Luego de la noche de mi compromiso, el mal presentimiento no había pasado, la sensación de que de un momento a otro explotaría una granada en mis narices no cesaba, y luego comprendí que esa granada tenía nombre y apellido... Irina Varane, seguía pensando en ella y en lo que pasaría si Emmett se enteraba de cómo le había notificado sobre mi compromiso, así que, en un intento de mantener eso oculto para siempre, la había estado llamando. Todo el sábado, desde el amanecer hasta el ocaso había marcado a su casa, pero jamás hubo una respuesta suya, y cuando finalmente alguien contestó, solo pude conformarme con el mensaje de su padre diciéndome que su hija no se encontraba en casa. Me mentía, claro, porque ¿dónde diablos podía estar? Irina no tenía ni dónde caerse muerta, y su vida social se