Álvaro se levanta de su asiento, sus puños se cierran con fuerza, tan sólidos como una roca, y su risa resuena en el aire. Sus gestos lo delatan, su silencio lo hace sentir humillado sin reservas.
—Ella no te dará ninguna oportunidad —dice Gerald con voz imponente.
—¿Ah sí? ¿Y quién eres tú para decidirlo? —responde Álvaro desafiante.
—No tengo por qué darte explicaciones.
—Entonces márchate y déjanos solos. Tefany tiene que responderme a mí, no lo harás tú por ella.
Tefany se levanta de la silla, sintiéndose un poco abrumada. Todas las miradas están sobre ellos, y la idea de ser el centro de atención la abruma.
Los toma a ambos del brazo y los lleva fuera del restaurante, decidida a no ser el hazme reír del lugar.
—¿Qué les pasa? No pueden estar discutiendo en público —les recrimina.
—Tu querido jefe fue quien empezó todo, no tiene derecho a intervenir en tus decisiones —dice Álvaro.
Gerald sonríe deliberadamente, pero se reprime y suelta un puñetazo en la cara de Álvaro.
Álvaro cae al suelo, pero se levanta rápidamente. No será tan fácil, y Álvaro devuelve el golpe.
“¡Ya basta!” grita Tefany, furiosa.
Ambos hombres se detienen, con la sangre reflejada en sus rostros.
—No puedo creerlo. Gerald, esta es una decisión mía. Decido con quién estar —responde ella, aturdida.
—¿Ah sí? Muy bien, entonces responde —la amenaza con la mirada.
El corazón de Tefany late como un parpadeo constante, sus oídos sintonizados en el ruido ensordecedor de su propio latir. Se acerca a Álvaro y pasa su brazo sobre él.
—Sí, voy a darme una oportunidad con Álvaro —responde, mirándolo directamente.
Gerald sonríe fríamente, aceptando momentáneamente la decisión de Tefany. Se aleja del lugar sin decir una palabra más, enciende su auto y se va a toda prisa.
—Gracias por darme la oportunidad. No te arrepentirás —dice Álvaro, abrazándola con felicidad.
Álvaro lleva a Tefany a su casa; su boca todavía está ensangrentada, por lo que no intenta besarla.
Cuando entra en su casa, sus rodillas casi se doblan bajo ella. No puede creer que haya sido tan firme frente a Gerald. Aunque sabe que las cosas podrían volverse oscuras, está decidida a enfrentarlas.
Su amiga Jess está en coma en una cama, y ella ha estado besando y teniendo relaciones sexuales con su novio. ¿Qué clase de amiga es ella?, se pregunta.
A la mañana siguiente.
Al llegar a la oficina, Tefany trata de adoptar una postura decidida. Entra en la oficina de Gerald, pero al abrir la puerta ve que el escritorio está vacío. Sin embargo, segundos después, la puerta se cierra detrás de ella.
Gerald la toma por el cuello y la lleva hasta el escritorio, sus manos ansiosas por apretarla tan fuerte que verla sufrir le da satisfacción.
—Debería acabar contigo ahora mismo, es lo que te mereces —le dice con ira, con un torrente de emociones mentales.
Casi sin fuerzas, Tefany logra apartarse de Gerald y cae al suelo tosiendo, casi sin aire, su mano derecha reposa sobre su cuello con marcas rojas.
—¡Estás loco!. Un día de estos terminaras por acabar con mi vida —le responde, con voz ronca.
Gerald se ríe antes de responder, ya no parece tan fuerte como la noche anterior.
—¿No fui lo suficientemente claro cuando dije que no quería que estuvieras cerca de Álvaro? —le pregunta, enfadado.
—No puedes controlar mi vida, no eres mi dueño, aunque quieras acostarte conmigo y poseerme —le grita furiosa, cansada de ser perseguida.
—Ah, eres una... ya sabes lo que eres.
—Solo te diré que no aceptaré más lo que quieres hacerme. No sé ni siquiera por qué he caído en tus garras.
—Y no tienes por qué saberlo. Decírtelo sería darte un premio de consolación— Le respondió en un tono de burla.
Tefany se levanta del suelo, intentando ser fuerte. Se dispone a irse de la oficina, pero Gerald no se lo permitiría tan fácilmente.
—Déjame ir, ya te he escuchado lo suficiente —le suplica bajo los efectos de los nervios que él le provoca.
—Ahora mismo vas y terminas lo que apenas tiene 24 horas de haber empezado —le exige.
—No lo haré. Estás enfermo. Soy la mejor amiga de Jess, no sé cómo puedes creer que podría hacerle esto —admite.
—¿Amiga de Jess? Pero te encanta cuando tenemos sexo. Si fueras una buena amiga, no corresponderías a mis besos —responde burlón.
Tefany quiere abrir la puerta a toda costa, pero Gerald está fuera de sí. Es evidente que no escuchará razones.
De repente, Gerald la toma bruscamente y la acorrala contra su cuerpo, decidido a no dejarla ir tan fácilmente.
Sus rostros están cerca, su respiración caliente choca en el aire.
De repente, la empuja hacia el escritorio, la tumba de espaldas y hace que sus piernas se abran. Sin dudarlo, se introduce en ella.
Aunque Tefany está en shock, no puede evitar sentir la presión de su cuerpo sobre el suyo mientras se mueve.
Gerald muerde suavemente su oreja, haciéndola olvidar que debería luchar contra esto. Él sabe cómo hacerla ceder.
Unos minutos después, Gerald se detiene y se levanta lentamente, abrochándose los pantalones. Tefany intenta recomponerse rápidamente.
—¡Estás loco! —le dice, incrédula.
—Tú, que eres la mejor amiga de Jess, dejaste claro ahora mismo que te dejas llevar por la pasión —le recrimina.
Tefany sale de la oficina, esta vez no la detiene Gerald.
Gerald se deja caer en su silla, un poco débil después del momento excitante que acabó de tener con Tefany.
En su cabeza, un mundo gira y gira sin llegar a ningún lugar, su rudeza no debe extinguirse. A toda costa debe vengar el dolor y la desfachatez que cree tener Tefany.