, entonces miro a la nueva empleada, quien aún se encontraba un tanto atónita debido a la voz de su jefe, sabía que la había escuchado en algún sitio, solo que su memoria parecía un hoyo sin fondo del que no podía sacar nada más que preguntas— me gustaría presentarle a su nueva secretaria, aunque mientras conseguimos a la suplente de asistente, ella lo estará apoyando.
El hombre de excepcionales ojos, recorrió el cuerpo de Alba de arriba abajo no solo para guardar en su memoria el físico de la chica que tendría que acompañarlo a todas partes, sino porque su vestimenta, no era precisamente lo que buscaba ver en su asistente.
—Alba Torres—se presento Alba extendiendo le la mano a su jefe, este por supuesto, la miro un tanto desconcertado ya que, pocas veces alguien le extendía la mano, sobre todo sus empleados a los cuales, por lo general le tenían miedo, pero para no mostrarse descortés con ella, se la estrecho.
—Roxana, por favor enséñale todo lo que debe saber, esta tarde iremos a la construcción del norte—indico el hombre alzando levemente la ceja para volver a recorrer el cuerpo de Alba, un gesto qué de nueva cuenta la dejo perpleja.
Después de eso, se dio media vuelta para entrar a su oficina, la cual Alba hasta ese momento no la conocía.
Roxana se llevó la mano al rostro al recordar algo sumamente importante para el trabajo que Alba estaría desempeñando y la expresión de Roxana le indico a Alba qué tal vez había hecho algo malo.
—¿Qué pasa?—se atrevió a preguntar.
—Olvide qué la asistente debe llevar pantalón—reveló Roxana viendo que ya no había solución, Alba se veía excepcionalmente bonita para ser la secretaria, pero su ropa era inadecuada para estar metida en entre cemento y fieros.
—Oh. ¿Entonces debo ir a cambiarme?—cuestiono Alba algo confundida, después de todo, su departamento quedaba lejos de ahí, tardaria por lo menos una hora en ir y venir.
—No, puedes quedarte así, solo ten mucho cuidado cuando lleguen a la construcción—indico Roxana y enseguida le arrimó un casco y un chaleco naranja para su protección y al ver ese equipo, Alba supo que el trabajo de asistente no iba a ser para nada sencillo.
Aquella vez en que acudió a ese edificio para su entrevista, había muchas chicas buscando el trabajo de asistente, ella intuyo qué sé debía al buen salario qué ofrecían y ahora entendía el porque.