—Discúlpeme, señora Wolfgang, estuve… sudando bastante en la bodega cargando cajas durante varias horas —responde Axel mientras Meridia se aleja dos pasos de él viéndolo sin pestañear.
—¿Trabajas en la bodega?
—Trabajaba… me despidieron—responde Axel, sintiendo que esa pequeña interacción con Meridia le quitó cualquier rastro de tristeza que hubiese tenido hace segundos atrás.
Asher se acerca a Meridia viendo con molestia a aquel alfa reconociéndolo al instante.
—Eres el pordiosero de esta mañana, ¿trabajabas aquí?, jamás lo hubiese imaginado… —admite Asher viendo de pies a cabeza a Axel.
Axel empuña sus manos al escucharlo hablar, y justo cuando él estaba a punto de decir algo, aparece el secretario Richard con varios licántropos de seguridad sujetando al pelilargo para que no se moviera. Como todos eran grandes, incluyendo los guardias, Meridia dio dos pasos atrás sin dejar de ver a Axel preguntando:
—¿Qué pasa, porque lo sostienen así?, él no nos hizo nada. No es para tanto.
—Señora Wolfgang, pido disculpas, pero este impertinente licántropo subió aquí con toda la intensión de agredirlos. Al parecer tiene quejas sobre su paga y los beneficios que obtiene al trabajar en el área de carga y aseo.
Asher alza ambas cejas desviando su atención de Richard, para acercarse a Axel con lentitud.
—Suéltenlo, no creo que se atreva a hacer nada. A menos que desee pudrirse en la cárcel, ¿deseas eso, alfa? —murmura Asher sujetándole el mentón a Axel para que lo mirara.
De inmediato el pelilargo voltea su rostro para que su hermano dejara de tocarlo, y cuando él hace eso, Asher esboza una sonrisa, porque podía ver orgullo en los ojos azules de ese hombre lobo. Era fácil darse cuenta que él se creía igual que él en todos los sentidos, o incluso, se creía superior a él.
«Que interesante…» piensa Asher sonriendo, porque ni siquiera sus accionistas lo veían como lo estaba haciendo ese pordiosero.
—¿Qué deseabas decirme, cuales son tus quejas? —pregunta Asher sin quitarle la atención a Axel.
Axel en ese instante deseaba decirle todo lo que pasaba por su mente, decirle que la forma en la que explotaba a su hijo era injusta por donde se le mirara, pero recordó que él estaba ahí para recuperar a su familia, no para pelear. Tenía que doblegarse y tragarse su orgullo porque de lo contrario podría arruinar más las cosas.
«Estoy en esta situación por mi culpa, no lo empeoraré, Meridia, pronto vendré por ti, lo juro por lo más sagrado que tengo, que son nuestros hijos y tu» piensa Axel viendo de reojos a Meridia quien también lo veía con disimulo.
—¿Qué ocurre, eres mudo? —pregunta Asher porque observa que el alfa no decía una sola palabra.
—No tengo nada que decir… señor Wolfgang. Pido disculpas, no debería estar aquí… —murmura Axel bajando su mirada al suelo.
—¿En serio? Oh… ya se por qué estás aquí —responde Asher, sacando su billetera del bolsillo de su chaleco —¿quieres mas dinero?, aquí tienes —dice Asher lanzando tres billetes de diez mil Lycans en el suelo.
» ¿Qué esperas? ¿Por qué no los recoges? —continúa Asher —, asumo que para eso viniste aquí, si tienes quejas de tu paga y tus beneficios, es que necesitas más dinero, pues ahí está en el suelo…
Axel al instante alza su mirada hacia el rostro risueño de Asher, y luego al de Meridia quien se acerca a su esposo diciéndole:
—Asher, no es necesario…
—No te metas, Meridia —ordena Asher hablándole con aspereza a la rubia, y Axel al notar eso empuña sus manos con disimulo —puedo ver que él se cree igual a mí. Es cierto que físicamente quizás tengamos semejanzas, ambos somos alfas, pero es claro que tú y yo somos muy distintos…
» yo estoy en la cima —prosigue Asher —, y tú estás en el subsuelo comiendo de mis migajas. En esta sociedad respetamos a todas las especies, pero algo que no podemos pasar por alto, es que siempre existirá el oprimido, es necesario el gusano para que el águila pueda comer, ¿comprendes lo que te digo?
