Las razones de Gerald.

1154 Words
Como era de esperarse, una vez que todo había terminado, Gerald se vuelve despreciable. Muestra poca tolerancia hacia Tefany, a quien la confusión la está carcomiendo por dentro. Pocos minutos después, Tefany sale del baño con una toalla que rodeaba su cuerpo, se mostraba muy avergonzada. —Tengo un problema— Dijo tímidamente. —¿Qué pasa?— Preguntó Gerald sin prestarle atención. —Toda mi ropa está mojada. No puedo irme así a mi casa. —Por supuesto que puedes irte así, no te hagas la que no rompes un plato, trabajabas en un club donde sabías el tipo de hombre que iban, estás acostumbrada a lidiar con eso— Le responde con sarcasmo. Tefany no responde las duras palabras de Gerald, por lo que regresa al baño, toma su ropa mojada y vuelve a ponérsela. Sale un poco furiosa del baño, sin despedirse decide irse del hotel, sale sin mirar atrás de la habitación. Lejos de creer que Gerald la detendría, estaba equivocada, mostró incluso que no le importaría cómo estuviese en la calle. Por supuesto, ya él se había saciado de ella, y había logrado lo que quería. Tefany toma un taxi que la deja en su casa, como no andaba con bolso, entra y busca dinero. Intentó no hacer ruidos para que su hermano no supiera de su situación tan avergonzarte. Tefany no podía entender la actitud tan absurda del novio de su amiga, pero estaba dispuesta a todo. Iba a descubrir lo que pasaba por la mente de alguien que jamás se había fijado en ella. La mañana siguiente. Al llegar a la oficina, Tefany se presenta con Gerald, quien estaba ocupado con alguien más. —¡Buenos días!— dijo con timidez. —Buenos días Tefany— Dijo aquel joven al voltearse. Sin esperar tiempo, Tefany lo abraza, era más que obvio que lo conocía. —¡Que bueno verte Diego!— Responde con evidente emoción. —Lo mismo opino, estás hermosa como siempre— Dijo con cariño —Tefany puedes marcharte, cuando te necesite te llamaré— Dijo Gerald con seriedad. Tefany se retira de la oficina por órdenes de su jefe. —Que tensión sentí contigo Gerald. ¿Qué es lo que pasa?— Pregunta con interés. Gerald se levanta de la silla, camina hacia la ventana y luego vuelve a su asiento después de respirar hondo. —Ella es la culpable de que Jess esté en coma y haya perdido a mi hijo— Le confiesa con calma y a la vez con un torbellino de emociones. —Eso es una tontería, Tefany no podría ser culpable de lo que dices— responde con sorpresa. Gerald abre una pequeña caja que tiene bajo llave, saca un sobre y luego una carta evidentemente maltratada. La sangre se había secado en la hoja y por esa razón se veía en ese estado. Diego toma la carta y comienza a leerla en voz alta. “Tefany me hizo esto, me odia porque ama a mi novio”, Decían las secas palabras manchadas de sangre. Diego no lo podía creer lo que había leído, Tefany había sido la culpable de la desgracia de Gerald. —Ella tiene que pagar por eso, no me parece justo que se quede sin castigo, no lo hago por amor, solo quiero venganza— Dice Gerald. —Pero ¿Estás seguro que esto es cierto?. —Verifiqué las cámaras de seguridad y ella fue la única persona que entró ese día a la casa, así que, si, fue ella— Revela con seguridad. Diego estaba atónito, no podía creer que aquella dulce mujer fuera capaz de hacer algo tan bajo. —Es que estoy en shock, ella es la mejor amiga de Jess. Lo juro, no lo puedo creer— Dijo anonadado. —Ya ves que no en todo el mundo se puede confiar. Ella es así, esa es su verdadera cara— confesó. Después de revelar lo que ha orillado a Gerald a estar detrás de Tefany, su posición ha cobrado sentido. Su corazón estaba pasando por un duro momento, y alguien debía pagarlo, y por supuesto que debía ser el culpable. —Gerald pero tienes todo a tu favor para llevarla a prisión. Puedes hacerlo, y no malgastar tu vida en una venganza— Le sugería. —Yo quiero que sufra por mi, quiero que sepa cuanto la detesto, y como la odio con toda mi vida— Responde con un corazón lleno de odio. Cuando llegó el medio día, Tefany iba a almorzar al comedor de los empleados, mientras toma asiento con su bandeja, Álvaro se acerca y toma asiento. —¿Qué haces aquí?, no pensé que te vería aquí, pero qué bueno que lo estás— Le pregunta asombrada. —Estoy aquí porque este es el comedor de empleados y la comida es muy buena— Le replicó con seriedad. —Si, claro, tienes razón, disculpa— Dijo con una sonrisa. —No tienes que disculparte Álvaro. —Tefany eres muy linda, de verdad que lo eres. —Gracias pero no puedo negar que me haces sentir incómoda, no acostumbro a que me digan las cosas tan directamente— Le dijo un poco sonrojada. Álvaro buscaba cada vez más una cercanía, quería lograr ganar la guerra que le había declarado a Gerald. Durante ese día, Álvaro estuvo muy pendiente de Tefany, le llevaba café, agua, refrescos y todo lo que le permitiera estar cerca. Necesitaba ganársela como si ella fuese el premio mayor. Al finalizar las labores, Tefany deja todo en orden. Se disponía a marcharse de la oficina. Al salir, Álvaro la estaba esperando con la puerta abierta de su auto. —Te llevaré a tu casa, esperaba por ti— Dice a gran voz y una sonrisa en su rostro que marcaba su felicidad. Tefany se siente incómoda, no sabría cómo negarse, pero justamente en ese momento, la campana la salva. Gerald toma su mano y la lleva hasta el auto que esperaba por él. Álvaro se queda boquiabierto, se daba cuenta que Gerald tiene mucha ventaja sobre él. Mientras el auto está en marcha, hay un gran silencio. Ninguno de los dos es capaz de pronunciar una palabra. Sin embargo repentinamente, las cosas cambian, el auto de Gerald empieza a ser impactado por balas. Gerald toma rápidamente la cabeza de Tefany y la pone sobre el asiento, mientras que con su cuerpo la cubría. —¿Qué es lo que está pasando?— Preguntaba Tefany gritando del miedo. Gerald intentaba guardar la calma, mientras que el chofer luchaba por perder a las personas que intentaban acabar con sus vidas. Su corazón latía muy fuerte Ale abuchear los gritos de Tefany, trataba de calmarla con su abrazo. Tefany no controlaba sus gritos, estaba aterrada, mientras que Gerald mostraba lo fuerte que podía ser. —¡Mantén tu cabeza abajo!— Era lo único que le pedía.
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