Capitulo 6

1018 Words
—Café con leche flaco para llevar—. —¿Nombre?— —Beth—. —Ya viene.— Janice llamó a la caja y luego se volvió para preparar el café. Su mente y su cuerpo estaban en automático. Eran las siete y media de la mañana y todavía pensaba en su cama caliente. Completó el pedido y luego dirigió su atención al siguiente cliente, empujando la taza con nombre hacia adelante. —¿Puedo ayudarle?— —Capuchino, sin chocolate—. —¿Nombre?— —Tara.— —Ya viene.— Rápidamente preparó la bebida espumosa y luego la espolvoreó con chocolate. Tal vez llamaría a Sharon y Wendy más tarde, para ver si les apetecía tomar una copa esa noche. Tenía muchas noticias. —¿Qué carajo estás haciendo, vaca estúpida?— Derek le arrebató la coctelera de chocolate. —Ella dijo que no tenía chocolate—. —Mierda, lo siento—. Janice negó con la cabeza. —Eres realmente tonto, ¿lo sabías?— Tiró la bebida al fregadero, esparciendo café por todas partes que necesitarían limpiarse más tarde. —Hazlo de nuevo. Y ojo, que hay cola, ¿o no te habías dado cuenta? Y deja de escribir nombres en los vasos cuando solo estás tú manejando la máquina y sirviendo—. —Es un hábito.— Ella suspiró y reinició la bebida. Si Derek ayudara no habría tanta cola, pero nunca lo hizo. Prefería sentarse en la oficina administrativa haciendo trámites, lo que significaba ver pornografía en su teléfono. —Perdón por la espera—. Ella le entregó la bebida. —No hay problema.— La niña esbozó una sonrisa comprensiva. Lo cual era dulce en sí mismo, pero hizo que Janice quisiera golpearse la cabeza contra la pared. ¿Por qué aguantó las tonterías de Derek? Era cáustico y se envolvía cada día en una capa de papel de lija afilado. No debería ser tan fácil de convencer, lo sabía, pero le faltaba la energía para luchar contra ello. —Siguiente—, llamó. —Café exprés.— —Nombre.— Ella todavía estaba en automático. —Patrick.— ¿Patrick? Miró los mismos ojos oscuros que había visto por primera vez sólo dos días antes en Balthazar. —Oh hola.— —El es.— Él no sonrió. En cambio, su atención se centró en Derek, quien parecía estar preparándose una bebida cargada de malvaviscos. —¿Qué… qué estás haciendo aquí?— Ella había estado en lo cierto. Patrick llevaba bien un traje, aunque no era a rayas, sino azul pálido y le sentaba a la perfección. Hecho a medida en Savile Row, apostaría dinero a ello. Estaba bien afeitado y ella percibió el olor de su loción para después del afeitado, algo caro y almizclado que hacía cosas extrañas con sus pezones, como si el aroma estuviera diseñado para endurecerlos. Extraño. —Estoy de paso de camino a la oficina—, dijo. —¿No está Grind 'n' Go bastante fuera de tu camino?— —Quería verte.— —¿Lo hiciste?— —Claro, quería ver dónde trabajabas—. Hizo una pausa y centró su atención en ella. —Con quién trabajaste, asegúrate de que te traten bien—. —Eh. Derek no sabría cómo tratar bien a un cachorro, y mucho menos a un empleado—. —Acabo de ser testigo de ello—. La mandíbula de Patrick se tensó. —Y no está bien, ni mucho menos—. Con un rubor en el pecho, se giró y preparó la bebida de Patrick. Qué mortificante para su nuevo hermano verla siendo reprendida por un idiota como Derek. Hable sobre Patrick obteniendo una idea de su miserable vida laboral. —Aquí.— Ella le entregó su bebida y se inclinó hacia adelante. —En la casa.— —No quiero meterte en más problemas—. —No lo harás—. Ella puso los ojos en blanco. —No nos arriesguemos—. Él sonrió, sólo un poco, y empujó un billete de cinco dólares sobre el mostrador. Se alejó pero no se sentó en una mesa; en cambio, se quedó de pie casualmente entre dos ventanas, con los hombros apoyados contra la pared y un tobillo cruzado sobre el otro. Su atención todavía estaba en ella mientras tomaba un sorbo de su bebida. La siguiente chica de la cola también lo estaba mirando. —¿Qué puedo traerte?— —le preguntó Janice. Sin respuesta. —Señorita, ¿qué puedo ofrecerle?— —Oh, ejem.— Ella sacudió la cabeza como si descartara un sueño. —Dos mocas... por favor—. —¿Nombre?— —Centavo.— Janice aceptó su p**o y luego se dio la vuelta para hacer los mocas. Mientras la leche se calentaba, volvió a mirar a Patrick. No es de extrañar que la atención de Penny se hubiera demorado. El tipo tenía presencia. Llenó más que el espacio físico. Con su aspecto inquietante, parecía estar examinando el lugar con una mezcla de irritación y curiosidad. —Oye, cerebro de guisante, no te pagaré para que desperdicies la maldita leche—, gritó Derek. —Mierda.— Janice se volvió hacia la cafetera. La estúpida leche se había desbordado. —Mierda. Mierda. Mierda.— Apresuradamente, preparó las mocas y se las entregó al cliente. —Perdón por la espera—. —Ningún problema.— Penny, sosteniendo sus dos togos, le dio a Patrick una última mirada y luego salió tranquilamente balanceando las caderas. Una punzada de irritación invadió a Janice. No es que Patrick fuera suyo, pero no quería que otras mujeres lo comieran con los ojos abiertamente o movieran el trasero en su dirección. Patrick ni siquiera miró a Penny. —Me llevaré un capuchino y un brownie sin gluten, preciosa—. —Oh, hola, Tom. ¿Cómo estás hoy?— —Sería mejor si no tuviera que sentarme frente a una pantalla durante las próximas ocho horas, pero bueno—.
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