Axel lo mira fijamente sabiendo que, si las miradas mataran, Asher estuviera muerto por segunda vez. Era comprensible que su hermano estaba al tanto de lo que estaba haciendo con respecto a sus trabajadores, y no le importaba. Por lo visto en ese mundo donde ahora estaba su hermano tenía su verdadera personalidad, sin fachadas ni bondad fingida. De tan solo imaginar que él estaba con Meridia, le llenó de frustración porque, aunque lo deseara con desesperación, todavía no podía llevarse a su otra mitad, tenía que esperar un poco más antes de quitárselas de las garras de su hermano menor.
—Comprendo sus palabras, señor Wolfgang, pero no, no vine hasta aquí por sus migajas, por el momento, este gusano no está buscando la piedad del águila… —responde Axel sin dejar de mirarlo.
—¡Que insolente! —exclama el secretario porque pudo escuchar la ironía en las palabras de Axel.
—Recoge el dinero del suelo, pordiosero —ordena Asher porque en ese instante esa situación se había convertido en una pelea de dominio que solo entre alfas comprendían.
—No necesito hacerlo…
Asher aprieta su mandíbula, mientras un pequeño tic se forma en su ojo izquierdo a causa de la rabia que sentía.
—Obedece, gusano.
En ese instante aparece Cronos ante Axel, colocando su brazo alrededor de su cuello como si se tratase de un amigo, solamente para susurrarle en el oído:
—Aquí no eres «ese» alfa, recuérdalo… —susurra Cronos, y juzgando por las expresiones de todos que ni siquiera se inmutaron, el pelilargo comprendió que el único que podía ver y escuchar al dios superior era él.
Axel miró de reojos a Meridia y luego recordó a Diego, al mismo tiempo que se preguntó a donde podían estar sus otros cachorros, tenía que pensar en ellos, mas no en él y su orgullo de alfa verdadero, necesitaba arrancárselo de lo más profundo de su ser para poder actuar. Y así, sin tener otra opción, Axel apretó sus labios agachándose para coger esos billetes del suelo, tomándolos lentamente mientras se sentía miserable, pero lo peor para él vino cuando sintió como Asher le colocó el pie sobre la cabeza para bajársela más, moviendo su lustroso zapato de un lado a otro como si estuviese limpiando la suela de su zapato sobre su cabello.
—Claro que necesitas mis migajas… —murmura Asher divirtiéndose mas de lo que imaginó, porque en su mundo la necesidad era mas fuerte que una marca en la nuca, logrando que un alfa puro se arrodillara ante él sin siquiera tener que sacar sus colmillos.
Cuando Asher terminó, Meridia frunció sus labios sujetando a su esposo para que dejara de pisotear a ese licántropo.
—Ya lograste mostrar tu autoridad, Asher, vámonos ya…—pide Meridia deseando en lo mas profundo de su ser levantar a ese hombre lobo del suelo, pero sabía que no podía hacerlo.
«¿Por qué siento esto?» piensa Meridia sintiendo su corazón latir con fuerza.
No era la primera vez que ella veía a su esposo humillar a otros, pero en esta ocasión no sabía si ya había tenido suficiente, o quizás con ese licántropo fue distinto.
—Vámonos… —agrega la elfa jalando a Asher para que fueran directo al ascensor dejando a Axel en ese lugar donde continuaba de rodillas.
El secretario se acercó a Axel para levantarlo, y cuando él sintió que se hombre lo estaba tocando para ponerlo de pie, exclamó a todo pulmón:
—¡¡No me toques!! ¡¡Que nadie más me toque!! ¿¡Ahora que, también tengo prohibido gritar, Cronos?! —grita Axel mientras se levantaba, y sin más se va en dirección hacia las escaleras, entre tanto todos los que estaban ahí lo veían como si él estuviera desquiciado.
