Luego de la interrupción de Emmett las cosas habían estado un poco tensas en el grupo, cosa que me hizo maldecirlo a cada segundo, pero al mismo tiempo me daba gran satisfacción que incluso viendo que ya no estaría con su amada, el hecho de que pudiera herirla le seguía haciendo hervir la sangre a mi hermanito.
Ese imbécil llevaba años enamorado de Irina, pero por alguna razón jamás se atrevió a hacer nada… quizás porque ella era muy joven, quizás porque sabía que la muchacha solo tenía ojos para mí, como fuese había descubierto que no había nada más placentero para mí que ver la amargura en su rostro siempre que nos veía juntos, todos esos años rogué para que nos encontrara f0llando en las bodegas… esa pequeña tonta estaba tan enamorada de mí que hacía a un lado su pudor y sus principios para dejarme tomarla cada que se me antojaba; pero a diferencia de Irina que era un trozo de arcilla que manipulaba a mi antojo… Emmett era mucho más listo, mucho más calculador; sabía lo que hacía y por eso siempre se mantenía lejos de nosotros.
La idea de quitarlo todo y ser el nuevo dueño de las empresas Lefevbre me hacía feliz, sí; pero saber que ya no tenía esa carta a mi favor… Que ya no tendría en mis manos el poder de hacerle daño, me emputaba. A él jamás le importaría tanto el dinero como le importaba ella.
«Pero ya encontraré algo», me dije.
—¿En qué piensas? —La voz de Nadine me devolvió a la realidad.
Estábamos caminando hacia los viñedos, mamá sugirió que una caminata al aire libre antes de la cena nos ayudaría a pasar el mal rato que nos hizo vivir Emmett.
—En que mi hermano es un c*****o, eso pienso.
—Ni que lo digas… Mira que venir a mencionar a tu ex justo cuando me pides matrimonio… Es un puto imbécil, eso es—respondió con furia—. Ahora dejarlo sin un centavo será una satisfacción personal, ¿estás seguro que esto funcionará?
—Totalmente, Emmett es un moralista… no tiene novia de verdad, y no conseguirá una solo por dinero, porque, como ya te dije…
—Es un moralista… por eso esos idiotas jamás llegan lejos, no saben aprovechar las buenas oportunidades. Tú no pareces de ese tipo.
—En absoluto… Sobre todo si las oportunidades que se me presentan son realmente… buenas. —sonreí con malicia, dándole un vistazo al cuerpo de reloj de arena que tenía Nadine, ese era sin duda un premio gordo.
—Has estado mirándome mucho hoy.
—Eres tan ardiente como el infierno… no verte es un pecado. —Ella rió en una carcajada vacía, se burlaba de mí, o eso intentaba… pero yo conocía muy bien a las mujeres, y las de su tipo morían por la lujuria que despertaban en los hombres.
—No es la primera vez que un n!ño rico y pomposo me hace promesas sobre f0llarme hasta la muerte y luego termina todo en un encuentro burdo y… precoz. —Torció sus perfectos y carnosos labios carmín y el deseo de tenerlos alrededor de mí se hizo intolerable.
—Jamás dije nada sobre sexo —comenté con una sonrisa de lado.
—Tu boca quizás no, pero tus ojos sí… y apostaría lo que quieras a que ya me has f0llado unas cuatro veces en tu mente, ¿o me equivoco? —Sonreí y ella me imitó—. Sé que sí, pero esa no es la cuestión, lo que realmente debería preocuparte es si realmente eres capaz de volver esas fantasías realidad.
Me miró con barbilla altiva, desafiándome y excitándome al mismo tiempo, quise azotarla por su altanería, pero sobre todo quería hundirme en ella como un animal; y con eso en mente la tomé del cuello y me incliné para besarla, cosa que ella aceptó en un ronroneo que casi me hace volar la cabeza. Su lengua sabía a vino, y de algún modo eso lo hizo todo más intenso, mi erección era monumental y nada más que ella podía aplacarla.
Aun en medio de aquel beso desenfrenado, empecé a caminar… Llevándola poco a poco hasta la bodega. Sabía que estaba vacía, ahí podíamos estar un rato sin que nadie nos molestara. Necesitaba desesperadamente tenerla, hacía tanto que no estaba así de excitado… Estar con Irina era placentero a secas, nada que me hiciera perder la razón, sobre todo porque ella siempre insistía en acariciarme con ternura, siempre que hacía eso me bajaba todo… odiaba que me tratara así, me hacía sentir miserable, en el fondo sabía que no estaba bien lo que le hacía, pero mi odio hacia Emmett siempre fue mayor que mi compasión por ella, así que nunca me detuve.
—Mierda… Irina —murmuré justo cuando entrabamos a aquel cuartucho.
Pensar en ella me hizo recordar la amenaza de mi hermano, luego de eso había pensado en llamarla, terminar con ella por teléfono, todo para asegurarme que no se acercara a la mansión esa noche, no tanto por Nadine sino por Emmett, no quería que él se enterara que aún no había terminado con Irina… Yo tampoco era tonto, conocía los límites de mi hermano, y ese era uno que no quería cruzar.
—¿Disculpa? ¿Acabas de nombrar a tu maldita exnovia mientras me traes a esta bodega de mierda para f0llarme? —preguntó Nadine en un siseo. No pude evitar sonreír—. ¿Te burlas de mí?
