Me despierto no porque Inuyasha prefirió roncar que ser un buen hombre que permanezca en silencio. Abro los ojos y grito horrorizada, trato de moverme, pero mis manos están atadas y mi cuerpo pegajoso, miro con asco la cosa verde que dorna todo mi cuerpecito bello y precioso moldeado por los dioses que pusieron mucho empeño.
Hago una mueca de asco, eso huele horrible. Miro a Inuyasha quien esta sujetándose a una pared para no caer mientras rie como loco. Ese maldito infeliz se va a enterar de quién es Kagome Josefina Ruiz Moleta de la Torre González Pedrito Calsetines. Bien, ese no es mi nombre, pero ese maldito no debio hacer eso.
—¡Maldito idiota! —Chillo mirándolo con odio
—Que linda se ve mi esposa, mira que belleza — murmura parando de reír, pero sin ocultar esos dientes blancos que están en su esplendor gracias a la gigantesca sonrisa que porta.
—Cuando te agarre Inuyasha de mierda Taisho, te dejaré sin ese pequeño pene que portas!—grito furiosa.
Inuyahsa me regala una sonrisa de "Ja, ya verás" camina luciendo como un sexy modelo hasta la orilla de la cama. Mis ojos no pueden apartrase de su cuerpo por lo que trago en seco.
—¿Realmente quieres comprobar si lo que tengo es pequeño?—eso suena muy tentador.
—Si me quitas este nudo, yo misma lo compruebo—pongo voz melosa y una slnrisa coqueta en mis labios.
—¿Segura?—asiento y él sonríe—ni sueñes que te soltaré—bufo molesta.
—Vamos, me duelen las muñecas. ¿O acaso quieres ser mi Cristian Grey?—muerdo mis labios y le guiño un ojo.
—Por muy tentadora que sea la oferta, no te soltaré—suspiro.
—De verdad tengo mucha hambre—comento cansada.
—Y podrás comer, pero antes necesito que me hagas un favor—se ubica frente a mi y suspiro agotada.
—¿De qué trata?—pregunto cansada de la posición. Mis manos pueden.
—Bueno, tengo un "amigo" que tiene una esposa, su esposa es muy cariñosa con él y todo. Ahora que se enteró que estoy casado quiere burlarse de mi, así que necesito que seas una esposa muy, pero muy dulce ¿puedes?—lamo mis labios y lo miro con recelo.
—¿Eso es todo?—pregunto aburrida.
—Si—me lo pienso.
Buscaré la manera de casarle provecho. Asiento con una linda sonrisa y él se acerca para soltarme. Cuando lo hace suspiro de alivio, me duelen los brazos. Inuyasha me mira detenidamente. Le regalo una amplia sonrisa y tomo lo primero que veo. Un cepillo del pelo. Se lo lanzo y él lo logra esquivar.
—Maldito idiota—lo miro mal.
—Tu siempre tan amorosa cariño ahora ve y báñate para que parezcas una linda esposa y no una cosa rara y pegazoja—lo ignoro y me adentro al baño. Pienso en lo que haré y sonrío. Inuyasha no sabe con quien demonios se está metiendo.
***
Cuando Inuyasha detiene el vehículo me sorpremdo al ver una hermosa villa con vista al mar. Bajo del coche e Inuyasha se acerca para tomarme de las manos y entralarzar nuestros dedos. Hay un latido algo alocado y extraño en mí que me hace fruncir el ceño. ¿Qué me pasa usualmente con Inuyasha? Ultimamente cosas muy raras pasan con nosotros, ignoro eso y camino.
—Por ciertos, estás hermosa—giro mi rosteo hacia Inuyasha y mis ojos chocolates lo miran con extrañeza. Nos detenemos frente a la puerta y él toca. Una sonrisa maliciosa se posa en su cara—por lo menos ahora si llenas un sujetador—abro mis labios para replicar y me detengo cuando la puerta es abierta.