***
Cuando Axel salió del enorme edificio estaba cayendo un fuerte aguacero, pero a él ni siquiera le importó, y pudo ver que afuera sentado en una acera, le estaba esperando Diego. En el momento que el muchacho vio al mayor se levantó de donde estaba siguiéndolo.
—¡Axel, espérame! —exclama Diego corriendo para alcanzarlo, porque el alfa caminaba muy rápido.
El pelilargo al instante se volteó sorprendido porque a causa de la lluvia no pudo sentir el aroma de su hijo, ya que, los hombres lobos perdían un poco el sentido del olfato cuando estaban en la lluvia, y más si eran fuertes como la que cernía sobre ellos en ese instante.
—¡Diego! ¿Desde cuando estás afuera en medio de esta tormenta?, estás completamente empapado —dice Axel viendo a su hijo de pies a cabeza.
—No lo sé quizás una media hora. Lo estaba esperando, también renuncié.
—¿¡Que!? Pero dijiste que necesitabas el empleo.
—Si, pero tienes razón… en esa empresa eran unos bastardos. No lo vi de esa forma, o quizás sí, pero lo daba por sentado porque necesito el dinero, sin embargo, tu me hiciste ver que no está mal reclamar cuando sabes que hay injusticias, aunque te arrodillaron pude sentir que eso no logró minimizarte. Me inspiraste, Axel. Hay que mostrar valentía, por eso renuncié, en el fondo también tengo mi orgullo de alfa.
Cuando Diego dice eso, Axel siente como su mentón comienza a temblar, su garganta a doler, y en su pecho sentía como si tuviera un peso por el llanto que reprimía para que no saliera, es por eso que él lo que hizo fue acercarse a su hijo para abrazarlo con fuerza, sintiendo como Diego también correspondió el abrazo.
«Aunque te pisoteen, en el fondo tu siempre serás un alfa verdadero como tu padre, nadie podrá doblegarte, que nunca se te olvide» piensa Axel las palabras que deseaba decirle a su hijo, pero tenía el presentimiento que todavía no era el momento para hacerlo.
—¿Ahora que harás, Diego?... ¿A dónde vives? —pregunta Axel sintiéndose algo mejor con ese abrazo que le dio a su cachorro.
—Vivo en Caelum, y pues ahora me voy a casa.
—¿En serio? ¡Yo también vivo por esa zona! Que grata casualidad. Vámonos juntos entonces, ¿sabes qué? Te invito a comer, no sé tú, pero yo estoy hambriento, no he comido nada en todo el día y ya está comenzando a afectarme. Tengo dinero de sobra —dice Axel con una sonrisa acercándose a su hijo para despeinarle su cabello mojado.
Diego sonríe aceptando la invitación.
—Podemos ir a un puesto que está cerca de mi casa, es económico y venden comida chatarra deliciosa, mejor que por esta zona de ricos.
—Bien, entonces vamos a ese lugar —acepta Axel mientras los dos caminan rumbo a la parada de autobús.
En eso un auto pasa frente a ellos, él lo reconoció al instante, era el auto donde vio a Asher y Meridia en la mañana, incluso como si estuviera en cámara lenta, pudo ver como Meridia que iba en el puesto del copiloto los vio a ambos, pero después la rubia desvió su mirada hacia otro lugar. Cuando Axel sintió el contacto visual de ella detuvo su paso sintiéndose destrozado, porque sintió de forma simbólica verla alejarse de él, y aunque trataba de pasarlo por alto, no pudo.
—¿Qué ocurre, Axel? ¿Estás bien? —pregunta Diego porque vio como el rostro del pelilargo cambió de un momento a otro deteniendo su paso.
El aludido se mantuvo en silencio por un instante, hasta que desvió la mirada a su hijo y ya con eso se calmó un poco.
—Estoy bien… vamos, no nos tardemos demasiado, no tenemos mucho tiempo… —murmura Axel volviendo a caminar junto a Diego bajo ese torrencial.