CAPÍTULO 5

1239 Words
JENNY Por supuesto. Tenía que entrar en un vestidor. Típico. Puse los ojos en blanco y miré a mi alrededor. Un lado estaba lleno de trajes negros. Debajo había cajones que rodeaban todo el armario. Encima había todo tipo de camisas abotonadas de distintos colores y corbatas. Al otro lado de los trajes solo había camisas de colores planos y vaqueros. Cogí una de sus camisas, rebusqué en los cajones y encontré unos pantalones cortos de baloncesto. Me los puse y estaba a punto de salir, pero Arcángel abrió la puerta y pasó junto a mí. Cogió lo mismo, pero me fui rápidamente porque no quería quedarme a mirar, pero por supuesto mi lobo lo hizo. Puta. Me enrollé el pelo en un moño desordenado y me senté en la cama. La puerta del armario se abrió y él se dirigió hacia mí. Se arrodilló y me miró con sus ojos color avellana. —Siento haber actuado así. Es solo que mi lobo estaba feliz cuando te vimos por primera vez, y tú no hiciste cumbre, y eso le enfadó. Lo siento—. Sus ojos contenían la verdad y suspiré. Lo miré fijamente, crucé los brazos sobre el pecho y me quedé callada. Suspiró y se pasó la mano por el pelo. —¿Puedo saber al menos cómo te llamas? Esperé un momento y respondí. —Jenny. —Jenny... —Jenny Knox. Hija del tercer comandante. Levantó las cejas sorprendido, porque ni siquiera me había hecho esas preguntas, pero siguió. —¿Vas a ser la próxima comandante? —No. Lo será mi hermano. Fue el primero en nacer. —¿Te entrenaste con los demás? —Entrené con Dakota, Maddox y mi hermano Anthony—. Gruñó un poco cuando dije el nombre de Dakota y Maddox. —¿Qué eran para ti?— Gruñó. Puse los ojos en blanco. —Solo amigos, colega—Gruñí. Volvió a gruñir y un golpe de azul fue a sus ojos. —No lo hagas—. Me advirtió. Volví a poner los ojos en blanco y me levanté. —Tengo hambre, donde está la cocina—. Dije mientras caminaba hacia la puerta. Le oí levantarse y tiró de mí hacia atrás y chispas fluyeron por mi cuerpo, me estremecí de placer. —No vuelvas a poner los ojos en blanco compañero—. Susurró ronco y caminó delante de mí y me llevó hacia la cocina. —¿Qué quieres comer?— Dijo mientras rebuscaba en la nevera. Me senté en el taburete y miré a mi alrededor. —No importa. Comeré cualquier cosa. —Mhmmm... ¿Qué tal si vamos de caza?—. Dijo mientras levantaba una ceja y me miraba buscando una respuesta. “SI” gritó Audrey. Cerré los ojos y me estremecí. “Ay. ¡No tenías por qué gritar!” “Lo siento. Es que tengo muchas ganas de volver a conocer a su lobo...” Suspiré: —Claro. Me vendría bien correr—. Dije mientras saltaba del taburete y me dirigía hacia la puerta. Caminamos uno al lado del otro, pero él me dejó ir primero cuando llegamos a la puerta. Cerró la puerta y le seguí hacia la parte trasera de la casa. Mis ojos se agrandaron. Era tan bonito. Los árboles se alineaban al final de su patio trasero y después de eso, todo era bosque. Mi lobo baila en mi cabeza y no puedo evitar sonreír. Por el rabillo del ojo vi que Arcángel me miraba y luego sonreía. Sentí como mis mejillas se calentaban y me adelanté antes de que me viera. Oí crujir huesos y miro por encima de mis hombros y veo a su lobo corriendo hacia mí. Tenía la lengua fuera y vi una sonrisa de lobo en su cara. Me mordisqueó la mano y corrió junto a mí hacia el bosque. “¡PERSÍGUELO!” Puse los ojos en blanco y me moví. Corrí hacia donde él había corrido. Salté por encima de árboles caídos y algunas rocas por aquí y por allá, pero acabé deteniéndome y luego miré a mi alrededor. Aún no lo he encontrado. “¿Dónde está?”, le pregunté a Audrey. “No lo sé. ¿Crees... crees que nos ha dejado?” Gimoteó. Puse los ojos en blanco y seguí moviéndome y mirando a mi alrededor. “No.” Mis oídos apuntaban hacia arriba, escuchando cada sonido que este bosque pudiera hacer. Un arrendajo azul estaba a un kilómetro de distancia y un pájaro carpintero a cinco árboles de nosotros. Olfateé el suelo y capté un olor. Mis ojos fijaron el rastro y dejé que Audrey tomara el control porque es muy buena cazando y siguiendo el rastro de los animales. “Todos ustedes. No me decepcionéis” Dije mientras sonreía. “¿Cuándo lo hago?” Cuestionó de vuelta y emprendió un sprint. Puse los ojos en blanco y me quedé absorto observándola saltar y agacharse bajo los árboles. Gruñó ansiosa y se esforzó más. Redujo la velocidad y empezó a agacharse. Nuestros ojos se clavaron en el ciervo que estaba bebiendo agua de un arroyo. Ya podía saborear la carne. Nos lamimos los labios y continuamos arrastrándonos lentamente. Nos escondimos detrás de los árboles, pero nunca perdimos el contacto con el ciervo. Nuestras rodillas se tensaron y estábamos listos para saltar. Nuestras garras salieron más y nuestros labios se retiraron mostrando nuestros colmillos. La cabeza del ciervo se movió hacia nosotros y olfateó. Estaba a punto de salir corriendo, pero saltamos y le agarramos del cuello. Pataleó y trató de zafarse, pero gruñimos y apretamos más fuerte. Sus patadas se hicieron más lentas y su cuerpo empezó a apagarse lentamente. Gruñimos de nuevo y apretamos la mandíbula con toda la fuerza que pudimos y el familiar metálico se deslizó por nuestra garganta. Tenía algunas patadas, pero el cuerpo se apagó por completo y poco a poco la vida en sus ojos se desvaneció. Nos desencajamos y nos quedamos mirando el cuerpo muerto de Bucks. “Supongo que nunca decepcionas.” Sonreí. “Nunca decepcionaría. Jamás. Ahora vamos a comer. Me muero de hambre.” “Es todo por ti, chica. Te lo mereces” Sonreí y la vi saltar y aullar. Rompió el estómago y empezó a comer. Yo a veces tomaba el control y comía, pero me saciaba y dejaba que ella tomara todo el control. Supongo que estábamos tan ocupados comiendo y disfrutando de este tiempo, solo nosotros pasando juntos que no le oímos subir. Su hocico gris rasgó el omóplato y masticó la carne. Nuestras miradas se cruzaron y Audrey gruñó. No le gustaba la idea de que otra persona se comiera lo que habíamos pescado y que nuestro duro trabajo fuera a parar a manos de alguien que no había hecho nada. Llámenos egoístas, pero no me quejé. Sus ojos grises se clavaron en los avellana de él, y yo sabía que Arcángel seguía teniendo el control, así que supo que no le gruñí. Siguió gruñendo pero sin dejar de comer su caza. Parpadeó y sus ojos se volvieron azules. Ella gruñó otra vez, pero él nunca dejó su contacto visual y comió su caza. Ella se retiró de su estómago y gruñó de nuevo con la sangre goteando por su hocico. Sus labios se retiraron y sus colmillos se tiñeron de rojo y saltó hacia su cuello.
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