Tefany sentía una mezcla de miedo y confusión mientras Gerald se acercaba. La intensidad de su mirada era desconcertante, y el silencio que había reinado en el trayecto de regreso ahora se sentía pesado e irrespirable.
—No tienes que hacer esto—dijo ella, tratando de mantener la calma en su voz—. No podemos resolver nada de esta manera.
Gerald detuvo sus pasos, observándola con una mezcla de curiosidad y frialdad.
—¿Qué sugieres entonces? ¿Cómo crees que podemos resolver esto?—preguntó, su tono desafiando su control.
Tefany tomó una profunda respiración, tratando de encontrar las palabras correctas. La situación era complicada, pero sabía que debía mantenerse firme.
—Podemos empezar por hablar—dijo finalmente—. Por tratar de entendernos, aunque solo sea por la paz que necesitamos ambos.
Gerald la miró en silencio por un largo momento antes de asentir lentamente.
—Hablar, entonces—dijo, dejándose caer en el sillón junto a la cama—. Pero no pienses que esto significa que me has ganado.
Tefany asintió, aliviada por el pequeño avance. Se sentó en la cama, enfrentando a Gerald.
—Sé que no he hecho las cosas de la mejor manera—comenzó—. Pero lo único que quiero es proteger a mi hermano. Él es todo lo que tengo.
Gerald la observaba con atención, sus ojos buscando cualquier señal de mentira.
—¿Y qué hay de Álvaro?—preguntó—. ¿Qué papel juega él en todo esto?
Tefany sintió un nudo en el estómago al mencionar a Álvaro.
—Álvaro es... complicado—respondió—. No puedo negar que hubo una conexión entre nosotros, pero él ha hecho cosas que no puedo perdonar. Cosas que no puedo ignorar.
Gerald se inclinó hacia adelante, su interés evidente.
—¿Qué tipo de cosas?—preguntó, su voz baja y tensa.
Tefany vaciló por un momento, pero sabía que debía ser honesta si quería alguna posibilidad de ganar la confianza de Gerald.
—Me hizo daño, Gerald—dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Me lastimó de maneras que prefiero no recordar.
Gerald frunció el ceño, su expresión se endureció.
—Entonces, ¿por qué te casaste conmigo?—preguntó, su voz dura.
—Porque pensé que al hacerlo, podrías ayudar a mi hermano, además prácticamente me anexaste con dejarlo mucho tiempo en prisión—respondió Tefany.
Gerald se quedó en silencio por un momento. A pesar de las palabras de Tefany, se volvió a ella, la toma del brazo y la levanta de la cama.
—Esto va a exonerarte de tus deberes conyugales— Dijo seriamente.
La luz de la luna se filtraba a través de las cortinas, creando patrones suaves en el dormitorio. Tefany y Gerald estaban de pie junto a la cama, sus respiraciones entrelazadas mientras se miraban a los ojos con una intensidad que hablaba de todo lo que sentían el uno por el otro.
Gerald se acercó lentamente, sus manos encontrando la cintura de Tefany. La atrajo hacia él, sus cuerpos se rozaron y la electricidad del contacto fue palpable.
—No sé cómo fuiste capaz de ser mujer de alguien más—murmuró Gerald, su voz era un susurro cargado de emoción.
Tefany sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sus ojos se encontraron con los de Gerald, llenos de deseo y amor y decepción.
—Yo no sé qué decirte Gerald—respondió, su voz temblaba ligeramente.
Gerald bajó la cabeza, sus labios encontraron los de Tefany en un beso suave pero apasionado. Sus manos se movieron lentamente, explorando cada curva de su cuerpo, deslizándose con ternura y reverencia, aparentemente.
Tefany se aferró a él, sus dedos entrelazándose en el cabello de Gerald mientras profundizaban el beso. El tiempo parecía detenerse mientras se perdían el uno en el otro, cada caricia, cada beso era una declaración de amor y devoción o solamente de un simple deseo de sumisión por parte de Gerald.
—No sabes cómo te odio—dijo Gerald, su voz era un murmullo contra los labios de Tefany.
—¿Qué te hice para que me odiaras?—respondió ella, su voz era apenas un susurro.
Con movimientos suaves y cuidadosos, Gerald deslizó las prendas de Tefany, dejando al descubierto su piel. La miró con admiración, sus ojos recorrieron cada centímetro de su cuerpo, por su mente vagaba la imagen e Alvaro tocándola.
—Eres hermosa—dijo, su voz era un susurro reverente.
Tefany sonrió, sintiendo el calor de sus palabras.
Gerald la llevó bruscamente a la cama, tumbándola con odio y deseo a la vez. Se inclinó sobre ella, sus labios encontraron su cuello, dejando un rastro de besos suaves y cálidos a pesar de su todo. Tefany cerró los ojos, dejándose llevar por las sensaciones que la invadían.
Sus manos se encontraron de nuevo, sus dedos entrelazados mientras Gerald exploraba su cuerpo con una devoción infinita. Cada caricia, cada beso era un recordatorio de lo que estaba mal, Tefany no podía olvidar que era el novio de su amiga Jess.
—Quiero que sientas cuanto te detesto—murmuró Gerald, sus labios apenas se separaron de la piel de Tefany.
—Lo siento, Gerald—respondió ella, su voz era un susurro lleno de emoción—. Si me dices lo que he hecho, puedo pedir perdón.
Hubo un largo silencio de parte de Gerald, que hizo que Tefany olvidara sus palabras.
Se movieron juntos, en perfecta sincronía, sus cuerpos se encontraron en un ritmo lento y apasionado. Cada movimiento, cada suspiro era una expresión de su conexión profunda y su deseo compartido.
La intensidad del momento los envolvió, y por un tiempo, el mundo exterior desapareció, dejando solo a Tefany y Gerald, dos almas entrelazadas en una danza de la pasión.
Finalmente, se quedaron quietos, sus respiraciones se entrelazaron mientras que Gerald se acomodaba en la cama.
Tefany no sabía qué decir; pero se odiaba así misma por amar a un hombre prohibido.