Una mujer que deslumbra por su cabellera a la altura de sus hombros y oscura hace que su piel tersa se vea hermosa. Sus ojos marrones persiguen a Inuyasha y luego a mi. Es más alta que yo, sus labios van en un rosa pálido que hace lucir su rostro más angelical. Su cuerpo va enfundado en un vestido color rosado que solo hace salir a relucir sus curvas, una mujer muy hermosa.
—Satsuki, tenía mucho tiempo sin verte—ella sonríe de manera sincera y se acerca a Inuyasha para besar su mejilla. Sus ojos me analizan con curiosidad—ella es Kagome, mi hermosa esposa—Inuyasha, como va siendo costumbre, alza mi rostro y me besa suavemente, aún no me acostumbro a eso.
—Mucho gusto—ella se acerca y besa mi mejilla. Nos sonríe tiernamente a ambos.
—Pasen, es un placer tenerlos aquí—el sonido de sus tacones hacen eco al sonar contra el piso por lo que miro a Inuyasha. No conozco ni la razón por la cual acepté venir con este ingrato.
—Inuyasha—una voz sensual hace eco en el salón y doy la vuelta. Bueno, me pregunto si Inuyasha hace algún casting para tener hombres buenos y sensuales como amigos y familiares. Este hombre tiene su pelo anaranzajo que no hace más que realzar sus facciones masculinas. Tiene una sonrisa ladeada y unos ojos verdosos que me dejan atontada.
—Shippo—saluda Inuyasha y hay una mirada de rivalidad entre ambos, por Dioa, solo falta que salgan a mear a ver quien llega más lejos.
—Así que no es inventado que tienes esposa, vaya, no pensé que alguien te quitaría de encima a la loca esa que tenías de novia. Debo de admitir que ella se ve mejor que la anterior—comenta como si fuese del maldito clima que habla y no de mi preciosa, pero muy hermosa presencia.
—¿Qué mier...?
Inuyasha me besa para acallar la groserías que iban a salir de mi boca, menos mal que el muy condenado conoce que esta dulce boquita no se pone muy cariñosa cuando alguien no me hágala. Osea. ¡Dah! Por supuesto que me veo mejor que Miss Fotos, pero detesto su forma de decirlo, no es como si Inuyasha fuese el hombre más bueno del mundo, este bastardo debe agradecer que me puede besar. ¡¿Sabe él cuántos hombres mueren por un poco de mi atención?! No, si supiera eso no estaría hablando mierda barata. Ya no me parece tan atractivo este idiota.
—Respeta a mi esposa Shippo, no creo que sea de su agrado escuchar esas palabras. ¿O te gustaría que hablara de esa manera de Satsuki?—pregunta Inuyasha abrazando mi cintura.
—Es cierto—él rasca su cuello—perdón, no soy tan suave con las palabras—su esposa aparece y se ubica a su lado. Estos dos parecen modelos de esos comerciales que te venden amor eterno.
—Deberías aprender a serlo—respondo con una sonrisa falsa en mis labios.
—Pasemos a la mesa—ellos nos guían y nosotros solo seguimos al par este. Miro de reojo a Inuyasha quien mira mal a este Man que se cree la última coca cola del desierto.
Todos nos sentamos y sin quererlo mis ojos caen en los pequeños senos de la esposa del idiota amigo de otro idiota. Miro mis pechos, ufff, menos mal que no estoy tan plana, ¿imaginan todo el bullying que recibiría por parte de mi tan amoroso esposo? Creo que terminaría colgándolo para que no me joda la vida. Porque si alguien debe morir, será él. Este sucio mundo necesita de mi hermosa presencia.
La chica se da cuenta de mi mirada pasando de sus pechos a los mios e inmediatamente se pone a llorar. Abro los ojos alarmada. v***a, que no sea de estas chicas acomplejadas.
—Cariño, ¿qué sucede?—pregunta Shippo corriendo a abrazarla.