—No, es solo que normalmente uno no ve hermosas señoritas de la alta alcurnia hablando de ese modo tan marginal —dije en tono burlón, pero de pronto ella se acercó a mí y tomó mi barbilla en una de sus manos, clavando sus largas uñas en mi piel.
—Conozco tu reputación, Damien Lefevbre, pero te advierto que yo no soy una de las putas baratas a las que estás acostumbrado. Si te vas a casar conmigo debes tener en cuenta no intentar verme la cara de tonta… o la pagarás caro.
Tan pronto como dejó de hablar lancé mi mano sobre ella y, justo como estaba haciendo conmigo, tomé su barbilla y apreté de ella, tuve la satisfacción de ver la comprensión en sus ojos… Yo era más grande y más fuerte que ella, bastaría solo presionar un poco para provocarle un daño serio, uno mayor al que ella podría causarme a mí.
—Y si tú vas a casarte conmigo debes tener en cuenta que yo no soy como mi hermano, o como esos gilipollas que mencionaste hace un rato, no tengo escrúpulos… y por eso deberías tener cuidado en cómo me hablas.
Nuestra respiración era agitada, sus perfectos labios se fruncían en un óvalo bajo la presión de mis dedos, pero el brillo es sus ojos era difícil de malinterpretar… le gustaba, y ver que en lugar de asustarse y retroceder, solo parecía excitarse más… me terminó de volar los sesos.
Resoplé con fuerza y me lancé sobre ella, besándola con un frenesí descomunal, lamiendo su boca sin descanso… mordiendo sus labios con fuerza, y pellizcando sus pezones sin piedad cuando bajé de un tirón su escote.
Escucharla gemir sin tapujos amenazó con hacer que me corriera en ese momento, hacía tanto que no disfrutaba de sexo animal e instintivo… Irina y todos los problemas que venían con ella no tuvieron cabida en mi cabeza mientras me inclinaba para tomar los pálidos y suculentos senos de Nadine en mi boca. Lamía, chupaba y tiraba de ellos con mis dientes sin darle ni un segundo de descanso.
Ella seguía gimiendo y halaba de mi pelo, aferrándose a mí como si la vida se le fuera en ello. De pronto alzó una de sus piernas y la sostuvo contra mi cadera, apreté de sus nalgas con fuerza y dejé que mis dedos se colaran bajo el encaje de sus bragas. Gruñí al notar lo mojada que estaba.
—Joder… ¿Estás lista para mí? ¿Eh? —Jadeé, dejando caer la cabeza hacia atrás cuando se incorporó y sus manos empezaron a soltar mi cinturón con prisa.
—Espero que no seas un fraude, Damien —respondió burlona, pero su risa se esfumó cuando vio la magnitud de mi excitación… verle lamerse los labios me hizo sonreír.
Si esa era la mujer con la que tenía que dormir cada noche con tal de quedarme con cada centavo de mi familia… Parecía que me había convertido en el hombre más afortunado del puto mundo. Sin ningún cuidado la insté a darse la vuelta y a ponerse en cuatro sobre una vieja banca de madera, subí su vestido y entonces rasgué el delicado encaje para luego dejarlo caer hecho añicos en el suelo.
El perfecto culo de Nadine Moreau quedó expuesto ante mí como una invaluable otra de arte, una a la que le asenté una sonora nalgada, ella gritó tan solo un segundo antes de que yo me hundiera en ella con un salvajismo que me enloqueció; amaba el sexo rudo… y hasta ese momento no sabía cuánto lo extrañaba.
Arremetí una y otra vez, deleitándome en aquella maravillosa sensación. Estaba siendo tosco, casi violento, pero ella no se quejó, al contrario… estocada a estocada me regalaba otro gemido, otro gruñido de satisfacción, otra razón para tomarla con más fuerza. El contraste de sus perlas y el destello del oro que adornaba sus manos, con la madera vieja de la banqueta y la loseta deslucida se me hizo increíblemente sensual, saber que tenía a esa chica refinada jadeando mi nombre… Arqueando su espalda de la forma más provocativa y experta para permitir una unión más perfecta, me tenía al borde del orgasmo.
El eco de nuestros cuerpos chocando, retumbaban en la bodega y se hacían cada vez más intensos… Esta vez no dudé que alguien pudiera oírme, ella tampoco estaba haciendo ningún esfuerzo por controlar sus gemidos, y eso me encantó. Alcé la mano y le propiné una nueva nalgada, un nuevo gemido llegó a mí para acercarme más al orgasmo, pero entonces, como salida del mismísimo infierno… Una voz irrumpió la perfecta y lujuriosa armonía del momento.
—¡Damien! —Exclamó Irina de pie bajo el marco de la puerta.
—¡Joder! —bramé al tiempo que Nadine lanzaba un grito de sorpresa y se incorporaba sobre la banqueta.
Los ojos de Irina viajaban de mi rostro al de Nadine, mientras yo me acomodaba la ropa. Se veía furiosa y al mismo tiempo dolida, maldije a todos en ese momento, a ella por no tener dignidad y haber venido a buscarme luego de dejarla plantada, a mamá por obligarme a pedirle matrimonio a Nadine justo ese día, y a Emmett por ser mi mayor conflicto en ese momento… Necesitaba sacar a Irina de ahí antes de que él supiera lo que había pasado.