—Se burla de mía pechos, por ser pequeños—la miro alarmada.
—¿Qué? ¡No!—grito—no me burlaba de eso—murmuro y ella llora más fuerte.
—Inuyasha, es obvio que esa mujer no es tu esposa, me emgañaste, no es cierto que estás casado—ruedo los ojos. Estos dramas ni en las novelas de las 9 la dan. ¿Rosa de Guadalupe eres tú?
—A ver, a ver, Kagome es incapaz de burlarse de ella por sus pechos, si era más plana que una tabla no debe burlarse de los demás, aunque tengo que decirlo, eres preciosa Satauki, pero al parecer se olvidaron de darte las benciones delanteras—abro los labios sorprendida por lo que dijo de mi, vamos, ¿acaso esperaban que Inuyasha fuese dulce con la esposa de su rival? Era obvio que solo buscaba un momento para sacarle partido.
—Inuyasha, erea un maldito insensible, mira, la pusiste a llorar más—señalo al alma en pena que ahora llora abrazando con fuerza a su esposo—y por cierto, yo no era tan plana, así que no me critiques—lo miro desafiante.
—Inuyasha maldi...
El tal Shippo iba a decir algo, pero Inuyasha se levanta para hacerme la guerra de miradas que no pienso perder.
—Kagome seamos honestos, eras tan plana, pero tan plana que tus sujetadores se suicidaban por llevar una vida tan vacia—bien, abro mis labios sin creer todavía que esas palabras hayan salido de sus labios—aunque bueno, tú eras más pequeña que ella, creo que Satsuki ya no llena más un sujetador, si es que lo llena—termina por decir. Bien, se dice que es de mala educación actuar así y más si es en una casa que no es tuya, pero este idiota se lo buscó.
Me lanzo como una loca poseída por algún espíritu maligno hacia Inuyasha haciendo que caiga de espalda y de paso rompa una de las sillas de tan preciosa mesa.
—¡Yo te daré una vida vacía imbécil!—grito ahorcándolo. Vaya, Homero estaría orgulloso de mi en este momento.
—Solo tienes que ponerme tus tetas en las manos, ellas se sentirán tan vacías que me enviarán a dormir para siempre—el maltrato animal es malo, pero esto no lo puedo aceptar.
Golpeo a Inuyasha y parezco una loca sin control, pero se metió con una parte sensible de mi. La otra chica ya no llora. Ahora me hace porras para que lo golpee más fuerte. Inuyasha se cubre con una malo y con la otra trata de inmovilizar mis manos, como si lo dejara hacerlo. Ahora recuerdo que me ató a una jodida cama en la mañana con una jodida cosa viscosa y asquerosa sobre mi. Bien, este no era el plan inicial, pero a la v***a. Nos vamos todos a la v***a porque ahora estoy golpeando a este imbécil.
—¡Kagome cálmate!—me grita y en un movimiento él queda sobre mi. Mierda, mi espalda recibe el impacto, pero estoy muy concentrada en golpear a Perroyasha que me distraigo completamente—¡j***r que te calmes!—grita más alto cuando mis uñas lo aruñan en el cuello.
—¡Maldito excremento de mono con sida!—grito furiosa.
—Bien, hemos llegado a esto—me deja golpearlo, pero luego me paralizo cuando sus manos están ambas en mis pechos—solo bromeaba, claro que llenan mis manos y mira que manera más linda para hacerlo—mis movimientos se detienen y lo miro sonrojada y con los ojos abiertos. Él me está tocando los pechos, mis pechos y por alguna razón extraña mi cuerpo no reacciona a todos los golpes e insultos que quiero soltar, solo se queda quieto y atrapo un suspiro extraño cuando el masajea un poco.
—Bueno, esa si es la clase de eaposa que tú tendrías Inuyasha—no levanto la mirada ni Inuyasha tampoco.
—¿Qué te puedo decir? Mi esposa me llena, literalmente—comenta con una sonrisa burlona.